El hermano menor de Diego “Gaita” Fernández Lima, el adolescente que desapareció en 1984 y cuyos restos fueron identificados hace pocos días en el patio de un chalet en el barrio porteño de Coghlan, cercano a una casa donde vivió el músico Gustavo Cerati, habló sobre el sufrimiento de la madre.
El sufrimiento de una madre
“Al día de hoy, mi madre no quiere desinstalar el teléfono de línea y vive mirando la ventana”, dijo Javier Fernández Lima a Infobae.
De acuerdo con el medio porteño, durante más de 40 años el Estado se negó a buscar al joven que por entonces tenía 16 años: la Policía nunca tomó la denuncia porque aseguraba que se había ido con una mujer y encuadró el caso como una fuga de hogar.
Pero el padre de Diego, Juan Benigno “Tito”, nunca se dio por vencido y siguió rastreando a su hijo. Así lo hizo hasta su último día, cuando murió en un accidente de tránsito mientras lo buscaba por la zona de Galván y Congreso, la misma avenida en donde encontrarían los restos de Diego el 20 de mayo de este año.
Su hipótesis era que el adolescente había sido captado por una secta. La madre de la víctima tiene 87 años y nunca soltó el caso. Según contó Javier, a Diego “lo esperaba todo el día hasta la semana pasada”, cuando se confirmó que los restos hallados en el patio de Coghlan eran de él.
La mujer terminó siendo fundamental para develar el misterio del cuerpo: el Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf) determinó que los restos óseos hallados en Congreso al 3700 coincidían con los del menor desaparecido gracias a una prueba de ADN realizada a su madre.
Principal sospechoso del crimen
Ahora, el principal sospechoso de la muerte de Fernández Lima es un hombre de 58 años que en aquel entonces vivía en ese chalet junto a su familia.
Era amigo de Diego desde preescolar y compartían curso en la Escuela Nacional de Educación Técnica (Enet) N° 36. La familia residió allí desde antes del asesinato y nunca se mudó.
Respecto al hombre señalado, Javier aseguró que su familia no tenía “ni idea” de él, ya que los adolescentes habían sido amigos en el secundario.
Para reconstruir lo ocurrido, el fiscal Martín López Perrando a cargo de la investigación, llamó a declarar a los compañeros del secundario de la víctima, quienes esperan que aporten datos esclarecedores para la causa que ya prescribió.
El caso de Diego “Gaita” Fernández Lima
De acuerdo a lo reconstruido por la fiscalía en función del testimonio de los familiares, aquel 24 de julio de 1984, Diego volvió del colegio y almorzó con su madre. Luego le dijo que iba a encontrarse con un amigo y le pidió dinero para el colectivo.
Un conocido cruzó a Diego en la esquina de Rómulo Naón y Monroe, en Villa Urquiza y lo saludo. Fue la última vez que alguien lo vio, según informó el Ministerio Público Fiscal.
Alrededor de las 20.30, como el joven no volvía, sus padres fueron a la entonces comisaría 39 de la Policía Federal a reportar su desaparición, pero allí el caso quedó asentado como una presunta “fuga de hogar”.
Así, comenzó una búsqueda con panfletos pegados en el barrio, al tiempo que trataron de visibilizar su desaparición en los medios de comunicación. Su padre, dio una entrevista por el caso, en 1986, y murió sin saber el destino de su hijo. Por su parte, la madre del joven y sus hermanos, aún lo buscaban.
Si bien por el paso de los años la acción penal está prescripta, desde la Fiscalía procuran avanzar con la investigación para reconstruir los hechos y cumplir con la tarea de poder brindarle a la familia de la víctima la verdad sobre lo sucedido.
Los restos del adolescente fueron hallados el 20 de mayo pasado en el jardín de un chalet cuando los obreros levantaban una medianera en la casa lindera que había sido propiedad de la artista Marina Olmi -hermana del actor Boy Olmi-, y que había alquilado Cerati entre 2002 y 2003.
Junto a los restos se encontraron una moneda japonesa, un reloj con calculadora Casio -fabricado en Japón en 1982-, un llavero flotante naranja con una llave, una ficha de casino, la hebilla de un cinturón, la suela de un mocasín talle 41 y una corbata tejida de uniforme colegial.
Todos estos elementos ya habían dado una serie de pistas que permitían inferir que se trataba de alguien joven y a fijar en la década del ’80 la fecha en la que se habría producido el crimen.
Fue la difusión mediática sobre el hallazgo de restos en ese terreno lo que llamó la atención de un sobrino de Diego, que sospechó que el NN enterrado podía ser su tío desaparecido hace 41 años.