Demasiadas plataformas, demasiado contenido para estar al día. La excesiva oferta de series y películas adormece el paladar del consumidor, hasta el punto de verse seducido por una obra en las antípodas de la superproducción. Esta es sólo una de las razones que explican el éxito mundial de una serie de 50 videos sobre su esposo que grabó una usuaria de TikTok.
Teresa Johnson vive en Estados Unidos y aparece en esta red social como “Reesa Teesa”. Es la narradora de su propia historia, que tituló “Who the fuck did I marry?”, que podría traducirse como “¿Con quién carajo me casé?”. A lo largo de 50 videos de 10 minutos cada uno (poco más de ocho horas), cuenta cómo conoció, se casó y se divorció de un hombre que ella considera un mentiroso patológico.
La pareja se conoció por Tinder y a los pocos meses estaban viviendo juntos. Legion (nombre ficticio) iba a trabajar, hablaba por teléfono con su familia y mostraba resúmenes bancarios con saldos de U$S 700 mil. Teresa sintió desde el comienzo que algunos datos y explicaciones de su pareja no le cerraban, pero se los guardó.
Con la paciencia de quien sabe manejar muy bien el suspenso, la tiktoker cuenta cómo descubrió que el trabajo de Legion era mentira, que en realidad los llamados por teléfono fueron fingidos, que esos fondos bancarios no existían. Además de verse en un matrimonio para nada feliz, Teresa se encontró con un absoluto desconocido viviendo en su propia casa.
Cámara en mano
El relato está muy bien desarrollado: fino en los detalles, fluido, maneja muy bien tiempos y tensiones, al punto de terminar cada video con un cliffhanger desesperante. Teresa ni siquiera usa filtros para su imagen, habla mientras maneja en su auto o en el living de su casa. Esta frugalidad de recursos pone en primer plano la historia, que, lamentablemente, podría ser la de cualquiera.
En pocos días, los videos contaron con millones de reproducciones, análisis y réplicas. Los usuarios veían la serie mientras trabajaban, se entrenaban y limpiaban sus casas. Muchas mujeres se decantaron por el humor grabando videos de interrogatorios a sus esposos. Un verdadero fenómeno.
Indiscreciones
La historia de Teresa, la simpleza de un relato que podría ser de la vecina de enfrente, cae por entero en la categoría de chisme. No los conocemos a ella ni a su exesposo, ni siquiera es de nuestro país. ¿Habla bien de nosotros que nos interese tanto la vida ajena? La respuesta es, obviamente, afirmativa.
Los chimentos son un género narrativo que en la televisión ya casi no tiene prestigio. Eso no implica, sin embargo, que no tengan una función social.
La sociología y la psicología social encuentran que el chisme es uno de los medios para la construcción de la subjetividad. Los vínculos afectivos colaboran en la cohesión y disolución de grupos sociales. Entender qué está bien o mal visto en una comunidad condiciona los comportamientos, operando a la par de otros valores morales.
El chisme permite, además, que el individuo identifique su propio lugar dentro de ese grupo, ofrece una orientación para saber quién es y qué se espera de él. Es información que circula entre pares, fortaleciendo una horizontalidad fraterna entre quienes deben enfrentarse al mismo jefe, al mismo profesor, a la misma injusticia. El chisme advierte, previene y acompaña.
Teresa afirma que su intención fue ser escuchada al menos por una mujer que tuviera las sospechas que ella tuvo. Habla a la cámara con la confianza de una amiga íntima, sabiendo que el mayor beneficio que tendrá el peor episodio de su vida es convertirse en un escandaloso chisme.
