Desde hace ya varios años que Pedro Alfonso, con la producción de Dabope detrás, dio con la fórmula para su éxito teatral en Villa Carlos Paz, algo que viene repitiendo desde hace 12 años. Típica comedia de enredos, con un elenco de figuras con trayectoria televisiva más el aporte de humoristas y alguna personalidad de redes con llegada al público joven, más su sello como protagonista. Este verano no es la excepción a este esquema.
Un plan perfecto apela a la temática del robo de un botín encerrado en una caja fuerte, que es disputado por dos bandos, cada uno con su propia estrategia para dar con su objetivo.
Por un lado están León (Pedro) y Jazmín (Paula) y por el otro Aníbal (Rodrigo Noya) y Rosa (Romina Gaetani) tratando de hacer de las suyas en la casa del excéntrico Antuán (Pachu Peña), un pintor ególatra pero de escaso talento. A ese enredo se les sumarán el Oficial Jiménez (Camilo Nicolás) y una influencer y joven mamá (Agustina Agazzani), para desatar las confusiones.
Hay cosas que funcionan a la perfección y otras que al menos a esta altura de la temporada (siempre suelen haber modificaciones sobre la marcha en esta instancia) todavía se pueden ajustar.
El principal punto a favor es que las “individualidades” funcionan: Pachu, con su sola presencia, ya hace reír. El rosarino está en un estado de gracia total, y en su metralleta de frases explosivas va colando referencias insólitas y absurdas, mientras su vestuario se torna cada vez más delirante.
Camilo Nicolás es un digno representante de la chispa cordobesa, con una mezcla de gags físicos y humor torpe muy efectivo, y Rodrigo Noya sigue explotando hábilmente su eterna apariencia “de criatura” a su favor.
Romina Gaetani aporta la furia arrabalera de su personaje ambicioso y calculador, mientras que Agazzani da el guiño para los millennials con su lenguaje de redes.
Y por supuesto, Pedro y Paula mantienen intacto su magnetismo que hace explotar a su platea. Él, nuevamente en ese registro de pavote atolondrado (en este caso un cerrajero, con todo lo que eso implica) y ella, como alguien que busca hacer justicia y ayudar a su abuela.
El problema es que a medida que va avanzando la trama la fluidez del comienzo por momentos se empasta en giros algo rebuscados, quitándole dinamismo al relato y agregándole elementos poco eficaces.
Pero finalmente la historia encuentra el camino para desembocar en un desenlace delirante y, por supuesto, feliz.
Párrafo aparte merece todo lo que sucede en la escena “poscréditos” una vez terminada la obra, porque empieza prácticamente un programa de televisión con Pedro como conductor, haciendo subir a gente al escenario, conversando, y riéndose en una cercanía que el público agradece, y mucho.
