Un testimonio de un vecino de Villa Rivera Indarte da cuenta del accionar del guardia de seguridad acusado por el crimen del adolescente de 15 años Mateo Ochoa, ultimado de un disparo en la cabeza. El detenido, Carlos Marcelo Caligaris, un expolicía con un pasado judicial turbio, ya había protagonizado incidentes violentos y amenazas con arma de fuego contra jóvenes en ese sector de la capital cordobesa, según relató un residente de esa barrio.
La causa contra Caligaris por la muerte de un chico de 15 años
Caligaris, de 61 años, fue detenido e imputado como supuesto autor del crimen de Mateo Ochoa, cuyo cuerpo fue hallado el miércoles por la noche en la calle Las Varillas al 9400. Este caso ha reabierto un capítulo oscuro en la historia de Córdoba, ya que Caligaris fue juzgado y absuelto en 1996 por el brutal cuádruple crimen de su familia: su esposa, Graciela Comas, y sus tres hijos pequeños, quienes fueron ultimados a disparos en la sien en 1994. Fue absuelto por el beneficio de la duda.
El expolicía, que fue jubilado de la Policía de Córdoba en 2008, trabajaba como guardia de seguridad barrial “de civil” y en su propio auto, un Peugeot 504, siendo pagado mensualmente por un grupo de vecinos para realizar rondines. Sin embargo, su conducta era alarmante, según el relato de testigos.
Una vecina relató a Radio Mitre Córdoba que Caligaris le había dicho a su esposo: “Yo el que vea con actitud extraña, lo bajo, pumba”, mientras le mostraba un arma.
Los testimonios revelan un patrón de comportamiento agresivo:
Otro vecino indicó que hace aproximadamente dos o tres años, sus dos hijos, junto a tres sobrinos, fueron abordados por Caligaris mientras regresaban de un partido de Instituto. Los jóvenes, que en ese momento tenían entre 9 y 14 años, venían “tirándose piedritas” y charlando. Caligaris los detuvo, “los puso contra la pared y les apuntó con la misma pistola" que se sospecha fue usada para matar a Mateo. Este incidente dejó a los chicos “medio mal”.
Más recientemente, el sábado previo a la detención de Caligaris, “le disparó a otro vecino, Martín, quien es árbitro de fútbol y venía corriendo a casa con una mochila y una capucha porque su familia lo esperaba para comer”. Al parecer, y según el relato, Caligaris lo vio “sospechoso” por ir corriendo y le disparó a los pies, deteniéndolo.
- Los vecinos comentan que era “habitual” que Caligaris tuviera “actitudes mala con vecinos, con gente que ha visto en estos sospechosa, pasando en una moto, los seguía o también tiraba tiros”.
- Se destacaba que “tiraba los pies”, sin que se supiera si la intención era herir o solo asustar.
La comunidad expresa su preocupación, ya que muchos vecinos contrataron a Caligaris sin conocer su controvertida historia judicial ni sus antecedentes de haber sido investigado y absuelto por el asesinato de su propia familia.
La fiscal de instrucción Liliana Copello ha imputado a Caligaris por homicidio agravado por el uso de arma de fuego. Hasta el momento, el arma de fuego no ha sido encontrada por la justicia, y Caligaris se ha mantenido en silencio desde su detención, sin emitir “ningún tipo de palabra” ni realizar “ningún llamado al 911” advirtiendo sobre alguna situación de peligro.
La falta de cámaras de seguridad en la zona ha dificultado la tarea de los detectives, pero el trabajo de calle y la toma de testimonios han sido clave en el avance de la causa.
Este nuevo caso de Caligaris se inscribe en un contexto de inseguridad en la zona, donde los vecinos han reportado constantes robos y episodios de violencia.
En 2008, fue jubilado de la Policía de Córdoba.

Otra vez preso y por matar
Ahora, Caligaris vuelve a quedar detenido en Córdoba y por un homicidio.
La Voz no difunde su rostro para no entorpecer la actual investigación judicial.
Respecto a la actual causa, todo se descubrió al filo de la medianoche del miércoles pasado cuando unas personas que andaban en un auto vieron el cuerpo de un joven tirado en la calle Las Varillas al 9400 de barrio Villa Rivera Indarte, en la zona noroeste de la Capital cordobesa.
De inmediato, llamaron al 911 y, a los pocos minutos, arribó la primera patrulla policial. Ya no quedaba nada por hacer.
El joven yacía muerto con un disparo en la sien.
Al cabo de un rato, y en medio de la conmoción vecinal, la zona quedó repleta de investigadores policiales, jefes y jefas de la fuerza, peritos y funcionarios judiciales.