Su única pierna no le impidió violar la prisión domiciliaria, ir hasta la casa de su hija y gatillarle a la exesposa. El reincidente delincuente Guillermo “Peto” Hilario Romero, dos veces condenado por múltiples delitos, volvió a la cárcel a dos meses de haber recibido la domiciliaria.
El changarín de 46 años, padre de siete hijos y con una sola pierna desde los 16, había sido condenado a cuatro años de prisión por venta de drogas en diciembre de 2020, durante un juicio abreviado ante el Tribunal Oral Federal N° 1 de Córdoba (TOF1).
Fue su segunda sentencia adversa, luego de la que había recibido exactamente un año antes por parte de la Justicia de Villa María, por robo calificado con arma y agravado por la intervención de un menor de edad, lesiones leves, amenazas calificadas (dos hechos), amenazas, coacción (tres hechos), tenencia ilegal de arma de uso civil y tenencia de estupefacientes con fines de comercialización. En esa ocasión, le impusieron ocho años de prisión.
Con la segunda condena, la pena se unificó finalmente en nueve años de prisión.
La vida de “Peto”, un historial de violencia
Romero arrastra una profusa historia de violencia y delincuencia. Se probó que golpeó y amenazó a un grupo de mujeres y amigos, a la vez que recurrió a un menor de edad para apuntarles con un arma de fuego. Los hechos sucedieron entre 2016 y 2018.
En 2017, “Peto” y uno de sus hijos menores, quien portaba un arma de fuego, amedrentaron a tres mujeres (dos de ellas hermanas) y a los amigos de ellas mientras caminaban por el bulevar Roca, en Las Perdices. La pequeña localidad está ubicada a 187 kilómetros al sudeste de la ciudad de Córdoba.
“Las vamos a matar, ya van a ver ustedes. Uno que mate, ya está…”, les gritó “Peto”, al tiempo que el hijo les apuntaba con el revólver, según los dichos que se conocieron en el juicio cubierto por El Diario, de Villa María.
Minutos después, volvieron a encontrarse el grupo y Romero, esta vez cerca de una estación de servicios YPF situada junto a la ruta nacional 158, ocasión en que volvió a amenazar al grupo: “¡Vengan acá, vengan acá; las voy a matar…!”, les decía.
En otra ocasión, junto con una hija del imputado, disparó contra las hermanas cuando retornaban de un baile en la zona rural de Las Perdices.
También vendía drogas
A Romero no le bastó con los robos y las amenazas; también se sumió en el mundo de la comercialización de estupefacientes.
A la tenencia de drogas (en la causa en la que fue condenado en 2019), el fiscal general ante el TOF1 Maximiliano lo acusó por la venta en su casa, ubicada en Córdoba 1080, de Las Perdices, durante enero, marzo y abril de 2012.
La investigación comenzó cuando el Juzgado Federal de Río Cuarto intervino la línea telefónica de un sospechoso. Allí se conoció que el hombre compraba marihuana a “Peto”.
Los investigadores observaron que el dealer operaba de la misma forma, de manera regular: en diversos horarios (desde la siesta hasta la noche) y en pocos minutos, entregaba diferentes cantidades de droga (cocaína y marihuana) a disímiles compradores (“pasamanos”).
Si bien en dos de los hechos por los que fue llevado a debate fueron cantidades menores (entre cinco y 13 gramos), el 5 de abril de 2012 la Policía le encontró la mayor tenencia con fines de comercialización.
Le secuestraron 613 gramos de marihuana (picadura y semillas) y 2,6 kilos de cocaína. Las sustancias se encontraban fraccionadas y distribuidas sobre la mesa de la cocina, un bolso portatermo y en la campera que Romero vestía. También le incautaron un auto robado, una licuadora, una balanza digital, bolsas y cinta de acetato, todos elementos utilizados en la preparación de los estupefacientes con miras a su introducción al circuito ilegal.
Fue imputado como autor de comercialización de estupefacientes (tres hechos) y tenencia de estupefacientes con fines de comercialización. En el juicio abreviado, el delincuente admitió su participación y responsabilidad criminal, y el fiscal Hairabedian solicitó cuatro años de prisión.
“Peto” manifestó que era consumidor de cocaína y marihuana desde hacía 15 años y se expresó a favor de someterse a un tratamiento de rehabilitación. La jueza Carolina Prado lo condenó a cuatro años por comercialización de estupefacientes.
Salida y rápido reingreso a la cárcel
En abril pasado, Romero fue incorporado al régimen de prisión domiciliaria en su casa, con las habituales medidas de restricción para estos casos: no ausentarse del domicilio sin previa autorización del tribunal, por riesgo de revocación del beneficio acordado (ley 24.660).
“Peto” debía permanecer dentro de los límites del inmueble, siendo la única excepción admisible para su egreso aquella fundada en los motivos de salud. En tal caso, debía comunicar a la jueza –con antelación suficiente– la necesidad de concurrir a algún turno médico.
A poco más de dos meses desde su salida de la cárcel de Villa María, el 23 de junio, la Fiscalía de Instrucción del Primer Turno, a cargo de Silvia Maldonado, dictó una exclusión del domicilio donde se encontraba cumpliendo con la domiciliaria, puesto que había sido denunciado por su hija y esposa por amenazas.
Fue reubicado en otra propiedad. Una semana después, una hija de Romero denunció ante la fiscal provincial que “Peto” se habría apersonado en su casa y habría amenazado de muerte a su exesposa (le habría gatillado un arma). Al parecer, nada le impidió movilizarse a pesar de tener una sola pierna (cuenta con una pierna ortopédica) y valerse de muletas.
Por ello, se dispuso la detención y el traslado nuevamente a la cárcel. El fiscal Hairabedian pidió a la jueza Prado la revocación de la domiciliaria al incumplir “injustificadamente la obligación de permanecer en el domicilio fijado a los fines de cumplimentar el beneficio concedido”.
Para Prado, “conforme surge de las constancias, tras incidentes ocurridos en el domicilio familiar previamente establecido en el legajo de ejecución para el cumplimiento de la detención del nombrado, Romero egresó del domicilio fijado en segundo término para el cumplimiento de su detención domiciliaria, sin previa comunicación y autorización del tribunal”.
“Así, se desplazó hacia el domicilio de una de sus hijas, violando no sólo la imposición de permanencia en el lugar de este tribunal, sino además la orden de exclusión de domicilio dictada por la Fiscalía de Instrucción del Primer Turno, y presuntamente allí habría amenazado de muerte a su concubina y le habría gatillado un arma”, indicó.
De esta forma, Romero volvió a la prisión, en paralelo se investiga la denuncia de su hija en el fuero ordinario.
