Detrás de la búsqueda de comodidad hay algo más profundo que una simple elección, puede esconder la intención de sentirse refugiado o encontrar calma en una rutina ajetreada.
La ropa es un lenguaje, un medio de expresión que habla incluso cuando no se quiere decir nada. Y las prendas cómodas son las que más hablan, incluso cuando las elegimos sin pensar.
Vestirse cómodo y la opinión externa
La vestimenta, las emociones y las sensaciones están muy relacionadas, vestirse cómodo dependerá de lo que cada uno asocie a esa sensación.
Según explica Paula Martínez, psicóloga especializada en imagen personal, puede ser para no sentirse apretado o para sentirse más liviano, pero también puede significar la urgencia de evitar o desviar la opinión ajena y de suavizar las exigencias externas.
Desde la psicología de la imagen, la elección de la ropa se analiza como reflejos de la manera en que se habita y experimenta el mundo. La comodidad tiene muchas aristas, lo importante es que cada uno pueda reconocer lo que representa para sí mismo ya que eso es lo que determina la personalidad.
Un denominador común
Las personas que eligen vestirse cómodas tienen ciertos aspectos en común.

- No buscan complicaciones, son pragmáticos. Eligen lo que les funciona y les es eficiente. No renuncian a la coherencia personal.
- Las prendas suaves y holgadas generan una sensación de protección. Allí muchas personas encuentran seguridad, logran calmar su mente y aliviar la tensión externa. Mantienen un gran bienestar emocional.
- Una persona que elige la comodidad no es alguien que busque agradar sino respetar su propio ser.
- Son equilibrados. La comodidad es una herramienta de regulación emocional. Estas prendas no demandan energía mental, liberan espacio para otras áreas importantes como vínculos, trabajo y bienestar personal.
- Sentirse bien con lo que se lleva puesto no es algo irrelevante, implica una gran autoestima. Cuando se elige conscientemente, no es autoabandono, es respeto.
Comodidad o zona de confort
Martínez aclara que hay una delgada línea entre la comodidad y mantenerse en la zona de confort. No hay que confundir cuando uno se viste cómodamente porque da paz, a cuando uno se viste de esta manera para evitar mirarse o analizarse de manera profunda.

La comodidad puede convertirse en un medio para esconderse o desconectarse de sí mismo y de la imagen que quiere proyectar. Puede volverse un disfraz que implica consecuencias negativas en la autoimagen y el autoestima.
La pandemia por coronavirus fue un suceso en el cual las personas redescubrieron el confort de las telas, cortes amplios y el rostro sin maquillaje. Aunque fue un hecho necesario, muchos continuaron aferrados a ese modo de vestir y vivir.

Lo importante para destacar, insiste la especialista, es reconocer cuándo se elige este tipo de prendas desde la intención y no desde la cotidianeidad. Tener en cuenta el estado de las prendas, el talle correcto, y priorizando la consciencia más allá de la simpleza es la mejor manera de encontrar un punto justo entre el placer sensorial y el respeto a tu propia imagen.



























