Tres (casi 4) años han pasado desde que Rosalía sacó El Mal Querer y conquistó a todo el mundo. Desde ese momento, se dedicó a lanzar en su mayoría singles en colaboración con los artistas del momento y con mucho aire a música urbana latina.
Uno a uno, sus detractores se alzaron y sus fans dudaron. ¿Es esto lo que Rosalía va a hacer ahora? ¿Hits perreables y no mucho más? Las dudas se multiplicaron con los adelantos de su próximo y ansiado álbum, Motomami.
Del título del álbum a palabras con aire a japonés googleado y posado hasta los versos inentendibles y cuestionados de Saoko, por no decir su reggaetón en el que apenas sonaban unos momentos de jazz como para empezar a hablar de experimental.
Bueno, no es como que a Rosalía le importe, pero la próxima vez, antes de dudar de ella, me muerdo la lengua. Que otros hagan sus propios El Mal querer, Rosalía tiene mucho más para dar.
T de titánica, U de ultrasonidos, V de vendetta
Motomami es pura sorpresa, fuego, energía, belleza, un poco de monstruo, mucho de inclasificable, mucha mezcla, niña y mujer, raíces, futuro, sueños, juego, mucho juego, mucho talento. Como dijo un amigo: “Tanto me da ganas de perrear como un delirio místico”.
Al pensar en los adelantos del disco, cada vez queda más claro que nos mostró lo que nos quiso mostrar para que pensemos lo que quería que pensaramos. Que Motomami era sólo eso.
El viaje de Motomami comienza por Saoko, y el álbum es tanto de todo que no hay forma de masticarlo más que ir tema por tema, en orden. Saoko es energía explosiva y sostenida, son las motos que van a mil y que todo nos harán sentir, es la mejor presentación de Motomami. Es se viene ritmazo urbano pero ojo, también va a haber sorpresas, aún si acá apenas se insinúan.
Entre tanto ritmo contagioso, la poesía se queda corta, es un poco rebuscada, como alguien que tuvo una buena idea y tiene que chamuyar hasta hacerla tesis. Pero quedémonos con esto: “Una mariposa, yo me transformo”. La mariposa de la M de Motomami en la tapa del álbum, la Rosalía-Venus-Motoquera que nace de lo que ya es, el mar, la espuma.
Y también con “Chica, ¿qué dices?”. Quizás una primera referencia a lo que ya apareció y va a aparecer también después en el álbum: que digan lo que quieran de ella, que sabe lo que quiere y puede hacer: música que nos haga delirar y también divertirse con eso. Que la critiquen, que la copien, que ella está más allá.
Sigue Candy, un reggaetón más tranquilo y que reafirma ese estilo de a mover el toto, pero que recuerda que también puede cantar y muy bien.
Después viene La Fama, que ya conocíamos, y la única otra colaboración del álbum además de la que hace con Tokischa. No mucho más para decir que el hecho de que bachatea, de que es Rosalía pensando sobre las exigencias de la fama y el post Mal Querer, de que hasta ahora Motomami no se ha repetido ni en un solo tema.
Acá viene Bulerías. El Mal Querer no se fue, su origen está ahí y puede recordárnoslo de esta forma espectacular, creciente, con sonidos de fondo que son caramelitos para envolver con la lengua y paladear mientras las palmas y los pies hacen ritmo, fiesta aun con la solemnidad de lo tradicional.
El “¡ay!” como de niños robóticos con el que termina abre el paso a de nuevo perreo con Chicken Teriyaki, con un tonito más raperito. Descontracturar. Bailecito para Tik Tok. Motomami sigue siendo hasta acá fiesta explosiva, ganas de bailar tres días, sigue siendo diversión.
Fiesta, pero ternura y sensualidad
La fiesta sigue pero ahora vienen las pausas. La niña juega, se enamora, disfruta, disfruta, disfruta. Y está llena de sentir, no puede parar. Hentai, el otro tema que conocimos del álbum antes que él, es una cosita deliciosa y dulce. Es la mano que acaricia otra piel con sensualidad pero mucha ternura. Es sexy, es un poco guarro y también muy muy dulce, muy precioso. Y sobre la voz tan angelical como caliente, unos sonidos de fondo que refuerzan el jueguito.
Que sigue sin pausa hacia Bizcochito. De nuevo vuelven las ganas de fiesta. No para un segundo y juega muchísimo con la voz de niña típica del animé y hay algún flamenquito ahí sonando disimulado.
G3 N15. Estamos a mitad de Motomami y la canción que dijo que es para su sobrino, Genis, es la llave al corazón de Rosalía. Acá sí está toda junta toda la poesía preciosa y vulnerable. La tristeza, el amor, las dudas. Corona con un párrafo en catalán al final que es una joya.
Motomami, con solo un minuto de duración, es simplemente para cortar con la emotividad de G3 N15 y resumir esa actitud que tiene una motomami. Transición hacia Diablo, en el que se divierte con su voz, con la electrónica, con el reggaetón, con todo. Corta al medio bruscamente, sigue.
Junto con CUUUUuuuuuute, que viene tema de por medio después, son los dos temas más raros del álbum, con más subidas y bajadas. Pero con mucha mucha energía de fiesta y electrónica.
En el medio está Delirio de grandeza, del que no hay mucho que decir más que es un bolero con ese canto siempre medio flamenco de la Rosalía. Pero es, como todo el resto, hermoso y con algunos jueguitos auditivos también, claro, como no puede ser de otra forma.
Ya casi llegamos al final. 16 temas tiene el álbum. Como un G es quizás el más desprovisto de todos y con mucha mucha dulzura. Abcdefg es un interludio divertido con una letra por palabra del abecedario. M es de Motomami, motomami, motomami, claro. V es de Vendetta. Bandida, coqueta, dinamita, emperatriz. Todo tuyo, Rosalía. Ahí llega La Combi Versace, con Tokischa. Más fiesta y no mucho más.
Todo concluye como mejor puede concluir. Sakura es el precioso final. “La que sabe, sabe/ Que si estoy en esto es para romper/ Y si me rompo con esto, pues me romperé/ ¿Y qué?”. Otra vez la poesía, la voz potente española de Rosalía, la tristeza, y el fuego que consume todo.
Pero la que sabe, sabe. ¿Qué vendrá después? ¿Algo más hijo de sus dos álbumes anteriores? Algo que no sea ni lo redondo y cerrado de El Mal Querer ni los ángulos afilados y profundidades cálidas de Motomami. Qué será. Que pasen años de nuevo, si es para esto y más, no importa. Estaremos esperando, con la fe renovada, porque “primero está Dios” y después La Rosalía.
