“Si quieres un consejo, no la cuides desde lejos ni le digas lo que tiene que hacer. Ella debe ser como quiere ser y eso ya lo tienes que ver. Rompe las cadenas que te atan a la eterna pena de ser hombre y de poseer. Es un paso grande en la ruta de crecer”. Estas palabras pertenecen a un varón que no se deconstruyó, porque Charly García escribió Salir de la melancolía hace más de 40 años, cuando nadie hablaba de género.
El consejo del genial músico bien podría servirles a muchos varones, como al protagonista de esta historia, Sebastián Guillermo Roqué (48).
El largo historial del tristemente célebre acosador serial de mujeres se remonta a la segunda mitad de la década de 1990. Conocido en su familia, en el barrio, en Tribunales 2 y en la sociedad como “Pucho”, se convirtió en una figura que cada tanto aparecía y reaparecía según iba cambiando de relaciones de pareja.
A lo largo de los últimos 25 años, protagonizó numerosos episodios policiales, al punto que acumula causas por daño, lesiones leves, graves y gravísimas, amenazas, coacciones y desobediencia a la autoridad, todo en perjuicio de mujeres que alguna vez se fijaron en él y quisieron dejarlo. Y, también, de familiares de estas que intentaron ayudarlas.
La relación más duradera (para él) fue la que estableció a comienzos de la década pasada con J. C., una chica mucho más joven que él, con quien tras varias idas y vueltas tuvo un hijo. Eso aumentó su obsesión hasta el paroxismo, al punto que apenas salió de la cárcel, luego de siete años de condena, lo primero que hizo fue volver a molestarla y a amenazarla.
De inteligencia y habilidades fuera de lo común, orientó sus capacidades a una causa exclusiva en su vida: la obsesión por las mujeres. Muchas de ellas debieron mudarse a otra provincia, y a otras les fue casi imposible alejarse de él. Durante años, no había forma de procesarlo judicialmente, porque los peritos señalaban que era inimputable. A lo sumo fue internado en neuropsiquiátricos, de donde en ocasiones terminó fugándose.
Cuando una junta psiquiátrica cambió el criterio tribunalicio, fue posible procesarlo, mandarlo a juicio y condenarlo. En el camino judicial, pasaron muchas víctimas y varias causas que se acumularon en una pena de siete años de prisión.
Pero, en ese recorrido judicial, Roqué no escatimó libido para enfrentarse a “judicialas”. Ya son varias las fiscalías que tienen funcionarias o empleadas que sufrieron a “Pucho” y sus amenazas. En la del fiscal Cristián Griffi, que lo mandó a juicio, lo conocen bien.
Ahora, ya lo están conociendo mujeres de la fiscalía de María Andrea Martín Artesi. En el llamado amenazante que hizo desde Bouwer, usó a un varón sólo de mensajero para que le tomara nota de sus amenazas de muerte a la fiscal, a la prosecretaria y a J. C.
Está claro que “Pucho” no tiene “filtro”. Aunque pasen los años, cada vez se convierte en una pesadilla mayor para quienes tienen la osada idea de oponerse a su obsesión.
