Todo se encamina a afianzar la imputación en contra de cinco jóvenes que están acusados de matar de modo cruento y alevoso al arquitecto Reynaldo Flehr (61), entre ellos su propia hija Irina Lourdes Flehr (20) y el hombre que estaba en pareja con ella, Leandro Xavier Moscarello (26).
Luego de que el fiscal de Violencia Familiar del Turno 3 Cristian Griffi dictara las prisiones preventivas, las oposiciones de algunos defensores motivaron la intervención de la jueza de Control Cristina Giordano, quien confirmó la medida cautelar y avaló lo actuado por el instructor.
Además de la hija y el yerno del arquitecto, están acusados como autores materiales otros tres jóvenes: Samuel Moscarello (24), hermano de Leandro, y sus amigos David “Negro” Suárez (24) y David “Loro” o “Lorito” Silvestre (23). Precisamente, estos tres acusados presentaron la oposición que terminó en la confirmación de la prisión preventiva de los cinco acusados.
La noche del 28 de diciembre pasado, el arquitecto fue asesinado de dos balazos (en el cráneo y el cuello) efectuados a muy corta distancia, mientras estaba atado de pies y manos a una silla. El alevoso asesinato fue cometido en su propia casa de avenida La Voz del Interior al 8.200, luego de que fuera sorprendido cuando ingresaba su vehículo al garaje.
La acusación de Griffi –ahora confirmada por la jueza Giordano– sostiene que Irina y Samuel encargaron el crimen a los tres jóvenes que atacaron al arquitecto. Dos de ellos –Samuel Moscarello y David “Loro” Silvestre– entraron a la vivienda antes de que llegue y lo esperaron adentro, mientras que el restante –Suárez– se quedó en el auto para asegurar el escape.
No hubo robo ni escena de otro móvil que el de una ejecución cruel. Para dispararle en su casa, los asesinos encendieron el televisor y subieron el volumen al máximo.
Indicios comprometedores
La jueza Giordano entiende que ha quedado probado el crimen y la participación de los cinco acusados. Rechaza la magistrada los argumentos de la defensa de Suárez en el sentido de que no hay prueba directa en contra de él, indicando que el abogado descalifica la “prueba indirecta o indiciaria” y que “existe una convergencia hacia una misma dirección en la investigación practicada”.
Por otra parte, también rechaza la jueza que no se haya investigado la “línea” de la supuesta participación del crimen de un pariente de Reynaldo Flehr. Además de señalar que Griffi sí investigó esa posibilidad, sostiene que entre otros argumentos quedó desechada toda vez que el arquitecto benefició económicamente a ese pariente en la administración de los bienes de la familia.
La jueza agrega que las acciones de Flehr “claramente favorecían a este último (el pariente) por cuanto había deudas que generaba la masa de bienes de dicha herencia que en lugar de ser pagadas por el mencionado, eran afrontadas por el propio arquitecto Flehr quien siempre procuraba realizar la administración en términos conciliatorios entre todas las partes”.
Como indicios positivos a favor de la acusación, Giordano plasma con contundencia que en los teléfonos de Irina y su pareja están los contactos de los otros tres acusados, para luego referir las llamadas efectuadas en los momentos clave del crimen, la presencia de todos cuando se reunieron a planificar la noche previa y la ubicación de los tres “ejecutores” en la zona del asesinato.
Para más, se indica que Silvestre no se presentó el día anterior y el mismo del crimen a la remisería con la que trabajaba con su Ford Ka, el mismo que resultó grabado por las cámaras de seguridad de la zona de la vivienda de la víctima. Además, se hizo un reconocimiento que coincide con la figura de los individuos que bajan del vehículo a la hora del homicidio. Para más, el Ford Ka, registraba en las escenas grabadas con un foco rojo, el mismo que al ser secuestrado el auto estaba reemplazado por uno que no correspondía a la marca original.
Con relación al arma utilizada para el crimen -calibre 22- nunca fue hallada, pero hay un testimonio que indica que Samuel Moscarello vendió una similar días después de que Flehr fuera asesinado. Esto es tomado, además, como un indicador de peligrosidad procesal que fundamenta la prisión preventiva.
Móvil y plan
Volviendo al hecho, el móvil del crimen tendría que ver con la ambición del yerno Leandro Moscarello respecto de los bienes que la víctima tenía que repartir con Irina, única hija y heredera. Además, Irina habría venido reclamando durante años que su padre le adelantara la fortuna que ella sostenía provenía de los bienes de su madre fallecida.
Cuando en 2014 murió Verónica –esposa de Reynaldo y mamá de Irina– habría quedado un importante acervo patrimonial que el viudo debía compartir con su única hija. Este sería el origen de un entredicho que fue cobrando relieve hasta que –según la acusación– hubo un plan para eliminar al suegro. Parte del énfasis de los argumentos de la hija era que la mayoría de los bienes no eran gananciales sino que pertenecían originalmente a los padres de Verónica.
La niña tenía unos 12 años cuando perdió a su madre. Pero, al cumplir la mayoría de edad y conocer a Leandro, comenzó a reclamar con insistencia los inmuebles que la madre había legado. En la legislación civil argentina, puede decirse a modo de resumen no muy riguroso que, al fallecer uno de los cónyuges, comparte los bienes con sus hijos.
Reynaldo residía con Irina en una de las propiedades que la familia tenía en avenida La Voz del Interior al 8200, a pocas cuadras del aeropuerto. Pronto a esa casa llegó Leandro para vivir con la joven y también con su padre. Pero las diferencias de la joven pareja con el arquitecto se fueron haciendo más ásperas y esa convivencia de a tres pronto se interrumpió, presuntamente cuando Leandro habría echado al suegro.
El arquitecto se mudó entonces al chalet que la familia tenía al frente, cruzando la avenida, el mismo donde años más tarde terminaría ejecutado, atado a una silla y amordazado.
Hasta que el crimen se produjo, el arquitecto sufrió el vacío que le hicieron su hija y el yerno una vez que tuvieron una hija y le impedían ver a su nieta.
Noviazgo y detonante
En paralelo, se sabe que Reynaldo años después de enviudar conoció a una mujer que habría conseguido que el arquitecto se olvidara de sus problemas de relación con su hija y el yerno.
Pero la pelea por los bienes no cejaba. Aparentemente hubo algo que precipitó las diferencias en la disputa patrimonial. Se presume que en diciembre todo se profundizó cuando en una mano se hizo visible un anillo de compromiso que hizo temer por la parte de los bienes del viudo.
Semanas antes del crimen, como publicó este diario, Leandro le había enviado un mensaje nada sutil a Reynaldo: “Van a haber balas para vos”.
Cuando mataron a su padre, Irina –una exalumna del Colegio La Salle– tenía sólo 19 años. Los 20 los cumplió el pasado 28 de enero, cuando aún gozaba de la libertad.
