Salvo para sus dueños y sus empleados, siempre es raro entrar a una discoteca de día. Son lugares pensados para funcionar de madrugada, pero algo de ese espíritu queda flotando en las horas diurnas, una especie de eco melancólico, el recuerdo de lo que pasó sugerido en el silencio de los parlantes o en las calcomanías de sus paredes.
Es la hora de la siesta y adentro de Casa Babylon, el mítico local de la zona del Abasto, se pasean los fundadores de la Bullybass, una fiesta que propuso una música que hasta entonces no sonaba en las pistas de baile locales. Corría el 2008 cuando Arturo Amoros, Federico Gómez y Federico "Turco" Mammana –entonces unos irresponsables veinteañeros– pensaron que sería una buena idea armar una fiesta con lo que escuchaban en sus casas, estilos musicales surgidos al sur de Londres en los albores del siglo 21 y que comenzaban a expandirse por otras latitudes, como el dubstep o el grime.
Eso que empezó como una reunión de amigos caravaneros fue transformándose en una de las fiestas más frescas e innovadoras de Argentina. Nunca alcanzó la masividad, pero sí llegó a otras ciudades y planteó una artística muy bien curada: por su cabina pasaron todos los grandes nombres de la bass music argentina, algunos de los cuales tuvieron allí sus primeras y consagratorias sesiones. También convocaron a figuras internacionales como Addison Groove, Plastician o DJ Rashad, un pionero del footwork, quien ofreció en la Bully uno de sus últimos shows antes de su prematura muerte, en 2014.
La fiesta tuvo sus picos de popularidad (en 2011 reunieron cerca de 1500 personas en Studio Theater) y con el tiempo consolidó un público fanático, que no dejaba de asistir cuando la moda del dubstep comenzaba a disiparse. Era el punto obligado para los amantes de los nuevos sonidos, un tipo de clubber que busca música desconocida y excitante, con graves gordos y envolventes.

Cerrar un ciclo
En la tierra del fernet y del cuarteto, Bullybass hizo historia. Y si el verbo está conjugado en pasado es porque este sábado cierra la persiana. Su última edición va por todo: estarán Lowshock, su actual residente, además de los dos históricos (Daleduro y Pedro D’alessandro), la Soundclash Army y el inglés Silkie, el invitado internacional. “Es el extranjero con el que más onda pegamos”, dice el Turco, también responsable de la imagen de la fiesta, que llevó el concepto del flyer a otro nivel, al menos en Córdoba (hizo una ilustración diferente para cada una de las más de 100 ediciones).
“Está bueno terminar el ciclo. Cumplió su década y nosotros estamos en distintos proyectos. Antes de que muera indignamente, la fiesta se despide en un gran momento”, comenta Amoros en uno de los rincones de Babylon, el local donde más veces se celebró la Bully.
“Quizás el año que viene empezamos a extrañarla”, se sincera Gómez. “Fueron 10 años haciendo una por mes. Se armó un lindo grupo de amigos y a partir de eso fueron saliendo otras cosas”.
Sigue Mammana: “La vamos a extrañar, pero estamos un poco cansados. Se cumple un ciclo y queda un legado. Lowshock es como un heredero. Todo esto plantó una semilla que va a seguir dando sus frutos”.

Lowshock también vino a esta reunión espontánea para hablar del fin de la fiesta. Él es uno de esos pibes que iba a la Bullybass y producía música en su casa, hasta que un día se animó a llevarles un CD con algunos de sus temas. Así se ganó un lugar. “Notás la influencia en la cantidad de artistas a los que escuchás poniendo música en otros lugares. La fiesta influyó en la forma de hacer música y mezclar, en la forma de expresarse. La Bully nos marcó a muchos, más allá de la música que pongas. Hay una frescura que siempre tuvo”, dice.
“Yo creo que ayudó a descontracturar la escena”, plantea Mammana. “Para mí, la música electrónica era una cosa más elitista, ortodoxa, y la Bully trajo una forma de ver la música que venía de otro lado, que tenía más que ver con lo urbano, lo callejero. Esa expresión estaba más cerca de un dee jay de hip hop que de un dee jay como se lo entiende acá en Córdoba. Propusimos una filosofía sin tanta pose, más divertida”.
“En un momento fue una fiesta itinerante, la hicimos en distintos lugares para que la gente no se cansara, porque hacíamos muchas fechas. Pero la casa siempre fue acá”, dice Amoros en relación con Babylon. Acá se sienten cómodos porque, aseguran, los socios del local –Hernán y Esteban Tazzioli– los entienden, saben cómo hacer sonar esa música.
“Siempre buscamos que suene zarpado”, explica Gómez. “Si bien la cambiamos de lugar, no hay otro lugar donde suene como acá, porque son requerimientos técnicos muy específicos. Eso no es fácil de lograr. Cuando pasó el vértigo de las fiestas más populares, acá quedó estable, con más espíritu de club: no pensamos la Bully separada de Casa Babylon”.
Este sábado, entonces, la despiden a lo grande, en su casa, con los graves bien ecualizados. No podría ser de otra manera.
Para ir
Bullybass. Este sábado desde las 23 en Casa Babylon (Las Heras 48). Con Silkie, Lowshock, Daleduro, Pedro D’alessandro y Soundclash Army. Entradas anticipadas en Alpogo.com.