Las primeras noticias que se conocieron fueron las peores. Se sabía que estaba internado en terapia intensiva, intubado en coma farmacológico y con una grave infección que comprometió su sistema nervioso central. El diagnóstico de meningitis bacteriana (por neumococo) hizo presumir a los profesionales las peores consecuencias, con difícil pronóstico de supervivencia y luego con serias posibilidades de arrastrar severas secuelas.
En pleno cuadro, el paciente sufrió una suerte de falla multisistémica (funciones renales y hepáticas) y cuando quisieron “despertarlo”, no reaccionaba. Para colmo de males, una infección intrahospitalaria se presentó cuando comenzaba a experimentar la primera mejoría.
Todo eso y mucho más superó el fiscal federal N° 1 de Córdoba Enrique Senestrari, quien el pasado jueves volvió a su despacho de la nueva sede céntrica del Ministerio Público Fiscal, con la “felicidad” de reencontrarse con su “fantástico” equipo de colaboradores. Transcurrieron menos de seis meses luego de que la noche de las elecciones “primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias” (las Paso, del domingo 13 de agosto último), siendo fiscal electoral, se descompuso y salió en busca de asistencia.
En un primer momento no recibió el diagnóstico adecuado y se fue a casa, donde su cuadro se agravó. Después lo ingresaban al Sanatorio Allende (Cerro) donde quedó en terapia intensiva, con cuadro de meningitis y “pronóstico reservado”. Pocos días antes había asistido a Salta a una reunión de fiscales electorales y el sábado previo a las Paso se quejó por un fuerte dolor en el oído derecho.
Hoy, de vuelta en su despacho, no recuerda sino por sus familiares esas horas que transitó, desde el fragor de la contienda electoral hacia la terapia intensiva, donde terminó con un sinnúmero de sondas y cables que ingresaban a su cuerpo.
Estuvo 43 días en esa condición, inmóvil y casi todo el tiempo “dormido”. Después de manifestar su impotencia y expresar las peores presunciones, los médicos a punto de “bajar los brazos” decidieron intervenir el oído y allí hallaron el foco de la infección, alojada en el hueso mastoides. A partir de allí, la terapia de antibióticos comenzó a hacer efecto.
Cuando lo despertaron, 43 días después de su internación, tenía lucidez plena, pero su cuerpo estaba muy debilitado, con 15 kilogramos menos de peso y los músculos sin la menor fuerza porque le había quedado una “mielitis del paciente crítico”.
Su reflexión sobre el tratamiento (y el trato) que recibió de los profesionales del Allende y todo su equipo en la unidad de terapia intensiva es de agradecimiento pleno. Fueron muchos días que se ocuparon de él con total dedicación y lograron revertir un cuadro de pronóstico sumamente adverso. Él y su familia no ahorran palabras de gratitud para ellos.
Recuperación
“Estaba completamente paralizado”, recuerda a la distancia en la plenitud de su situación actual. Salió del hospital sin poder mover los brazos ni las piernas, y con algo de fuerza para sostener la cabeza. Un largo trabajo le esperaba en el centro de rehabilitación Castillo Morales, de Saldán, donde estuvo internado un mes. De a poco, con voluntad única, fue recobrando funciones.
Su rehabilitación ha continuado al punto de alcanzar en enero una recuperación casi total. Este viernes, en el segundo día de su trabajo, cuando le pusieron su computadora en orden, ya estaba analizando y firmando resoluciones.
Su primera impresión favorable es la de conservar esas capacidades para desempeñarse como fiscal. “Estoy muy feliz, con este recibimiento de mi equipo ‘con globos’, con toda la expectativa de todos estos meses en los que pensaba cómo iba a funcionar con una cosa de estas que te da en la cabeza”.
“El ejercicio del trabajo sigue y la memoria está bien”, confiesa el fiscal con serenidad, que luego pasa a lo que más repite: “Agradecer a toda la familia, a mi mujer muy especialmente y a la gente que estuvo haciendo fuerza por uno”. “Me resultó muy conmovedor –prosigue– (ver) la cantidad de gente que me mandaba mensajes de apoyo, de rezar, de pedir misas y tirar buena onda”.
En lo laboral, también resalta a todo su equipo que “mantuvo la fiscalía a flote”, sobre todo a su secretario Gonzalo Olmedo y al fiscal Maximiliano Hairabedian”, que lo reemplazó durante la licencia.
Lo poco que falta y lo mucho que queda
Todavía le falta un tramo de rehabilitación. “Estoy un 95 por ciento recuperado y tengo que hacer dos horas diarias de fisioterapia durante febrero”, para superar algunos problemas muy menores como un “dolorcito” en el hombro derecho.
A la pregunta obligada de lo que deja semejante experiencia, qué lecciones quedan, responde con más agradecimientos –incluidos los rehabilitadores– y con varias reflexiones.
“La primera lección es el valor de la familia, del amor, de las relaciones afectivas, cómo te contienen, cómo te levantan. Fueron días de valorar que mis hijos, mi mujer estaban protegiéndome. Eso te hace replantear, a pesar de que uno pueda volver a tropezar con la misma piedra. Me propongo estar más concentrado en los valores familiares y afectivos”.
También se traza una nueva perspectiva respecto de su tarea: “En lo laboral, tratar de que (el ritmo) no me afecte. Creo que estas cosas pasan cuando uno viene golpeado y preocupado por lo que vive en su trabajo. Vengo de cuatro o cinco años de persecuciones, de denuncias, en el medio de trabajo intenso, de casos grandes. Estas cosas bajan las defensas, por el estrés”.
“Mi objetivo es no dejarme afectar por estas cosas que se viven acá y a la vez no perder el impulso, no convertirme en un funcionario mediocre, seguir trabajando con todo, pero sin perder la vida en el intento”, comentó este viernes en diálogo exclusivo con La Voz.
El mes de febrero de 2024 ha sido un nuevo empezar para el funcionario judicial que volvió a colgar (como en la Torre de Federales) en su nuevo despacho la foto de Carlos Torres, el fiscal federal que admiraba y a quien sucedió luego de que este falleciera en 2003 en un siniestro vial en San Luis.
A los 60 años, Senestrari, arranca “de vuelta” luego de haber estado “tirado en una cama”, sin poder moverse, ni hablar y con total necesidad de asistencia para lo más elemental. Le parece mentira haber superado todos esos desafíos en tan poco tiempo.
Fue un duro trance, para él y para todo su entorno. Además de regresar con su familia y de vuelta en su despacho, parece atesorar enseñanzas que a veces sólo se alcanzan después de un evento extraordinario.
