El hombre no se anduvo con vueltas. El hombre es conocedor del barrio, de la zona, pero sobre todo del barro; del barro profundo, de las miserias, de los excluidos, de los invisibilizados de siempre, del narco, de su operatoria, de las redes, de sus víctimas, de sus negocios, de las complicidades. Es conocedor de todo. Pero no se queda en el simple conocimiento. No hace libros ni dicta simposios, ni trabaja como consultor.
Desde hace más de 13 años, Mariano Oberlín viene trabajando allí, en ese barro, para tratar de torcer un sistema y una maldita realidad que –él sabe– no va a cambiar en el mediano plazo.
De todos modos, no baja los brazos y sigue trabajando para tratar de torcer por lo menos un ápice de esa realidad. Trece años lleva el cura Oberlín trabajando en la franja este de Córdoba capital. No se queda en la parroquia. No hace la fácil. Pelea con los suyos para rescatar vidas y salvar existencias en serio.
En ese complejo camino, como tantos camaradas suyos, se cansó se recibir aprietes de todo calibre.
En las últimas horas, hastiado tras un nuevo ataque armado contra los suyos, pero sobre todo hastiado de esta realidad, Mariano Oberlín no se anduvo con vueltas y salió a denunciar (otra vez) lo sabido y sufrido por tantos y tantas en la barriada y zonas cercanas: mafias sueltas, matones, balazos, armas alquiladas, drogas y narcos por todos lados.
Incluso habló de zonas liberadas y apuntó contra la Policía, como sinónimo de todo un sistema que no hace nada. O hace poco. Lo cual es lo mismo.
Varias horas después de sus dichos, un auto llegó a la puerta de Oberlín. Era Claudio Stampalija, secretario de Seguridad provincial e impulsor de la política de policía de proximidad traída de Colombia y de México. Hablaron en privado.
Stampalija se fue y al cura le pusieron custodia por algunos días (y noches) y le pondrán un domo con cámara conectada al 911, mientras un grupo de sabuesos busca datos y pistas para dar con los autores del último ataque. No hay mucho más.
Ninguna autoridad salió en público a responder las acusaciones del cura, a refutarlo o a explicar algo. Tampoco nadie de la Justicia levantó la mano para hablar ante la sociedad. El silencio a veces aturde.
Mientras tanto, en la barriada muchos vecinos saben que la única fuerza de proximidad que tienen cerca es la de los matones, aunque ahora se hayan escondido un poco.
