Atención: alerta de spoilers. Cuidado, spoilers. Es decir: para los que no vieron el sexto episodio de la séptima temporada de Juego de Tronos que se estrenó este domingo por HBO, este texto analiza lo que pasó en el capítulo y para eso cuenta información clave. Si no lo vieron todavía, entonces no lean lo que sigue. Y si lo leen, sepan que quien avisa no traiciona.
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Beyond the Wall fue un forzado noveno episodio en esta atípica temporada con siete entregas. Lejos del shock de la boda roja o la batalla de los bastardos, el episodio se asemejó más a una batería de emociones fuertes sin asidero alguno con las líneas dramáticas que se vienen desarrollando. Fue un episodio burbuja para darle más épica a un apesadumbrado e insufrible Kit Harington.
El capricho del impacto curiosamente fortaleció una trama menor: el duelo psicológico entre las hermanas Starks, cada vez más tenso y agobiante. Este enfrentamiento shakespereano, junto al diálogo inicial entre Daenerys y Tyrion sobre el cónclave que cerrará la temporada, no habrá sido tan divertido como ver zombies ahogándose en modo lemming, pero al menos respetó la sangre de Juego de Tronos.
Aquello que sucedió “detrás del muro” fue una secuencia de acción vacía e inverosímil. Sabíamos de antemano que la excursión para llevar a un zombie como mascota a Desembarco del Rey era un derrape de guión, pero jamás imaginábamos una ejecución tan disparatada y efectista.
Olvidemos la belleza apabullante de las imágenes, olvidemos la desoladora caída de Viserion desangrándose con montañas nevadas de fondo y el leitmotiv de la madre de los dragones ejecutado como elegía, y pensemos ahora en la cadena fáctica: 1. un escuadrón suicida captura un zombie pero vienen más, así que le piden a Gendry que le avise a Daenerys con un cuervo que están en problemas. 2. el escuadrón suicida queda varado en un lago con miles de zombies y caminantes blancos que los observan impávidos. 3. Pasan... ¿días, horas?, ¿cuánto tiempo pasa? Los cuervos parecen más eficaces que un WhatsApp, ¿por qué los viajes antes duraban temporadas enteras y ahora son trámites de elipsis? 4. Llega Daenerys no con uno, sino con tres dragones. 5. El caminante blanco que participó en los Juegos Olímpicos de Poniente arroja una lanza y parte al medio a Viserion. 6. Jon Snow no quiere subirse a Drogon y se hunde en el hielo. 7. Jon Snow no muere pero contrae neumonía. 8. El huraño Tío Benjen aparece de improviso y le regala su caballo a Jon para que vuelva a Eastwatch mientras él es devorado por una horda de zombies.
No hay que confundir realismo con verosimilitud. El realismo es algo ajeno a Juego de Tronos, serie que conquistó con altura el género fantástico. La verosimilitud, en cambio, está ligada a la lógica interna del relato. Si el episodio resultó inverosímil fue porque jamás armonizó sus piezas dentro de su lógica. Usen dragones, zombies, enfermedades como la psoriagrís o sacerdotisas que se mantienen jóvenes gracias a un collar, pero usen estos elementos haciéndolos funcionales al drama, que vigoricen el universo mágico. El episodio cometió el peor de los pecados: pasar por alto la substancia de Juego de Tronos para enroscarse en una vanidad sensacionalista, en una subtrama que por querer ser distinta terminó siendo disonante.
Recordemos la batalla que libera Jon Snow en la quinta temporada con los caminantes blancos. El capítulo se llamó Hardhome y fue electrificante. El plano final con el Rey de la Noche resucitando cadáveres (y que no tardó en convertirse en un emblemático meme) tenía la contundencia suficiente para clausurar al ejército de los muertos como un peligro insoslayable para Poniente. ¿Con qué necesidad los showrunners vuelven sobre este ejército para mostrarlo ahora como un grupo de boy scouts fóbicos al agua? La serie retrocedió casilleros. Con tal de excitar al fan, cayó en impericias imperdonables.
Seamos francos: este episodio emocionó desde una parafernalia demagoga. ¡Ni siquiera se atrevieron a matar a Drogon! Cuando todo termine en 2018, difícilmente recordemos esta comparsa entre zombies y dragones del mismo modo que recordamos la caminata de la vergüenza de Cersei. Ése sí que fue un clímax construido con paciencia, un ejemplo de cómo lograr en el espectador el estupor sin traicionar la lógica interna de una de las mejores series de la historia.
