Cosquín Rock volvió a la presencialidad con una edición a escala mastodóntica, desarrollada en el aeródromo de Santa María de Punilla entre el sábado y el domingo pasados.
Según la organización del evento, su edición 2022, la primera tras la suspensión de la 2021 por pandemia, convocó a 85 mil personas en “dos jornadas inolvidables”.
Y a la hora del balance, la sensación general es que el evento continúa marcando agenda en el entretenimiento nacional; sigue acentuando su carácter insoslayable, pese a no poder resolver algunas cuestiones inherentes a la propia determinación de ser gigantesco.
En su afán de estar a la vanguardia artística y de crecer a como dé lugar (154 propuestas musicales en 9 escenarios), a Cosquín Rock se le presentan fugas que siempre lo vuelven perfectible.
Cosquín Rock midió su impacto socioeconómico
Pero sigue prevaleciendo su impacto sociocultural, esta vez mensurado en un estudio del área de Investigación y Extensión del Instituto Cultura Contemporánea (culturacontemporanea.ar ).
Más precisamente, en un relevamiento creado metodológicamente junto a la Magister Mariana González, profesora asociada de Estadística e investigadora de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNC, y puesto en marcha por un equipo de profesionales.
Este trabajo midió el impacto económico y sociocultural de Cosquín Rock, incluyendo una lectura sobre temas de medioambiente y género.
Según este estudio, el festival movilizó recursos por 1.415 millones de pesos, cifra que surge de la inversión de la organización más el gasto de los asistentes en diferentes categorías que van del transporte y el alojamiento a la gastronomía.
Por otro lado, resultó que la realización del evento construyó 5.630 empleos directos dentro del festival. “A esta cifra debe anexarse emprendedores e independientes, así como otros agentes indirectos, con el consecuente impacto en los servicios y comercios de la región. Una estimación general supera las 10.000 personas con actividad”, expresa el informe.
El estudio de Investigación y Extensión del Instituto Cultura Contemporánea también determinó que, de los asistentes, más del 40 por ciento dijo ser estudiante universitario y que el 30 trabaja y estudia. Y que en materia familiar, más del 70 no tiene hijos.
El 59,7 por ciento asistió por primera vez a Cosquín Rock, y lo hizo en un 50,7 de los casos con abono, lo que explica una importante inversión en turismo.
Además, el Informe conducido por Lucas Miani y curado por Rodrigo Rojas revela que más del 70 por ciento fue al festival por la experiencia en sí, independientemente de la grilla, mientras que sólo el 30 eligió ir a ver un determinado artista.
Siempre de acuerdo a ese relevamiento, el 75 por ciento de los asistentes manifestó estar de acuerdo o muy de acuerdo con avanzar sobre políticas de reducción de daños sobre el consumo problemático de sustancias. Y El 85 manifestó que no incidía la identidad de género de los artistas en la elección de una agrupación o escenario. El 68 de los espectadores se planteó conocer artistas nuevos durante el festival.
Cosquín Rock 2022, según los periodistas de VOS
Retomando la idea de un balance por afuera de lo oficial, los periodistas de VOS que cubrieron Cosquín Rock 2022 hicieron un punteado de buenas y malas de una edición que, por sobre todas las cosas, acentuó una saludable diversidad y abrió el juego a productores de lo emergente.
Buenas
Programa diverso, sin atender conservadurismos. El festival logró relevar todo el abanico de la música joven sin desatender su perfil histórico. OK, hubo mucho trap y pop aterciopelado, pero se garantizó el flujo de vertientes piojosas, ricoteras, paranoicas y bluseras. En esta edición, además, sumó escenarios con curadurías específicas (Boomerang, Paraguay, Nuevas Tintas), lo que da cuenta de que los organizadores no se miran su propio ombligo.
Concreción de la llegada de “La Mona”. La edición 2022 se lleva el premio por haberla concretado en el marco de una edición desprejuiciada. A show visto, vale reafirmar que no hay tensión entre el vocablo rock y la estampida eléctrica que el Mandamás entrega a sus 71 años. Cosquín Rock se deconstruyó al programar a un músico popular al que nadie puede restarle centralidad ni cuestionarle fulgor callejero.
Consolidación del cupo femenino. Tras la edición 2019, Marilina Bertoldi cruzó a José Palazzo luego de que éste hiciera un análisis sesgado sobre la Ley de cupo femenino en festivales, por entonces en vía de promulgación. El debate terminó por demonizar al productor. Pero lo cierto es que éste reaccionó ante una coyuntura de empoderamiento femenino y hoy el festival excede el porcentaje mínimo exigido por la norma.
Shows de alta factura. Wos se ratificó como el joven maravilla del nuevo rap & roll y sumó matices a sus ráfagas de protesta. Skay y Babasónicos sonaron como nunca lo hicieron en el festival. Julieta Venegas recordó qué tanto influyó a cantautoras de las nuevas generaciones. Trueno y Acru dejaron en claro que reinarán por años en la nueva música, a sea untando en nuevas sonoridades o en hip hop de vieja escuela. Celeste Carballo y Déborah Dixon engalanaron a La Casita del Blues con voces aterciopelas y potentes y auras de divas inasibles. Y clásicos como Las Pelotas, Fito Páez, Divididos y Ciro estuvieron a la altura de sus respectivos repertorios e impactos en la historia de Cosquín Rock.
La Casita del Blues. Es un espacio que crece y crece a medida que el festival suma ediciones. En este punto, hay que estrecharle la derecha a José Palazzo, el organizador, por defenderlo a capa y espada y curarlo con especial atención. Hay shows interesantes en cualquier momento, y desde su pequeño tablado emana un encanto inigualable. El diferencial de Cosquín Rock en relación a otros festivales, sin dudas.
Baños químicos, a montones. El inabarcable predio tenía una buena superficie cubierta con este servicio, indispensable para un buen disfrute del festival.
La descentralización de la oferta gastronómica. Al área central del predio, en esta edición se sumaron food trucks en el área de los escenarios Boomerang y Paraguay. Allí, las filas no eran tan largas y se conseguía comida en un tiempo razonable.
El agua. A diferencia de la edición presencial precedente, en esta de 2022 había provisión de agua en varios sectores del predio. La organización dispuso y entregó 60.000 litros de agua gratis para hidratación de las personas asistentes, según un informe oficial.
María Becerra. Su inclusión dividió aguas en redes, pero lo cierto es que su show atendió una demanda infanto – juvenil y alcanzó un nivel aceptable.
Malas
Carpa de prensa sin conectividad. Quizás sea un aspecto irrelevante para el público en general, pero lo cierto es que un festival con jactancia de estatura internacional no puede tener este problema. Problema que le quita impacto mediático, por cuanto radios, diarios, portales e influencers no pueden transmitir con inmediatez.
Problemas en el canje de entradas. El sábado, cuando mucha gente del interior del país se presentó a canjear las entradas compradas por la web, hizo una cola de varias cuadras y demoró su ingreso al predio por, aproximadamente, cuatro horas. El fastidio se hizo sentir en las calles de Santa María de Punilla y en posteos de redes.
Demoras para comprar comida. Una cola para conseguir el ticket y otra para retirar comida. En horas pico, el espectador puede perder el show completo de un artista central. A decir verdad, este tipo de congestiones es común a todos los festivales del mundo, sólo que en algunos se ahorran un paso al disponer una billetera virtual.
Los precios. $1.000 una cerveza en vaso y tibia; $1.300 un lomito; $300 el ecovaso… La oferta gastronómica no fue muy amigable en tiempos de crisis económica.
Problemas técnicos en el escenario Sur. Además de tener una programación más abultada que el Norte, este tablado tuvo algunas complicaciones que demoraron su logística y alteraron la celosa dinámica horaria de Cosquín Rock.
María Becerra. Si bien es innegable su impacto en el público joven, todavía está muy tierna para darle la responsabilidad de ser número central de uno de los escenarios principales. Y exigió trato de diva.
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