Si algo quedó en evidencia en LAM el jueves por la noche, es que a Yanina Latorre se la llevó puesta su personaje. Es que, después de haber generado un fuerte conflicto en el panel con sus ataques a Estefanía Berardi, la ex (o no, aún no se sabe) de Diego Latorre cargó contra otras tres de sus compañeras: Maite Peñoñori, Marcela Feudale y Josefina Pouso, a quienes tildó de “kirchneristas” en varias editoriales de su programa de radio y en el pase con Luis Majul. Fue precisamente esto último lo que colmó la paciencia de sus compañeras.
Sucede que, en diálogo con Majul, Yanina se refirió a la supuesta “doble vara” de ambos lados de la grieta y ejemplificó su punto de vista nombrando a sus colegas. “Yo tengo tres compañeras que son ‘K’: Maite Peñoñori que se hace la bol…, la Enana (Marcela Feudale) y Josefina Pouso. Maite es más equilibrada, pero la Enana y Josefina se ponen con una violencia… Ayer lo mataban a Nacho Viale por la pauta de Mar del Plata. Si está mal esa, está mal la otra”, fueron las palabras de Latorre.
Peñoñori, que pronto dejará el país para instalarse con su familia en Miami, fue la primera que enfrentó a Yanina. La periodista le dijo a su compañera que hace días venía aguantando insultos, malos tratos y todo tipo de violencia en las redes sociales porque había dado por hecho que es kirchnerista.
“No lo soy, aunque podría serlo. Me estoy fumando un ‘hate’ y que me put… por algo que no, y tampoco me parece buena compañera incentivar a eso trabajando con nosotros, diciéndolo innecesariamente”, expresó Maite, destacando que Latorre “lo dijo despectivamente”.
Asimismo, Peñoñori le recriminó a Latorre que la subestimaba a ella y a su trabajo por decir que trabajaba en La Nación y en radio Rivadavia. “Son lugares en los que nadie me dice lo que tengo que decir y tengo mucha libertad. Que yo elija no hacer un periodismo extremo y no bajar línea todo el tiempo no significa que sea ‘K’, Yanina. Mi estilo es ese y lo voy a mantener”, agregó Maite, antes de que tomaran la palabra Feudale y Pouso.
Feudale, a quién también le llovió el odio en las redes por dichos de Latorre en su contra, le exigió a su compañera tolerancia. “Es muy feo lo que hacés. Soy una profesional que respeta a sus compañeros. Me parece una falta de respeto que hablés de mí a mis espaldas. Lo único que quiero para mí es respeto, y no lo estoy logrando”.
La responsabilidad en tiempos de polarización
Si hay algo con lo que se nos machacó la cabeza a quienes estudiamos periodismo o comunicación, es con la responsabilidad que conlleva nuestro trabajo y con la ética de la cual hay que hacer uso a la hora de desempeñarnos en el campo laboral.
Quizás, después de salir de las cuatro paredes de la Universidad, el mundo real nos demuestra que, en la práctica, las cosas son más pragmáticas, algunos límites se desdibujan y termina siendo la propia esencia de cada periodista o comunicador la que dicte si seguirá un camino de honestidad y respeto por la información o no.
Yanina irrumpió en el ojo público al abrirse una cuenta en Twitter en 2009 para filtrar información y opinar sobre la farándula, sólo por ser la esposa de Diego Latorre, y desde entonces ocupó un lugar en televisión. Probablemente, esa es la razón por la que no tiene tan claro esos dos puntos tan importantes para el ejercicio del periodismo.
Latorre cree que sólo su opinión basta, sin importar si está fundada en hechos comprobables, sin consultar a los protagonistas, sin contrastar información.
¿Quién es Yanina Latorre para ubicarse en ese lugar? ¿Por qué se cree con la potestad de ensuciar a colegas sólo porque no piensan como ella? El hecho de que a sus “opiniones” les ponga nombre y apellido sin que siquiera le importe si lo que dice es cierto o lo que puede generar habla de su falta de profesionalismo y de cómo su personaje terminó tomando el control.
Ser avasallante, “sin filtro”, “picante” en el mundo de Yanina parece ser sinónimo de ignorancia, de desinformación, de difamación y de hostigamiento.
La contadora devenida en panelista debería saber, más que nadie, el peso que tienen las palabras y el efecto que pueden ejercer en las personas, sobre todo si no están preparadas para enfrentarlo. No puede desentenderse de lo que vocifera ante el micrófono, desligarse de la violencia que sus dichos desencadenan sobre las personas, a las que ella misma señala, porque hablarles a las masas conlleva una responsabilidad.
Hacerlo habilita la violencia, sobre todo teniendo en cuenta lo que implican declaraciones del tipo que hizo sobre sus compañeras en un contexto tan polarizado como el actual, donde la tolerancia no es precisamente lo que abunda y los ataques al marcar ideologías políticas en las redes sociales están a la orden del día. O, si no, veamos la agresividad y saña del Presidente con Lali Espósito por la misma razón.
Lo que pasó durante la noche del jueves en LAM es quizás un claro ejemplo de la razón por la que la televisión hoy se encuentra en su momento más rancio de la historia. De repente, hablar ante un micrófono o ante una cámara es igual que hablar con una vecina, con el peluquero o con el almacenero, no hay reglas, no hay procesos, no hay noción del otro y de lo que puede generar la palabra.
Más que nunca, la pantalla chica se rige por la conocida frase “mejor pedir perdón que pedir permiso”, aunque casi nunca se pida ninguna de las dos cosas.
