La espera terminó para los fans de Luis Miguel, quienes luego de cinco largos años pudieron ver al artista mejicano cantar en Córdoba. Aunque el reencuentro no fue lo que prometía ser.
La previa llegó pasada por agua porque los pronósticos auguraban un día y una noche lluviosa. Sin embargo, como era de esperar, al comienzo nada detuvo al público fiel de El Sol del México: ni las nubes negras, ni la polémica por el cobro astronómico de los “naranjitas” alrededor de la cancha de Instituto (que finalmente no fue tanto cómo sí ocurrió el sábado con Tan Biónica). Todo venía bien en el recital... hasta que lo cortó el propio Luis Miguel.
Pantallazos
Parafraseando a Fito Páez, quien también se presentó en la misma cancha de Alta Córdoba meses atrás, las polaroids que dejó la presentación de Luismi fueron de una locura extraordinaria.
El fanatismo se pudo ver en la indumentaria (nunca faltan aquellas remeras vintage con la cara de Luismi del disco Aries), las vinchas con luces y flores y las bandanas. También en el ánimo del público que al mejor estilo “fan de Wanda” descargaba ansiedad y tensión en gritos ensordecedores, antes y durante el show, sobre todo frente a las cámaras.
El público fue variado. Desde el institucionalizado bajo el paraguas de algún club de fans, hasta algún que otro desprevenido que acompañaba a alguien, o los que raíz de la serie de Netflix tomaron más contacto con el personaje y como vieron luz, pasaron. En el medio, decenas de miles de fans que lo vieron más de una vez en su vida.
Las mujeres del fans club cordobés Simplemente Luis Miguel, nacido en 1994, llegaron temprano al estadio vestidas de rojo, en color que las identifica dentro del mapa nacional. “¡La banda del rojo, la banda del rojo!”, cantaban entre canción y canción de El Sol de México.
Advertidos del detalle del rojo, los vendedores ambulantes ofrecían remeras de ese color con una frase ideal para esa tarde “no culpes a la noche, no culpes a la lluvia…”. ¿El precio? 10 mil pesos.
También se vendían pilotos que arrancaron saliendo 3 mil y más cerca de la hora del recital habían bajado a 2 mil. Muchos ya habían venido equipados para una posible lluvia que no pasó de ser llovizna.
La música del cantante se escuchaba en cada kiosco, en cada bar, y en cada casa de vecino que abrió su garaje para ofrecer alguna bebida y aprovechó para hacer unos pesos en las inmediaciones del Monumental de Alta Córdoba.
En el bar oficial de Instituto la entrada era con reserva, mientras que en otro de los bares aledaños las mujeres hacían cola para tomar algo o pasar al baño. Una perlita: a media tarde un grupo de hombres veía el partido de Talleres tomando algo hasta que en el entretiempo alguien cambió el televisor y pasó a poner una lista de temas clásicos de Luismi. Los hombres, derrotados, emprendieron su salida en silencio.
De todos lados
No solo había público local, también llegaron muchos fanáticos desde las provincias del norte, principalmente desde Jujuy y hasta bonaerenses que no pudieron ir a los show en Buenos Aires que arrancaron el año pasado.
Ese fue el caso de Sandra, quien vino manejando sola desde esa provincia y, sin dormir, pasó directo a ver a su ídolo. “Vine manejando sola con tormenta, rayos y todo lo que puedan imaginar. Hice 490 kilómetros y cuando llegué dejé las cosas en el hotel y me fui al hotel en el que estaba Luismi para tratar de verlo pero no pudimos. Solo sabíamos que estaba en el piso 13″, dijo la mujer. El final fue abrupto e inesperado. “Yo le retiro mi amor en este instante, lo vine a ver toda la vida, pero esto es una estafa”, le dijo una mujer a La Voz. Todo dicho.
