Julia concretó a fines de diciembre una salida al baile con sus amigas viajando hacia la ciudad de Marcos Juárez, zona este de Córdoba. Pero esa noche se aguó la fiesta cuando le robaron el celular de su riñonera, al igual que les ocurrió a otras 120 personas. No es un caso aislado: este tipo de robos se replicaron en el Festival de Jesús María, en los bailes estivales y en los eventos masivos de estos últimos meses.
La Policía de Córdoba registra el drama que viven los asistentes a los eventos de gran magnitud. Altas fuentes de la fuerza reconocieron el problema y aseguraron que este año no hubo, hasta el momento, un operativo de decomiso de teléfonos, como sí había ocurrido en años anteriores.
El último operativo en el que se logró un resultado positivo data del pasado diciembre. En la ciudad de Córdoba, los uniformados aprehendieron a un joven de 25 años que cargaba 13 unidades de telefonía móvil.
El procedimiento se registró en las inmediaciones de un local bailable concurrido de la zona de barrio Alberdi, en la zona céntrica de la Capital.
“Durante un show de Don Osvaldo, que se realizó el 9 de diciembre, el detenido habría despojado a varias personas”, informaron desde la fuerza.
Al mismo tiempo, este medio pudo saber que se contabilizan más de 30 denuncias por la sustracción de este tipo de objetos en la última edición del Festival de Jesús María, realizado en la ciudad festivalera, en la zona norte de la provincia.
Los casos, explicaron, se repiten porque –siempre según fuentes policiales– los damnificados llevan los equipos en sus bolsillos, y en espacios reducidos, entre el apretón de la multitud, no advierten cuando son atacados.
“En el ‘tunga-tunga’, pasan una o dos personas, tocan o empujan a sus objetivos y aprovechan esa situación para robarles el celular. A la media hora, las víctimas se dan cuenta de que han perdido sus pertenencias”, comentaron al respecto.
Uno de los grandes problemas en estos casos, según mencionaron las mismas fuentes, es que los dueños no realizan las denuncias.
Directamente, dijeron, dan por perdidas sus pertenencias.
No sólo roban celulares. También se llevan llaves de automóviles, dinero en efectivo, tarjetas de débito y de crédito, cadenas de oro, relojes y otros objetos que puedan ser útiles para otro ataque posterior, o que tengan valor de recambio.
Pero lo cierto es que el celular es el objeto más buscado, por su alto valor de reventa.
En cuanto a los puntos más peligrosos, fuentes policiales advirtieron que este tipo de delito se lleva a cabo en las rondas tradicionales de los bailes de cuarteto, que es la zona en la que se despliegan los bailarines.
Otro espacio peligroso es el frente de los escenarios de las bandas de cuarteto y de rock, cuando contra la valla los fans esperan a sus músicos; o en la fila de los baños, donde por lo general se generan grandes aglomeraciones de gente.
Ya no con la técnica del “pungueo” (modo de robo en el que el ladrón utiliza dos o tres dedos para extraer discretamente objetos de una persona), sino con elementos cortantes, los ladrones también rompen las tiras o los fondos de las mochilas y las riñoneras, para quedarse con el elemento portante o con lo que caiga al suelo.
Las recomendaciones más recurrentes indican colocar las riñoneras y las mochilas en el frente del cuerpo, cubiertas por una prenda de ropa ceñida; no perder de vista las cremalleras; palpar cada tanto las pertenencias; evitar la exhibición de los equipos costosos, y hacer la denuncia de manera inmediata cuando ocurre este tipo de delitos.
Las mujeres, por ejemplo, desde hace tiempo colocan sus celulares en el corpiño. Los hombres, hace menos tiempo, han comenzado a portar los elementos de valor en la cintura, debajo del botón del jean o de la bermuda y por encima de la ropa interior.
Otros prefieren colocar una correa en la muñeca y sujetar el celular. También hay quienes compran un gadget tecnológico con geolocalización y lo adhieren al cobertor del teléfono para aumentar las posibilidades de rastreo.
Pero nada parece ser suficiente y es común encontrar grupos, a la salida de los salones más concurridos, padeciendo por la pérdida de sus móviles.
El día que se robaron más de 120 celulares
Julia tiene 28 años y cree que jamás olvidará la situación que le tocó vivir en aquel baile de la ciudad de Marcos Juárez. Llegó hasta allí desde su localidad de residencia, Inriville, a pocos kilómetros del destino.
“Había unas 5.500 personas. Mi novio también estaba, pero con sus amigos. Cenamos con las chicas y después fuimos a bailar”, reconstruyó. La convocatoria fue en la zona nordeste de la ciudad, en un espacio despoblado donde habitualmente se realizan bailes y hasta se ofreció una edición de la fiesta Bresh.
Todo sucedió el último viernes de diciembre. “Tocaban bandas de cuarteto y la pista era al aire libre, pero para comprar bebidas había que ingresar a un salón”, comentó.
Cuando acompañó al sector de la barra a una amiga que había llegado sin dinero para pagar la consumición, se dio cuenta de que le habían abierto la riñonera entre la entrada al salón y la larga fila donde se venden los tickets.
“La tenía debajo de una campera de jean que llevaba desabrochada. No sé cómo hicieron, pero me imagino que alguien metió la mano y logró sacarme el celular, dejándome sólo los cigarrillos y las llaves del auto”, recordó.
En ese mismo instante, notó que varias otras personas, alrededor de ella, habían padecido el mismo ataque.
“Salí inmediatamente del lugar y fui a pedir ayuda a la Policía. En esa misma tarea estaba un grupo de seis chicas, que ante la negativa de los agentes se pusieron a revisar, por sus propios medios, a las personas que iban saliendo y que accedían a mostrar lo que llevaban”, dijo, todavía sorprendida por su vivencia.
Más tarde, a las 6 de la mañana, llegó César, su novio. Le contó que al llegar al baño se dio cuenta de que le habían sacado el móvil del bolsillo. “Él sintió que lo chocaron de frente, como a propósito, a diferencia de mí, que no sentí nada en ningún momento. Se palpó los bolsillos cuando en el baño escuchó que a otros chicos también les habían robado”, relató.
Al día siguiente, fue hasta la comisaría de Inriville. Siempre según su testimonio, intentó dejar asentada su denuncia, pero no lo logró.
“Me dijeron que correspondía hacerlo en la ciudad de Marcos Juárez. Y me advirtieron que ellos no podían hacer nada porque tenía que actuar un fiscal, librar una orden de allanamiento, y recién allí podían actuar. No me tomaron la denuncia”, lamentó.
Sus expectativas eran otras: había llegado al destacamento con una foto que mostraba el lugar donde había localizado el celular de su novio, un asentamiento próximo al local bailable.
Sin embargo, ambos se quedaron sin celulares.
Medios locales afirmaron días más tarde que esa noche se sustrajeron más de 120 celulares. El novio de una amiga de Julia compró a $ 15 mil, a través de Facebook Marketplace, el celular que le habían robado. La pantalla estaba rota y el equipo había sido reseteado.
