Los lacanianos suelen decir que “poder pasar a otra cosa” es un buen signo de salud mental. El salir adelante después de sufrir eventos traumáticos es lo positivo, en oposición a que esa persona quede atrapada en el pasado con el evento que la conmocionó.
Da la impresión de que algo así le está sucediendo a Soledad Laciar –la mamá de Blas Correas (17)–, la mujer que ahora –a cinco años del crimen a cargo de policías– refiere tener imágenes positivas: “Debo decir que, gracias a Dios, a cinco años, hoy prácticamente tengo lindos recuerdos de Blas. Casi que los feos no aparecen. Sí en estas fechas (los aniversarios), pero son todas lindas anécdotas”.
Soledad cuenta que está “tranquila; “estoy siguiendo con mi vida o retomando mi vida, la que tenía antes”. Continúa trabajando en un banco, con dos niñas que ya están “grandes”, de 4 y de 5 años y en la escuela.
–¿Puede decirse que, después de toda aquella lucha para llegar a un primer hito de justicia, ya “pasaste a otra cosa”?
–Sí, (pero) la lucha por justicia para mí sigue, porque siento que cambiaron poco las cosas. Primero, creo que no están todos los responsables que debieran estar. Están los responsables materiales de esa noche, pero no todo lo que hace a la violencia institucional que existió y que sigue existiendo. Además, siguen pasando casos feos. Creo que este lema de “justicia por Blas”, que es “Nunca más”, hasta ahora no se logró. Y por eso sigo luchando. A mí me aliviaría sentir que la Policía cambió y creo que hasta ahora es poco.
Con relación a su experiencia con la Justicia, señala que todavía “sigue la investigación” y menciona a Alfonso Mosquera, que era ministro de Seguridad, quien está procesado “por haber supuestamente pagado con un auto el silencio de un alto comisario, como es (Gonzalo) Cumplido”. Y completa su idea: “Estoy convencida de que tanto Cumplido, Mosquera como hasta el mismo exgobernador (Juan Schiaretti) son responsables de la Policía que tuvimos”.

Su preocupación es que “siguen ocurriendo cosas” en la Policía y enumera otros casos de “gatillo fácil” sucedidos desde aquel 2020.
“Intento por todos los medios hacer las cosas bien, no meter a todos en la misma bolsa. Creo que todos saben que yo nunca lo hice”, señala con relación a la fuerza de seguridad.
Dio charlas a aspirantes de la Escuela de Policía, pero luego la apartaron porque a alguien no le gustó.
Su imagen de la institución no es mala: “Es más, pueden hablar con mis nenas y preguntarles qué opinan de la Policía y te vas a dar cuenta de cuál es el mensaje que yo transmito. Jamás voy a transmitir odio”.
Después de esta afirmación, revela: “Yo no odio ni a (Lucas Damián) Gómez, ni a (Javier Catriel) Alarcón”. Los dos cabos que dispararon en contra de su hijo.
“Creo que ellos solos se arruinaron la vida. Demasiado lo que hicieron ellos por hacerse el mal propio como para que encima tengan que cargar con que yo los odie”, agrega.
A poco del crimen, Soledad emprendió una lucha para conseguir justicia y pasó a ser “la mamá de Blas”. Hoy reconoce que está volviendo a ser Soledad, distinta a la de antes, porque considera que la experiencia de su hijo la hizo “mejor persona”.
“La gente me conoce como ‘la mamá de Blas’. Pero sí, intento volver a ser Soledad. Y digo: soy la mamá de Blas, la mamá de Juan, la mamá de Milagros y de Martina”, dice.
Pero ahora parece que surge una Soledad que está embarcada en otras cosas más allá del banco y de la familia, como acercarse a compartir experiencias con otros padres y madres que sufren el mismo dolor (Neonatal, tragedia de las Altas Cumbres, entre otras), integrar el Consejo Consultivo de la Universidad Nacional de Córdoba, participar de una asociación civil del personal del Banco Nación, leer el guion de una obra de teatro de Blas y otras iniciativas que la tienen muy activa.
“Conocí a mucha gente que opina muy distinto a mí y a mucha gente que opina parecido a mí. Y eso a mí me ha enriquecido muchísimo”, comenta satisfecha. “A mí, la muerte de Blas me hizo mejor persona. Yo intento ser siempre empática con el dolor del otro como lo fueron con el mío. Nos une el dolor y nos hemos conocido por el dolor. A mí me hace bien abrazarme con alguien que entiende mi dolor”.

Sensaciones y sentires
En diálogo con La Voz en su casa, aparecen sensaciones diversas, algunas positivas y de las otras. “Una noche a la semana, por lo menos, en mi buen momento, yo me acuesto llorando y me pasa. Y me hablo, me contesto y digo: ‘Bueno, arriba, Sole, no hay que llorar’”.
Luego, cuenta que iba con su hija más chica en el auto y ella le dijo: “Ma, lo extraño a Blas”. Y completa el relato: “Marti no lo conoció a Blas, pero hablamos”.
Ante esto, se le ocurrió decirle: “Bueno, saludalo”, y la más chica de la familia bajó la ventana del auto y dijo, mirando al cielo: “Blas, te extraño y te amo”. Ese día, Soledad llegó al banco llorando.
“No lo conoció a su hermano, lo conoce por los recuerdos que nosotros transmitimos, porque en casa se habla mucho”. Señalan en el firmamento la estrella de Blas y las nenas van al monolito del hermano que está cruzando la calle, en la plaza. Tienen 4 y 5 años.

Cómo recordarlo
–Sos muy agradecida con los periodistas y siempre decís “gracias por mantener la memoria”. ¿Cómo hay que recordarlo a Blas?
–Como lo ven en las fotos. Creo que Blas solo mostró cómo hay que recordarlo. Creo que no hizo falta que yo dijera nada, porque yo no soy de hablar mucho de cómo era Blas. Creo que la gente aprendió a quererlo sin conocerlo, por ver la mirada de él en sus fotos. Sólo puedo decir que tuve el mejor hijo. Yo soy la mamá y, para mí, mis hijos son los más hermosos que me tocaron.

Luego, le viene a la mente algo más profundo: “No sé si quiero que recuerden a Blas, sino que recuerden lo que no tiene que volver a pasar. Era un chico que tenía toda una vida por delante y no merecía lo que le ocurrió el 6 de agosto. No se lo merecía de ninguna manera”.
Además, sostiene que tampoco merecían eso sus amigos, los que iban en el auto baleado y los otros que sufren su ausencia.
Pensando en ellos y en él, afirma: “Creo que Blas está en un lugar mejor. No puede ser que la gente buena no tenga algo más allá. Estoy convencida de que está en algún lugar mejor, pero los amigos que quedaron acá no se borran más esa noche”.
Agrega Soledad que, a los que estuvieron y a los que no estuvieron en el auto, “con 17 años les arrebataron un amigo”. “Es tremendo”, dice. “A mi papá le arruinaron la vida, a mí sobrino también, al papá de Blas, a Ramiro (pareja de ella), a su hermano Juan. Esto no puede volver a pasar”.

Policías y políticos
Hablando de lo que no puede volver a pasar, la madre de Blas Correas piensa que, después de lo sucedido, tal vez “algún policía piense antes de sacar un arma”. Resume su idea: “Eso, para mí, es misión cumplida. Sentir que a lo mejor alguna vida se salva”.
–No odiás a los policías que abrieron fuego contra tu hijo, ¿pero qué sentimientos tenés hacia la institución?
–Tampoco la odio. Al contrario. Creo que no nos podemos agarrar con una institución en la que necesitamos creer. Hay que ser honestos. Cuando uno tiene algún problema, llama a la Policía. Eso ocurre y dentro de la institución hay un montón de buenos policías. Creo que para lo que tenemos que luchar todos los cordobeses es para que esta institución deje las mañas que viene arrastrando desde hace tantísimos años. La verdad, con tristeza digo que creo que los “viejos” no van a cambiar. Pero sí creo que en la camada nueva tenemos que hacer todo lo posible para que no se envicie de los malos hábitos que existen ahí adentro.
A la misma pregunta, pero respecto del poder político, responde que, sin generalizar, tiene buena imagen de la gran mayoría. Pero reconoce que muchos “se desinteresan del malestar de la gente que los eligió para tener una vida mejor”. “Es como una raza muy rara”, dice.
Antes de que surja la pregunta que se desprende, dice que, a pesar de que le ofrecieron “formar parte” de la política, pensó “¿será que todos se convierten en esto?“. Y se responde: ”No quisiera que me pasara. Creo que tengo capacidad, creo que en estos cinco años he aprendido un montón, creo que puedo ser muchísimo mejor que un montón que están ahí adentro, pero los veo insensibles y me cuesta entenderlo”.
Nunca en sueños
Cinco años después del crimen, Soledad siente que se está parando de una manera diferente. “En estos días, a veces me vienen cosas feas, pero yo sé que es momentáneo y es por la fecha, nada más”.

“Pero, desde hace un año y pico, cada vez más los recuerdos son todos lindos y anécdotas. Por ahí me encuentro con alguno de sus amigos y me viene a la mente algo que vivieron. Entonces, me vienen cosas lindas”, dice.
Al final de la charla, Soledad sorprende con una confesión: “Lo único que sí lamento, a lo mejor por algo pasa, es que en estos cinco años nunca pude soñar a Blas”.
Piensa que “a lo mejor la vida es sabia” y no la deja que, al despertar, compruebe que él no está con ella.
Siempre agradecida, en la despedida menciona varios motivos de gratitud. Pero sorprende por algo que le hace bien: “Gracias por creer en mis palabras”.
Soledad Laciar destacó a su exabogado Pérez Moreno
A la hora de destacar a quienes estuvieron a su lado en la lucha en la búsqueda de justicia, Soledad Laciar destacó en primer lugar a su esposo Ramiro, quien la apoyó como un sostén en los peores momentos.
En segundo término mencionó a Juan Pablo Quinteros (hoy ministro de Seguridad), a quien conoce desde hace muchos años, de la cancha de Belgrano y porque tiene un hijo que conocía a Blas. Destacó su apoyo, su “solidaridad” y algunos gestos, como el envío anónimo de cientos de stickers “Justicia por Blas” que de casualidad se enteró de que provenían de él.
“La tercera persona que me acompañó incondicionalmente fue (el futbolista) Pablo Vegetti. Sin conocerme, sin conocer a mi hijo, se puso la camiseta de la causa con total amor, y no sólo él, sino absolutamente toda su familia. No pasa un día sin que Pablo me pregunte ‘hola, ¿cómo estás’. Yo le mandé un mensajito contándole que él era el ídolo de Blas y así fue como me invitó a su casa y ahí entablamos una relación. Ahora, jugando en el Vasco (da Gama), lleva siempre la remera de Blas que dice ‘Vegetti, te amo’“.
Orgullosa, muestra el último regalo que le llegó de Brasil: una camiseta más con el ”99″ de Vegetti en el dorsal.
El cuarto y último en esta enumeración es Alejandro Pérez Moreno, hoy fiscal General adjunto de la provincia.
“Fue mi abogado, ahora ya no. He tenido discusiones, pero, bueno, siempre me ha acompañado, me ha dado la libertad de poder decir lo que se me cante. Yo he dicho lo que se me cantó, siempre sin importarme lo que lo que él dijera y si él quedaba bien o quedaba mal, a mí no me importaba. Igual, siempre estuvo de su lado”, sostuvo.
Soledad tampoco se olvidó del grupo de “mil personas”, entre amigos y familiares, que la acompañaron y la apoyaron durante estos primeros cinco años desde aquella madrugada de pesadilla.