Tom Morello, el talentoso guitarrista de Rage Against the Machine, dijo sentirse disgustado con que los jóvenes músicos tomen el camino más corto y eviten practicar ocho horas al día para superarse.
En esos términos se expresó Morello en una reciente entrevista con Metal Hammer, en la que también lamentó la pérdida de peso de la guitarra en la música popular actual.
"Estoy disgustado por el hecho de que muchos jóvenes en estos días no están dispuestos a sentarse y practicar la guitarra eléctrica durante ocho horas al día”, confesó el también miembro de Prophets of Rage y Audioslave.
“Todos buscan la ruta más fácil para hacerse famosos. Mirá las 50 canciones principales en la radio en los Estados Unidos: no hay solos de guitarra en ellas”, añadió.
Morello cree que, en este clima actual, no hay industria discográfica, directamente. Y que su apareciera un nuevo Metallica o un nuevo Rage Against the Machine, no encontraría una propagación en los términos que imperaban hace 25 años.
El tiempo de práctica con la guitarra es algo que desvela a este músico, que a fines de 2018 hizo un posteo en Facebook muy esclarecedor al respecto.
“Hubo un tiempo en que practicaba 8 horas al día, todos los días. Dos horas de técnica y escalas, dos de teoría musical, dos de aprendizaje y escritura de canciones y dos de improvisación junto con estaciones de radio aleatorias e improvisación sobre progresiones de acordes”, especificó por entonces.
Para no queda como un square (cuadrado) que se rebela antes los nuevos consumos culturales, ante Metal Hammer Morello celebró la difusión online y que plataformas como Bandcamp hayan sentado las bases de una distribución de música más "democrática".
"Vos, yo y el tipo que camina por la calle podemos hacer un álbum en nuestros teléfonos y todos podemos tener una página de Facebook para publicarlo”, observó como para aludir a una coyuntura en que el formato de radio es menos omnipresente y la relación entre editor y consumidor ha cambiado en la industria de la música.
O en otras palabras, a una circunstancia histórica que obliga al músico a la autopromoción en redes más que a la práctica de su instrumento por espacio de ocho horas.
