“Fue un alivio conseguir la libertad”, dice Sergio Cabrera, con la voz quebrada. Lleva días sin poder dormir y aún no logra sentirse bien en su casa, donde ocurrió la tragedia. “Estoy evaluando irme”, confiesa. Quiere empezar una terapia para atravesar lo que describe como “una pesadilla”.
Cabrera, de 50 años, recuperó la libertad tras haber estado detenido por haber matado a su hijo, Michael, de 26, el pasado 29 de marzo. La Justicia cordobesa evalúa ahora si se trató de un caso de legítima defensa o, en su defecto, un exceso en esa figura legal.
La fiscalía aún no se expidió, pero adelantó que existen serios indicios para pensar que el hombre actuó para evitar una agresión aún mayor.
El hecho ocurrió en la ciudad de Río Segundo, cuando Sergio intentó intervenir en una discusión familiar. Según los testimonios recogidos, Michael increpaba violentamente a su pareja —que tenía en brazos a un bebé de un mes— y luego a su hermana de 13 años. En medio del conflicto, Sergio usó una navaja, que tenía en su bolsillo, y le causó a su hijo un corte en el cuello que resultó fatal.
Una relación marcada por el consumo
De acuerdo con el relato del propio padre, la relación con Michael estaba deteriorada desde hacía años, en especial desde la muerte de su esposa. “Se nos desmoronó todo”, contó. Su hijo, dijo, comenzó con el consumo de drogas y alcohol hace casi una década. Había tenido tratamientos, pero los abandonó. “No teníamos mala relación cuando estaba sobrio, pero era imposible vincularse con él cuando estaba bajo los efectos de esas sustancias”.
El día del hecho, Michael estaba alcoholizado, según informaron desde la defensa. Aún se esperan los resultados toxicológicos para confirmar si también había consumido estupefacientes. Testigos clave en la causa —la hermana del joven fallecido, su pareja y su abuela— declararon que fue él quien comenzó la agresión. “En una ocasión anterior, la cortó”, señalaron sobre un hecho de violencia hacia su pareja.
La secuencia del hecho
Según la reconstrucción, todo comenzó cuando la pareja de Michael le reprochara la hora a la que había regresado. En ese contexto el joven rompió el celular de su novia y la agredió. Luego, se abalanzó sobre su hermana menor y la sujetó del cuello, hasta dejarla al borde de la asfixia. En ese momento, Sergio intervino. La navaja con la que asestó el corte —según dijo su abogado— era la que solía usar para comer asado y que casualmente llevaba consigo.
“Fue en defensa de su hija”, explicó su abogado Javier Marco, quien también sostuvo que el corte no fue dirigido a una zona vital, sino que la herida se desplazó producto del forcejeo. El joven murió casi en el acto.
La acusación original fue por homicidio agravado por el vínculo, delito que prevé prisión perpetua. Pero tras la declaración de los testigos y los antecedentes de violencia del joven, la fiscalía comenzó a considerar una posible legítima defensa. “No tiene pena quien obra en legítima defensa. Ahora tenemos que ver si se excedió o no”, señalaron desde el Ministerio Público.
Actualmente, la fiscal del caso, Patricia Baulies, analiza recalificar el hecho y podría pedir el sobreseimiento de Cabrera. De avanzar por la vía del exceso en la legítima defensa, la pena máxima sería de cinco años.
Según creen en la fiscalía, el nivel de violencia del joven era inmanejable. No se considera que haya riesgos procesales por parte del acusado, quien volvió a vivir con su madre y su hija menor en Río Segundo.
Un padre destrozado: “Quiero ir al cementerio a verlo”
“Está destrozado. Le pidió perdón a la hija”, había dicho su hermano a pocos días de ocurrido el hecho. “No podría haberlo matado. Pero ese día estaba muy sacado, muy perdido”, expresó ahora Sergio. Dijo que quiere ir al cementerio a visitar a su hijo en los próximos días.
El hombre trabaja en una metalúrgica hace 20 años y, pese a las deudas y el dolor, planea retomar su rutina esta semana. En su casa, todavía convive con su hija de 13 años. La mayor se mudó a Pilar. Michael, en cambio, pasaba mucho tiempo con su abuela, quien también lo extraña.
Aunque aún falta una resolución judicial definitiva, el caso deja al descubierto una trama compleja de vínculos familiares deteriorados, consumo problemático y violencia, donde un padre terminó protagonizando la escena más dolorosa: arrebatarle la vida a su propio hijo para intentar salvar la suya y la de su hija.