Es un hecho. El componente gastronómico de Cosquín Rock no deja de evolucionar al compás del crecimiento del festival y muestra cada vez más variedad.
Aquellas ediciones en las que las hamburguesas y los panchos eran casi las únicas opciones han quedado muy atrás. Y no hizo falta pasar por el espacios Non Barro (cocina de montaña de autor) o Tomar & Beber (con vermutería, vinatería y cafetería de especialidad) para comprobarlo.
Más allá de los conos de papas ($ 1.000) o de las mitades de pizzas ($ 1.500) para “zafar”, entre las opciones disponibles en el Pop Up de Mercado Alberdi instalado en el predio, también se podían degustar diferentes platos antes impensados en un festival de rock.
Además de sándwiches de diferentes cortes de carne asada (varios de bondiola, entre $ 2.200 y $ 2.500), hamburguesas de varias clases (también entre $ 2.200 y $ 2.500) o lomos (de $ 2.300 y $ 2.500), sorprendieron variantes como la porción de sorrentinos fritos con salsa a elección ($ 2.200), el pitachori (chorizo en pan de pita, $ 1.900) y el pollo frito en diferentes preparaciones ($ 2.000). También, dos clásicos mejicanos: burritos y tacos (con nachos y salsas, ambos a $ 2.100).
Y algo fundamental para los tiempos que corren: el público vegetariano y vegano, contemplado con creces. En ese rubro, podía optarse por el playero choclo asado con manteca ($ 700, 2x $1.200), wraps veganos ($ 2.000), ensaladas ($ 1.600) y hasta una parrilla sin carne, con sándwiches también veganos entre $ 2.100 y $ 2.500.
La nota de color la dio la cafetería de especialidad instalada en el Tomar & Beber. Gracias al inesperado clima más fresco en relación con otras ediciones, ese sector tuvo una demanda inesperada, que contrastó con la poca concurrencia que tuvo la heladería Grido en su versión festivalera. El café (frío o caliente) se vendía únicamente en promo junto a un budín o un scon de queso ($ 2.000), aunque hubiera más amable poder comprar la bebida por separado.
Y hablando de bebidas, otro dato para tener en cuenta. Sin contar el ecovaso que hay que comprar para garantizarse el servicio, la cerveza tien un precio de $ 2.200 como base y el fernet alcanza los $ 3.000. Si se tiene en cuenta que son valores similares al de la mayoría de las opciones de comida. Más allá de que es un negocio, el precio de estas dos populares bebidas es otra de las quejas recurrentes de los asistentes.
En ese sentido, lo que parece estancado en el tiempo es el sistema de venta de tickets que luego hay que canjear. Los reclamos por las largas colas se escucharon en diferentes sectores y replantean un dilema todavía pendiente para el mayor festival masivo del interior del país. Incluso habiendo previsto una alternativa mediante una app, las filas en las cajas y en los distintos puestos de comida evidenciaron una postal que no deja de repetirse cada febrero. ¿Tendrá solución?
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