El mundo del espectáculo argentino está en shock: Piñón Fijo, el payaso más icónico y querido de los últimos 30 años en el país, está en el ojo de la tormenta enfrentado con sus propios hijos. Sol y Jere Fijo arrojaron sobre su papá una acusación tan pesada en estos tiempos como la de “maltratador”.
El resultado estaba cantado: la sociedad no termina de procesar cómo alguien que era visto como “el Lassie” de los payasos tiene aparentemente un costado al menos “vidrioso”.
De hecho, todo comenzó con un posteo de él equiparable al golpe en la mesa de Alfredo Casero en el piso de Majul, haciendo que el escándalo acelerara de 0 a 100 en cuestión de segundos.
Fue el propio Piñón el que instaló la pelea con su hija haciendo público su distanciamiento, inspirado seguramente en su genuina angustia por no ver a su nieta. ¿Fue esa la mejor forma de manifestarse? A todas luces, no.
Sol Fijo se tomó su tiempo, habrá procesado el dolor mientras además recibía toneladas de odio vía redes, y se despachó con un extenso descargo en el que también dejó lugar para un gris muy delicado y costoso.
Si bien el posteo de Solcito es sólido, sentido y cuidado (¿se imaginan lo que pudo haber sido si posteaba una foto actual de su padre sin maquillaje, a modo de revancha?) incurrió por decisión propia u omisión en una acusación genérica delicadísima.
En el orden actual de cosas, lanzar sobre alguien la sentencia de “maltrato y humillaciones crónicas por 35 años”, o que “tarde o temprano las verdades salen a la luz” es gravísimo. Y llegado el caso de llevar las cosas a semejante nivel, seguramente hubiera sido mejor ser más específicos.
El propio Piñón se tomó de eso para ensayar una mínima respuesta en una conferencia de prensa: “Hay una parte dolorosa, hoy en día es fácil acusar de maltrato, violencia... Omitir decir claramente la verdad te deja parado en el lugar de cosas muy serias. Estas cosas no las voy a hablar como Piñón. Ya veré qué medidas tomo”.
Jere Fijo fue algo menos ambiguo, al centrarse en las críticas que recibieron ellos en las redes por la situación: “Quizás la agresión se desvíe a que todo lo que tenemos se lo debemos a él, que sin él no seríamos nadie. Eso siempre nos lo dejó en claro, así que lo tenemos superpresente”.
¿Son tan distintos al resto de las familias?
Qué pasó realmente en el interior de la familia Gómez es algo que al resto se nos escapa, y sobre lo que, por lo tanto, no vale la pena hacer mayores especulaciones.
Lo que sí podemos poner en tela de discusión una vez más es la cultura del endiosamiento a figuras públicas.
La pelea que están atravesando Piñón y sus hijos no escapa a los cientos de enfrentamientos que hay en cualquier familia, con la diferencia que se dirimen puertas adentro y no cobran notoriedad pública.
El problema aquí es nuevamente cuando elevamos a cualquier persona (más aún si se trata de alguien asociado a los niños) a esa entelequia / construcción colectiva de superhombre. Detrás de los ídolos sólo hay personas, siempre.
Y cuanto más alta sea la consideración que se tenga de estas personas, mayor será el estruendo que genere su caída (o cualquier paso en falso que den).
Con esto no se trata de condenar ni exonerar ni a Piñón ni a sus hijos, sino más bien de que repensemos una vez más qué les pedimos y qué esperamos de las personas que idolatramos.
Ahora lo más lógico sería que tanto Piñón como Sol y Jere se replieguen y resuelvan sus rispideces puertas adentro y no por las redes, para evitar daños mayores: ellos mismos (y los niños involucrados) son a la vez sus principales víctimas.
Pero como dijo el propio payaso, “la vida tiene una dinámica que uno no siempre la maneja”. Ahora lo sabe en carne propia.
