Hace ya varias temporadas que Vikings perdió su encanto inicial y números de seguidores. Luego de la muerte de Ragnar Lothbrok (Travis Fimmel) en la cuarta temporada, el corazón de muchos fans se partió y parecía imposible seguir. Pero a Ragnar lo seguían la magnífica Lagertha (Katheryn Winnick) y el hijo de ambos Björn Ironside (Alexander Ludwig), quienes por un tiempo sostuvieron la trama sobre sus fuertes hombros.
Sin embargo, 2019 había cerrado con la primera parte de la sexta temporada en una posición muy delicada. Todo se acomodaba para el final: la muerte de Lagertha fue, posiblemente, incluso más dolorosa que la de Ragnar, y en los últimos minutos, Björn ponía un pie o dos en el otro lado.
En ese momento, quedaba la sensación de que faltaba un capítulo. Pero no: la segunda parte de la sexta temporada, la edición final, venía en 2020 y llegó el 30 de diciembre a Netflix. A tono con el año, no se lució.
La última batalla
Diez episodios, no uno sino diez, cierran la historia. Vikings hace su conclusión con más pena que gloria. Si hace falta dar una buena batalla para sentarse en la mesa de los dioses, que bueno que la serie se encargó de ello antes, porque si por estos últimos capítulos fuese, quedaba más bien en un limbo.
Una vez que los personajes originales terminan de irse (contando la desaparición de Floki), no queda mucho más que un grupo de personajes agotados, al igual que las tramas. Los vikingos se dedican a ser vikingos y la última temporada parece un reciclaje absurdo de todo lo que se ha visto en las anteriores.
Para salvarlo, trata de rescatar una parte aún inexplorada de la leyenda vikinga en el recorrido marítimo de Ubbe (Jordan Patrick Smith) y Torvi (Georgia Hirst). Pero de nuevo, esto podría haberse cubierto en un solo episodio.
Ivar (Alex Hogh Andersen) y Hvitserk, los dos personajes más atractivos, complejos y odiados, ya lo dieron todo antes. A Ivar le queda encontrarse con una inexplicable suerte de redención en tierras de los rus, y a Hvitserk la propia en los minutos finales, una que tampoco logra ser del todo coherente.
Mientras, otros personajes que se habían ganado a pulso el cariño del público, como Gunnhild (Ragnheiður Ragnarsdóttir), también son aplastados bajo el peso de una historia que se extendió más de lo necesario y que sembró cuando necesitó sin estar muy segura después de cómo recoger eso. La temporada pierde minutos y minutos en delirios místicos como nunca antes y reflexiones sin líneas de diálogo a la altura.
Todo eso mientras no regala, como antes, batallas épicas a rolete. Recién al final recuperará algo de eso.
Así, con algunos destinos más sólidos y otros más inentendibles, Vikings termina con salidas circulares que nos devuelven al comienzo, pero sin la magia de un Ragnar mirando la aurora boreal y soñando con futuros llenos de gloria.
Mientras, ya está confirmado un spin-off cuyos derechos fueron comprados por Netflix.
