Julieta Salvatierra, 22 años, madre de un niño que en pocos días cumplirá tres, trabajaba como feriante en el playón de barrio Sol Naciente, en la periferia noroeste de la ciudad de Córdoba. Estaba acostumbrada a moverse en el límite entre la necesidad y la violencia: el lugar donde vivía, junto a la familia de su marido, es señalado por vecinos como un territorio bajo control de capos narco.
El pasado martes 15 de julio, cerca de las 22.30, mientras su hermana Paula atendía mesas en un bar de barrio Nueva Córdoba, en la zona céntrica de la Capital, Julieta le envió un mensaje inquietante.
No era la primera vez que la joven advertía que algo podía pasar. Varias veces le había pedido a su esposo que se fueran de allí, cansada de las peleas, los gritos y las amenazas que se repetían en la casa de sus suegros.
Pero esa noche su voz sonaba distinta: había urgencia, miedo.
A las 23.15, Julieta estaba en el fondo del garaje, preparando empanadas para agasajar a su marido por su cumpleaños, según relatan sus allegados.

En la vivienda delantera, los familiares y algunos invitados charlaban y bebían. Ella, como siempre, se mantenía en segundo plano, dijeron sobre la víctima.
En una de las idas y vueltas desde la cocina, escuchó que alguien llegaba a reclamar por el cuñado: “El chico vive con deudas con ‘los transas’ y también con el que mueve todo el narco en el barrio”, comentó una fuente reservada que aseguró conocer al muchacho.
Poco después, la tensión escaló.
La discusión se convirtió en una trifulca: gritos, amenazas y, finalmente, un machete en manos del suegro de Julieta para ahuyentar a los visitantes.
La patota se retiró, pero no por mucho tiempo.
Minutos más tarde, regresaron en grupo. Entre ellos estaba Joaquín Velázquez, quien –según fuentes investigativas– recibió un arma y la orden de “sacar” al esposo de Julieta. Sacar, dicen, podría haber significado “matar”.

En medio de la pelea, la joven se interpuso para apartar a su esposo. Pero un solo disparo, dirigido a quemarropa, impactó en su sien.
El caos se desató. Hubo gritos, sangre, cuerpos forcejeando. Hubo una lucha a pedradas. Mientras tanto, Julieta yacía en el suelo, inconsciente.
Pero sólo parecía importar la violencia. Su familia lo dice de este modo: “Era víctima de una violencia colectiva, irrefrenable y peligrosa”.
Fue trasladada de urgencia al dispensario y luego al Hospital de Urgencias. Seis días después, murió a causa de la herida cerebral.
El entretejido de violencia en barrio Sol Naciente
La reconstrucción judicial y los testimonios familiares describen una noche que tuvo dos episodios de violencia separados por pocos minutos.
El primero comenzó, según fuentes con acceso a la causa, cuando el cuñado de Julieta fue increpado por haberse quedado con droga ajena.

La discusión se volvió pelea física; el suegro, machete en mano, y otros familiares habrían enfrentado al grupo visitante.
Ese grupo estaba integrado por personas vinculadas a un hombre apodado “Pepo”, señalado como un referente narco en la zona.
Según la descripción minuciosa que hacen los pesquisas del caso, “Pepo” envió a su cómplice, un hombre conocido como “el Verde”, y a otros para recuperar una droga que había guardado, para nunca devolver, el cuñado de Julieta.
Tras el enfrentamiento inicial, se habrían retirado, pero habrían ido a buscar armas para un segundo round, según se reconstruye en la justicia.
En ese regreso se produjo el disparo mortal. La hipótesis más firme indica que Velázquez fue quien accionó el gatillo, motivado por los gritos e incitaciones de una mujer para que “le peguen” a Julieta y a su marido.
Los investigadores creen que el conflicto de fondo tiene relación con disputas por drogas y deudas impagas, aunque aún no se ha acreditado que se trate de una “guerra narco” formalmente.
El silencio de muchos testigos por miedo a represalias complica la causa.
Cinco detenidos por el crimen en barrio Sol Naciente
La fiscala Jorgelina Gutiez, a cargo de la causa, ordenó la detención de cinco personas, todas imputadas por homicidio agravado por la participación de un menor de edad.
Dos de los acusados se entregaron voluntariamente. Presuntamente tenían en su cuerpo heridas compatibles con “machetazos”.

Si bien los investigadores creen que Velázquez fue el autor material del disparo, la cosa aún no está resuelta en Tribunales.
Los otros detenidos, cuyas identidades no se revelan por razones procesales, habrían participado en distintos roles: desde la planificación hasta la instigación y el apoyo logístico.
La Justicia no descarta más arrestos en las próximas semanas.
“La actitud de no someterse al proceso complica a los imputados. Si dicen que tienen heridas, deberán probarlo”, sostuvo una fuente judicial.
Un reclamo de justicia que crece en barrio Sol Naciente
La madre y la hermana de Julieta son representadas por el abogado Carlos Nayi, quien se constituyó como querellante particular en la causa.
Desde el primer día, exigen que se esclarezca el crimen y que todos los responsables, materiales e intelectuales, paguen por lo ocurrido.
“Queremos justicia. No puede quedar impune. Mi hermana era inocente, solo intentó frenar la pelea. Tenía 22 años, un hijo de 2 que en pocos días cumple 3 y que ahora crecerá sin su mamá”, expresó Paula.
El entorno familiar también apunta a que la mujer que, desde afuera, habría instigado a atacar a Julieta, sea incluida en la investigación.
“Ella no tuvo piedad. Gritaba que le peguen. No puede quedar libre como si nada”, reclamaron.
El próximo viernes 15 de agosto, a las 16, en plaza Colón, familiares, amigos y vecinos marcharán para pedir justicia por Julieta.