Pocas cosas más desasosegantes y tristes que la muerte repentina de Palo Pandolfo, que se produjo ayer luego de un desvanecimiento callejero en el porteño barrio de Caballito.
No sólo porque el cantautor, de 56 años, era un artista imprescindible de la música argentina, sino también porque hace sólo una semana había estrenado una composición vital, estimulante.
La había titulado Tu amor y potenciado con una invitación a Santiago Barrionuevo, de Él Mató a un Policía Motorizado.
Con un desarrollo simple, y la alternancia en el estribillo de los versos “En la madrugada viene tu amor” y “Todo el universo tiene tu amor”, en esa canción Palo daba señales de entrar en una nueva fase creativa.
De vivir un renacimiento que, sin embargo, no reñía con las diferentes etapas de su trayectoria.
Ni con la psicodélica del primer Don Cornelio La Zona, ni con la oscura, revolucionaria y reventada de la segunda versión de esa banda que transitó el deshilachamiento de la primavera alfonsinista.
Mucho menos con el fragor arrabalero y bailable de Los Visitantes, con la que le opuso tradición festiva a una época dominada por la despersonalización y la desarticulación colectiva.
Tampoco con una carrera solista en la que materializaba una mutación constante; en la que podía ser un tanguero - folklorista que escribía con soltura sobre el campesinado o un rocker altivo dispuesto a electrocutar su ego.
Todos esos “Palos” estuvieron enhebrados por un manejo singular de la lírica. Era disparatada, alucinógena, modernista y, por sobre todo, llevaba impregnada observancia callejera.
“Tazas de té chino es la letra, la poética. Igual groovea, tiene algo recitativo cercano al rap. Es un código que se sigue desarrollando. Esa letra tiene una vibración que es como un milagro. ‘Un lugarteniente cabizbajo, doctor en medicina…’ Habla bien de nosotros que ese disparate se convierta en algo pop”, nos decía Palo en situación de entrevista.
Pero por la edición de Tu amor, nos había ofrecido otra más hace unos pocos días. Siete, a lo sumo. Y estremece lo que expresó en ella: “La canción es una transmigración, un cambio de estado del alma. Representa la muerte de algo y su renacimiento, un viaje hacia otro estadío”.
Y la sensación de estupor se agudiza al notar la reivindicación que en la misma charla hizo de Willy Crook, otro rocker fallecido en este tiempo enrarecido.
“(Con Willy) Nos seguíamos en Facebook y cuando fui a su perfil, vi los flyers de sus últimas presentaciones y que éstas habían sido recientes. Me sentí bien al verlo y al poder compartirlo”, dijo.
“Me parece heroico como final de una vida intensa, creativa y muy expresiva. Una vida al mango. Él era como soy: un desarrollador del formato solista en el que no sólo sos Gardel y Lepera sino también Gardel, Lepera y Corsini”, amplió.
Palo Pandolfo debutó en Córdoba con Don Cornelio y La Zona el 4 de marzo de 1988, en el marco del Chateau Rock y con el respaldo conseguido por el impacto radiofónico de Ella vendrá, su pináculo.
Pero al interpretar el hit, lo rompió por completo. Lo cantó a los gritos, desafiante. Ese gesto presagió algo más que la inminente edición del revulsivo Patria o muerte (publicado hacia fines de 1988). También sirvió para entender la relación de Pandolfo con una popularidad que se le manifestaba esquiva.
No complotaba abiertamente contra ella, pero su ardor creativo lo ponía en el nivel de los músicos de culto, donde no hay lugar para la obnubilación fugaz sino para la adoración trascendental. No suele haber lugar en los charts para lo visceral.
De aquel Chateau de fines de los ’80 a hoy, Palo Pandolfo no paró de tejer relaciones en nuestra plaza. Primero encontró un aliado en el productor Héctor “Perro” Emaides, quien le generó las condiciones para que con Los Visitantes trabaje una base de fans, y luego su propia relevancia le abrió paso para pisar el escenario que se propusiera.
No hay club local que no lo haya recibido con honores ni público que se haya resistido a su embrujo.
Murió Palo Pandolfo. Podemos optar por creer que es una pesadilla o esperar que la transmutación referida por él mismo se desarrolle en paz.
Un creador potente como él sólo merece un plano superior.
Siete preguntas a Palo Pandolfo: Resonancias de un grotesco urbano
