Se cumple este jueves una década de la muerte de Bam Bam Miranda, un percusionista emblemático y personaje clave en la cultura cordobesa.
Además de acompañar a Carlos La Mona Jiménez durante casi 20 años y redefinir el sonido del cuarteto, el músico nacido en Perú tocó con numerosas bandas y artistas de todo tipo y además lideró su proyecto Guarango en el que fusionó como pocos la música afroperuana con el latin jazz.
Por estos días se publica un libro sobre su vida escrito por Germán Arrascaeta y titulado El patrón del ritmo y también se inaugura un mural que es obra de Fabián Villarruel, asistente y amigo de Bam Bam durante muchos años.
Cómo se conocieron
“Mi primer contacto con él fue a través de La Mona. Yo militaba en un grupo estudiantil que hacía apoyo escolar en los barrios y buscamos a Jiménez para organizar un baile con el objetivo de recaudar fondos”, comienza narrando Villarruel, quien terminó de pintar el mural en las últimas horas del miércoles.
“Fue a fines de los años 90. Terminamos haciendo tres presentaciones. En una de esas estaba en el camarín charlando con La Mona cuando aparece el Bam Bam y me dice: ‘¿Vos sos Fabián? Tengo que hablar con vos para evitar una masacre’. Así empezó nuestra relación”, rememora.
Según relata Villarruel, Jiménez tenía pensado hacer un baile en el Comedor Universitario junto a Todos tus muertos y Miranda le alertaba que sería peligroso mezclar los públicos. “Finalmente no lo hicimos. Se presentó solamente La Mona”, aclara.
Luego de eso, se volvieron a cruzar cuando Villarruel ya manejaba un remis. “Fue en barrio San Martín, en la calle Cerrito, donde vivía Bam Bam en ese momento. Ahí me pidió que lo empezara a trasladar. Yo también arranqué a trabajar en el 990 Arte Club así que nos comenzamos a cruzar mucho”, señala.
Así comenzó una relación de amistad entre Villarruel y Miranda, que se completó cuando el percusionista reflotó su proyecto Guarango en el año 2000 y le pidió al muralista que fuera su asistente personal. “Me decía que no se quería morir de sobredosis de tunga tunga y por eso rearmaba Guarango, un proyecto que traía desde Perú”, cuenta.
Yo fui testigo
Juntos vivieron todo tipo de situaciones que hoy son anécdotas increíbles. “Tuvo una vida de película como dice el libro de Arrascaeta. Yo le decía que era su Arturo Bonin, por ese programa que tenía llamado Yo fui testigo, ya que presencié todo tipo de juntadas y reuniones. Ahí me dijo que empezara a sacar fotos porque años después nadie me iba a creer que esas cosas habían sucedido”, revela Villarruel.
“Siempre me sorprendió la cantidad de músicos argentinos que querían tocar con él. Yo terminé con una relación muy grande con muchos de esos músicos”, agrega el artista plástico, quien después de la muerte de Miranda continuó como asistente de Willy Crook por pedido expreso del percusionista. “Lo tenés que cuidar”, recuerda que le dijo y lo acompañó por casi 10 años.
El otro pedido que le hizo fue justamente el mural. “Dejá de renegar con el remis y el 990, lo tuyo es la pintura” recuerda Villarruel que le decía el músico, quien lo bancó con herramientas y otros insumos.
“Siempre me decía que el el día que partiera le tenía que hacer un mural. Ahora estoy cumpliendo ese deseo”, reafirma sobre la obra que se pintó en la casa de uno de los primeros alumnos de percusión de Miranda. “Se llama Oscar y hoy en día toca en Cachumba”, detalla.
Se realizó con un evento en el que estuvieron los amigos íntimos del percusionista. “Siempre fu un círculo pequeño, después hubo muchos oportunistas”, acota.
Villarruel cuenta que la idea era hacer el mural en una de las paredes de la cancha de Belgrano, club del cual lo hizo hincha el mismísimo Rodrigo a Bam Bam. “Al final por cuestiones internas del club no pudimos, pero estoy buscando apoyo de la Municipalidad para hacerlo en algún lugar público de la ciudad”, cierra.
