Para comentar jeen-yuhs: A Kanye Trilogy, la serie documental sobre Kanye West de la que Netflix estrenó la primera parte, es conveniente poner el foco en Clarence “Coodie” Simmons Jr., uno de sus directores.
Porque la determinación de este realizador permitió que estén documentados al detalle los primeros pasos de uno de los artistas más geniales y extravagantes del nuevo tiempo.
A grandes rasgos, la cosa es así: Coodie logró adueñarse en 1994 de un espacio marginal en la madrugada de MTV, con la idea de visibilizar talentos de Chicago, su ciudad; lo llama Channel Zero y cuatro años después de fundarlo, diferentes circunstancias lo llevan a descubrir una crew de raperos en la que despunta un productor.
Sí, es Kanye West, quien también se cree con posibilidades como MC.
Coodie se siente subyugado por el carisma y el talento de su nuevo amigo y, con su complicidad, decide hacer un documental sobre su vida.
A ver si entendieron: Kanye West cuando no era nadie. O cuando necesitaba sacarse la ortodoncia para demostrar que también era bueno rapeando. O cuando viajaba de Chicago a Nueva York para entregar algunas producciones y cartonear un contrato.
La cámara de Coodie estuvo ahí. Por eso ahora no hizo falta salir a compaginar retazos con grabaciones caseras para construir una épica.
La primera parte de jeen-yuhs: A Kanye Trilogy es un reality al que le cabe a medias el agregado “show” porque todo sucede en estudios caseros en los que Kanye perfecciona técnicas y sienta las bases de su arribo disruptivo con The College Dropout (2004).
Kanye West, discriminado por no ser malo
En un momento del relato, Kanye pone sobre el tapete sus singularidades al decir que es discriminado por no haber matado a nadie y por ser sólo un grandioso storyteller, un preciso contador de historias.
A partir de ahí, el filme muestra su recorrido para lograr ser fichado por un sello como artista con cosas para decir y no como un genio en las sombras, que todo el mundo tiene del algún lado pero que no llega a conocer del todo.
En ese punto es muy revelador cómo Jay Z, estrella y fundador de Roc-A-Fella Records, apenas le corresponde la mirada en un evento, pese a que Kanye le produjo varias canciones de su álbum The Blueprint (2001).
Otra posibilidad estaba en Rawkus Records, label de los “raperos conscientes” del hip hop.
Kanye lo era. Sabía de donde venía, sabía de los esfuerzos de su madre Donda, profesora de inglés reconocida en Chicago. También de los padecimientos de la comunidad negra a la que pertenece...
Sus amigos Mos Def y Talib Kweli eran parte del catálogo de Rawkus Records, por lo que todo indicaba que ese sería su sello definitivo.
Pero todo se diluyó y, tras un zigzag bastante desgastante, Roc-A-Fella Records lo pone frente a 10 páginas con los términos de un vínculo de los que ninguna de las partes se arrepentirá de aquí en más.
Kanye West firma contrato con el sello de Jay Z
En la película se ve cómo Kanye toma el bolígrafo entre sus dedos y, antes de firmar, suspira emocionado como presintiendo que el mundo ya está en sus manos. Es confianza en sí mismo, claro, pero nada relacionado a los arrebatos megalómanos que se le conocieron en los últimos 15 años.
Pongamos por caso los dos últimos. 1) Amenazar con bajarse del inminente Coachella en protesta por un comportamiento de Billie Eilish. ¿Y qué hizo de malo la californiana? Contener a un fan lastimado en un concierto, algo que el artista ahora rebautizado como Ye interpretó como un dardo venenoso contra Travis Scott, a quien se le murieron varios espectadores en su festival.
2) Exigir una edición de este documental poco antes de ser estrenado en Sundance y dispuesto por Netflix, que pagó 30 millones de dólares para tenerlo en exclusiva. “Voy a decir esto amablemente por última vez. Debo tener acceso a la edición final y poder aprobar este documental antes de que se publique en Netflix”, bramó.
“Abran la sala de edición de inmediato para que pueda estar a cargo de mi propia imagen. Gracias de antemano”, completó amenazante.
Pero la primera parte de jeen-yuhs: A Kanye Trilogy es reveladora y tiene peso artístico – emocional por el muestreo de un regreso temporal de Kanye a Chicago, más precisamente al departamento de su madre.
El encuentro con Donda es pura ternura. Tras un cameo de una heladera semivacía, ella y su hijo reconstruyen una infancia aparentemente feliz pero sacrificada, para luego hacer en conjunto un tema inédito sobre el rapear en el patio de la escuela.
Empieza Donda con buen flow, le sigue Kanye.
“Camino por los pasillos de la escuela y es genial ser conocido por mi habilidad para rapear, pero ¿qué pasa con los hermanos que no la tienen como yo?”, se les oye.
“Mamá, has hecho un buen trabajo conmigo”, le dice Kanye al terminar. Y vaya que lo hizo.
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