Santos Consalvi, el “nono Chichín”, era un residente de Núñez del Prado, un pueblito cercano a Colonia Caroya. El asentamiento se dispuso en torno al ferrocarril y Santos era empleado del correo argentino. Además, junto a su familia, tenían un almacén de ramos generales.
“Le gustaba consumir fiambres como a todo gringo de campo y empezó a producirlos para consumo propio, como se hacía antes: cada familia ayudaba a otra a elaborar los fiambres y ahí perfeccionó su técnica y su receta. Al tiempo decidió comenzar a vender esos productos”, cuenta su nieto Miguel Farroni, quien junto a su hermano Lucas es tercera generación de la familia. Junto a su padre y al resto de la familia se encargan de todo el emprendimiento.
“Íbamos a pasar muchos eventos familiares a Núñez del Prado y tenemos muchos recuerdos muy lindos. Por ejemplo, las carneadas. Muchas sensaciones del campo, aromas, el paisaje diferente al que estamos acostumbrados ahora. Los productos que más nos identifican son el salame picado grueso y el jamón crudo, que es la receta de nono Chichín. Finalmente, él la armó resumiendo varias recetas y sacó la propia, que es la perla del lugar”, agrega Miguel.
El nono Chichín se casó con la nona Quica, tuvieron dos hijas y un varón que fue párroco en Valle Hermoso. Por eso la familia desembarcó ahí, además de que el clima era más favorable para una de las hijas, que tenía problemas de salud.
El nono se había quedado en el campo con la nona Quica pero los convencieron de instalarse ahí y largar con una fábrica de embutidos. “Ya tenía 70 años y algunos problemas de salud pero igual se arriesgó a dejar atrás su vida y comenzar su emprendimiento en Valle Hermoso. Dejó atrás amigos, familia, rutina y costumbres”, dice Miguel.
A comer
El restaurante se abrió casi por pedido de la gente. Es que el nono Chichín era el encargado de ventas de la fábrica y pasaba mucho tiempo en el negocio, le gustaba mucho conversar con la gente. Un día llegó el primer cliente de Buenos Aires y le comentó que querían comer cabrito con un grupo de sus pagos. }
El nono se ofreció a hacerlo en el horno de barro. Nunca lo habían hecho para otros, sólo para la familia y sus amigos. Lucas se encargó del fuego y los hermanos hicieron de mozos.
El grupo quedó tan conforme que les hizo propaganda en el hotel donde se hospedaban y empezó a caer gente. Se hizo cada vez más grande el boca a boca y no les quedó otra que abrir el restaurante.
“Siempre fuimos buenos anfitriones, siempre hicimos eventos familiares y la mayoría de los integrantes de la familia sabe cocinar. Nuestros antepasados también eran de hacer mucha comida pero ninguno se dedicó a la gastronomía para la venta”, cuenta Lucas.
La destreza, la amabilidad y la calidez para recibir ya estaba en sus genes. En su pueblito Núñez del Prado el nono Chichín hacía comida para sus amigos o gente que iba a pasar todo el día al campo. “Como todo gringo de campo siempre era un gran anfitrión, la nona cocinaba muy bien, la mamá del Nono también cocinaba de maravillas. Lo mismo el sacerdote. Todo eso se hereda”, dicen.
En la división de roles, entre la fábrica y el restaurante, a la cabeza está la nona Quica que maneja todo “y no puede faltar”. En la producción está Norberto Farroni -el yerno del nono- con sus hijos, Lucas y Miguel, que lo ayudan junto a otros colaboradores. Las ventas están a cargo de algunas de las mujeres de la familia: la mamá Viviana (hija de nono Chichín) Agus y Gilda (nietas). El equipo se completa con Matías y José: “Ya se viene la cuarta generación y esperemos que alguno de ellos siga con todo esto”, se entusiasman.
Tablas de achuras y cabrito al horno de barro
Los platos que se ofrecen en su mayoría son carnes asadas, desde tablas de achuras al ya célebre cabrito al horno de barro. También hay pastas con recetas heredadas: tallarines, canelones y sorrentinos caseros.
Obvio que no faltan las picadas. Casi todos los platos van acompañados de fiambres de producción propia y son imperdibles las empanadas de cabrito.
En los postres se destacan los dulces en almíbar que hace la nona, flanes, budines caseros y helado artesanal. “El menú es acotado porque buscamos ofrecer cada producto a la perfección”, añaden.
Recetas al pie de la letra
La chapa de 60 años haciendo embutidos se percibe en la calidad de los productos. “Tratamos siempre de respetar la calidad de los productos, los tiempos de elaboración y, sobre todo, respetar la receta del Nono. No se modificó nunca y desde hace 60 años se hace lo mismo. No se usan conservantes, es todo natural y artesanal lo que producimos, hay que respetar los tiempos de cada producto”, explican.
La tabla de fiambres está compuesta por salame picado grueso y fino, longaniza, jamón crudo, lomito de cerdo, bondiola, lomo ahumado, morcilla, mortadela, paté y quesos saborizados.
Para los anfitriones, “nono Chichín es un lugar de encuentro, donde la gente se siente cómoda, a gusto. Los comentarios de la mayoría son que se sienten como en casa, es un lugar confortable, con un espacio al aire libre muy lindo para recorrer. La gente siempre nos pregunta si nosotros no nos cansamos de comer fiambre y la verdad es que no te cansás nunca, nunca. Hay clientes que son de la primera época y ya para nosotros son amigos. A ellos les gusta el progreso que hemos tenido en este tiempo”.
Integrantes de la red Utuco ofrecen también productos regionales de artesanos de la zona: desde ponchos, cuchillos, tablas y mates hasta cerámicas. Además, alfajores, licores, arropes y yuyos de las sierras para el mate para llevarse un gran recuerdo de Valle Hermoso.
* Especial
