Duki hizo cuatro shows en el porteño estadio de Vélez Sarsfield en la primera quincena de octubre de 2022, en los que llegó a vender 180 mil entradas.
Pero al momento de plantear un show en Córdoba en el marco de una gira nacional, el trapero programó sólo una fecha en Córdoba (para el 14 de abril) y en Plaza de la Música, con un armado de sólo 5.500 espectadores.
OK, la escala de la demanda porteña-bonaerense es más gigantesca que la mediterránea, pero aun así parece insuficiente una sola función en el venue de barrio Alberdi para la cita con “el Duko”.
Está claro que en nuestra plaza todo se ha trastocado en materia de entretenimiento musical a partir de dos cuestiones. Una, el cierre del Orfeo por los efectos de la pandemia y por la firme decisión de su propietario de mantenerlo así como está, como un elefante blanco que remite al fulgor de otra época. Y dos, la también firme decisión del Gobierno provincial de priorizar al estadio Mario Alberto Kempes para el fútbol.
Ese combo hace que haya que oponerle al extraordinario momento de la música nacional (al menos en lo que refiere a lo estadístico) y a las eventuales visitas internacionales (que se producen más allá de un contexto económico monopolizado por la incertidumbre) espacios de capacidad reducida o la estrategia de comprometer la ya abultada agenda de los artistas con la programación de más de una fecha.
Hay mucho de pasional en estas limitaciones porque así como en el primer caso se trata de un empresario que ejerce su derecho de no dar su brazo a torcer ante guiños de terceros, en el segundo se trata de funcionarios temerosos de pagar el costo político de alterar los planes de los clubes populosos de la capital provincial.
De rehén queda un sector productivo que puede motorizar turismo y generar trabajo. Y a espectadores teniendo que viajar cada vez más seguido a Buenos Aires, con una carga presupuestaria que no para de crecer. Porque este ordenamiento restrictivo es funcional a un centralismo porteño que se había atenuado en tiempos no tan lejanos en los que el Orfeo (considerado por especialistas como uno de los mejores arenas de Latinoamérica) funcionaba a pleno y en los que el Mario Alberto Kempes ya reformado recibió a Madonna, Paul McCartney, Iron Maiden y Justin Bieber.
Las consecuencias del Orfeo cerrado y del Kempes en cuentagotas
Además de ver sus butacas distribuidas hasta en emprendimientos de canchas de fútbol amateur, otras de las reacciones ante el cierre del Orfeo son los variados proyectos de domos para construir en algún lugar de la ciudad, sin ninguna ventaja comparativa con relación al enclave de Rodríguez del Busto.
En el caso de la determinación gubernamental de tener al Mario Alberto Kempes a disposición de la agenda futbolística, hay una consecuencia absurda más allá de tener que rechazar la producción de espectáculos a gran escala. Y es la de tener que desarmar un escenario a las apuradas, tal como tendrán que hacerlo los operarios involucrados en el concierto de Sabina, previsto para la noche de este sábado.
La histeria y las obligaciones ante sus socios del Club Atlético Talleres pudieron más que cualquier otra cosa, incluido el sentido común.
En el debate social, según el caso, el presidente de esa institución fue un genio por cómo presionó y consiguió todo lo que necesitaba. Y también un estratega prepotente que supo dónde pegar en un año electoral.
Toda esta polémica se desató a pocos días de que la productora porteña DF Entertainment, una de las más activas en la organización de shows internacionales y que promueve el festival Lollapalooza Argentina, firmó un contrato con River Plate para realizar 20 recitales en su renovado estadio en los próximos tres años.
Así lo informó Clarín, diario metropolitano que a su vez blanqueó la cifra que la firma capitaneada de Diego Finkelstein pagó para asegurarse al Monumental por el período de tiempo indicado: U$S 15 millones al tipo de cambio oficial y de acuerdo con lo escrito en la carta de intención aprobada en asamblea del club presidido por el banquero Jorge Brito, dueño del Macro.
OK, un club debe responder a su masa societaria y no a la comunidad en general, como sí debe hacerlo el Estado; y por ello, precisamente, puede cerrar un acuerdo de este tipo. No obstante, este contrato no sólo revela que hay algo potente que se está desatendiendo por atender a los sentimientos “termo-futboleros”, sino que es viable un modelo mixto beneficioso para todos los frentes.
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