“¿Quiénes de ustedes estuvieron en Mariscal? ¿Y en lo de Aerosmith? Nos llenaron de gargajos”, preguntó y rememoró Iván Noble en el Quality. Los recuerdos eran sobre lugares y momentos de Caballeros de la Quema en Córdoba hace mucho, mucho tiempo, cuando la historia de la banda empezaba a construirse y la juventud aún era una promesa.
Caballeros de la Quema tocó el sábado por la noche en Córdoba, ante unas 3.000 personas, para celebrar los 25 años de La paciena de la araña, el cuarto álbum en estudios y el que los convertiría en una banda para consumo masivo gracias a un hit inoxidable.
Y tocaron bien, muy bien. Puede decirse que volvieron mejores (la reunión, asegura Noble, durará un par de shows y es difícil que graben nuevo disco), en una celebración intensa por lo emocional y lo físico, y con un sonido de mucho ensayo, lleno de virtuosismo instrumental y la química indestructible de los viejos amigos.
El primero de los 24 temas fue “Todos atrás y Dios de 9″ (”orsay”, como dicen el el CD original), tercer track de La Paciencia. Noble, Martín Mendez y Pablo Guerra, la histórica línea de tres de la banda, mezclaron a buen volumen guitarras y voz, y trasladaron al público hacia la década del ‘90 para dar inicio a un show de más de dos horas.
La celebración contempló todos los temas del disco. Pero Caballeros era conciente del significado del momento: quizá no vuelvan otra vez, lo que en la ponderación de sus integrantes dio como resultado un repaso por los mejores (en opinión de quien esto escribe) temas de la banda.
Subieron a escena, entonces, los más oscuros y guitarreros “Patri” y “Carlitos” (de Manos Vacías); “Pejerrey” (Sangrando); “Jodido noviembre”, “Hasta estallar” y “4 de copas” (de Perros, perros y perros), y también los más pop, con teclados y vientos como “Fulanos de nadie” y “Sapo de otro pozo” (de Fulanos de nadie).
Semejante ofrenda musical llevó a Noble, luego de varios repiquteos para cardio, a pedir un “Santi Mareate para tubos de oxígeno”, en clave cómplice con público cincuentero que se animó por momentos al agite aunque, en muchos más momentos, prefirió la contemplación agradecida por el recital.
Hubo, en el vendaval nostalgioso, un momento de homenaje a Charly con una versión caballeresca de “Yendo de la cama al living”, que a la voz de Noble le queda realmente muy bien. “Siempre hay que volver a García”, dijo el cantante.
El repaso de Caballeros también permitió reiterpretar el rol de la banda en los ‘90 de Argentina. Nacidos en el Conurbano, fueron moldeados por un menemismo que pasó de la ilusión convertible a la recesión paralizante. Desde allí, Noble cultivó una ingeniosa forma de resolver su angustia juvenil en letras que mezlcaron sapiencia literaria y pasión futbolera.
“Porque suena y suena el río, se viene el agua, viene, viene el agua”, escribió en 1998, por ejemplo. Visto en perspectiva, su pronóstico fue acertadísimo. Tres años después, Argentina explotaría en una crisis sin precedente que abrió un nuevo escenario político y social, expuso descarnadamente al Conurbano bonaerense como la gran herida argentina, y empujaría a Caballeros a la separación.
Así, reversionadas, muchas de las canciones más sociales que tocaron el sábado en Córdoba, siguen siendo tan actuales como cuando nacieron. Las aguafuertes lúgubres de Noble sobre la barriada de Morón (su lugar de nacimiento), la idea de una crisis eterna (”Porque este charco no tiene borde”), y el desprecio por el sultán en la Rosada. Todo sigue allí hoy. Quizá, potenciado pero intacto.
Como todos esperaban, sobre el final llegó “Avanti Morocha”, el mega hit de La Paciencia, un clásico desde hace años (entre las 100 mejores canciones del rock nacional, según Rolling Stone), el tema que los hizo parte del mainstream, y también el centro de la crítica rockera más conservadora que, por aquellos años, no perdonaba el éxito.
