El primer atisbo fue el de una “lluvia” de piedras. Pero lo que el vecino descubrió después, estrellados sobre el techo de su patio, fueron “ladrillos” de marihuana. Lo que nunca imaginó otro de los inquilinos (un policía) es que “llovería” una caja fuerte con casi dos kilos de cocaína en su jardín.
La increíble noche de “lluvia” de drogas y cajas fuertes en barrio Centro terminó con condenas para Candela Ayelén Baena (28), su cuñado, Pablo Emanuel Rodríguez (28) y su cómplice, Ignacio “Nacho” Julián Rodríguez (25) en una causa por facilitación, almacenamiento de estupefacientes y transporte.
Una noche “tóxica”
A las 21.45 del domingo 16 de enero de 2022, la portera del edificio ubicado en Chacabuco 269 recibió un mensaje y una foto de la vecina del 7 C. En él, la inquilina le advertía que la puerta del 7 D se encontraba rota, y que ya se había comunicado con la dueña del departamento.
La portera bajó del octavo al séptimo piso y vio que efectivamente la cerradura del 7 D había sido forzada. Por pedido de la dueña, la conserje ingresó y observó que el living estaba en orden, sin faltantes. Sin embargo, no pudo ingresar al dormitorio, porque le faltaba la manija y estaba bajo llave. Le dio la impresión que quisieron abrirlo.
Rápidamente, le avisó a su hijo para impidiera que cualquier persona abandonase el séptimo piso. Uno de los vecinos comentó que horas antes había visto a un hombre “morocho” rondar el departamento violentado, pero que era uno de los “habitués”, junto a un joven “rubio”. Otros precisaron que eran varios los que pasaban por el 7 D por la tarde, pero que ninguno dormía allí.
Poco después del llamado, entre las 22 y las 22.20, la portera observó a dos hombres corriendo hacia el edificio, entre ello un “rubio lindo” y otro de cabello castaño, con llave en mano.
Al preguntarle a dónde se dirigían, el “rubio” le respondió que alguien había entrado a robar a su “hermana” (Baena, con quien no tiene en realidad parentesco) y quería revisar el departamento. La encargada los dejó pasar, y les comentó que ya había llamado al 911.
El hijo de la portera notó que el “rubio” y su acompañante subieron al departamento y al bajar llevaban cada uno una caja fuerte en sus brazos. Ante la inusual situación, les advirtió que no podrían irse con los cofres porque no eran inquilinos y aún la Policía no había llegado. Los jóvenes lo insultaron y regresaron rápidamente al 7 D.
Cuando uno de los efectivos llamó a la puerta, “Nacho” Rodríguez respondió que el “rubio” (Pablo Rodríguez) se había ido. “Nacho” no pudo escapar y quedó detenido en el séptimo piso, mientras la portera alcanzó a visualizar que el “rubio” ganó la puerta del hall de ingreso al edificio con suma premura porque estaba al teléfono con su “hermana” (Baena).
Rápidamente, la conserje le avisó a una de las uniformadas que no lo dejara irse. La agente le dio la voz de alto, pero el joven se fugó.
Ruidos y “lluvia” que fue “verde y blanca”
Los otros residentes del edificio comenzaron a alertar a la Policía sobre una “lluvia” de objetos arrojados hacia patios y terrazas colindantes. Uno de los inquilinos del PB C, casualmente un policía, relató que escuchó ruido en su patio. Al revisar se encontró con una caja fuerte electrónica de color negro y un “ladrillo” de marihuana.
Otro de los vecinos, del octavo, oyó ruido como de chapa y alcanzó a ver cuando desde el 7 D arrojaban paquetes al vacío. Un residente de PB del edificio de Chacabuco 261 contó a los policías que escuchó lo que creyó eran “piedras” sobre el techo de su patio.
Las “piedras” eran, en realidad, nueve “ladrillos” de marihuana estrellados y otros 10 que quedaron sobre el techo y el patio de un gimnasio. La particularidad es que encontraron una segunda caja fuerte, de color beige.
La “lluvia” de droga también dejó su “estela”. Ya con la claridad del día siguiente, una vecina del edificio de Chacabuco 269 llamó a la Policía para avisar que había observado otros bultos extraños en el patio del edificio del 261. Los efectivos localizaron allí otros siete “panes” de marihuana y uno extra en el gimnasio. En total, se incautaron 39 “ladrillos” por casi 23 kilos.
El juez de Feria Juan Manuel Fernández López allanó el 7 D, cuyo contrato de alquiler estaba a nombre de Candela Baena. En la cocina encontraron una caja con cuatro paquetes forrados con papel aluminio, uno con restos de cocaína, y 11 envoltorios de acetato y un trozo de 36 gramos de marihuana. También incautaron tres cajas vacías correspondientes a balanzas digitales y una contadora de billetes
En la caja fuerte negra hallaron 1,8 kilos de cocaína granulada. En el cofre beige encontraron, en cambio, una pistola Bersa con cinco proyectiles y 1,5 kilos de cocaína.
Los investigadores detectaron que en su perfil de Facebook, Baena estaba vinculaba a su cuñado, Pablo Rodríguez. Él y “Nacho” Rodríguez, acorralados al no poder escapar con la droga, se desprendieron del cargamento tirándolo por la ventana.
Baena había firmado el contrato de alquiler en 2021 y renovado en dos ocasiones, por lo que los investigadores creen que facilitó el departamento para que hiciera las veces de “búnker”.
La causa pasó finalmente al fuero federal.
Condenas y roles
En un reciente juicio abreviado (acordado entre los imputados y el fiscal auxiliar Federico Massei), el juez Julián Falcucci, del Tribunal Oral Criminal N° 1, condenó a Baena a tres años de prisión condicional por facilitación de lugar (departamento) para la realización de actividades relacionadas al tráfico de estupefacientes.
El “rubio” Pablo Rodríguez recibió la pena más alta de los tres: cuatro años y ocho meses como autor de almacenamiento de drogas y coautor de transporte en grado de tentativa. “Nacho” Rodríguez, por su parte, fue sentenciado a dos años y medio condicional como coautor de intento de transporte.
“Baena tenía pleno conocimiento de la finalidad de dicho alquiler, no pudiendo argüir el desconocimiento de la actividad ilícita que se desarrollaba en el mismo”, advirtió el juez.
Señaló que no sólo renovó el contrato dos veces y efectuó los pagos mensuales, sino que, además, valoró el testimonio del administrador del departamento, quien tras comentarle a Baena lo sucedido en el inmueble (ella adujo que se estaba recuperando del Covid en la casa de sus padres) iba a enviar a sus “hermanos”.
Tras el mensaje, la mujer presuntamente lo bloqueó en WhatsApp, y se mantuvo prófuga durante varios meses. La acusada reconoció haber estado involucrada en la causa al firmar el acuerdo del juicio abreviado.
Para Falcucci, Pablo Rodríguez “efectivamente almacenó” en el departamento los kilos y kilos de marihuana compactada, las cajas fuerte y la cocaína. Rodríguez tenía las llaves del edificio y del departamento y había sido visto en innumerables ocasiones acompañado por otras personas. Era el dueño de la droga y Baena la facilitadora del búnker (no se probó si ella recibió o no dinero a cambio).
El “rubio” admitió que al inmueble lo utilizaba “normalmente” él. El juez remarcó que, además del almacenamiento, intentó huir con la droga en complicidad con “Nacho” Rodríguez. “Existía un plan común entre ambos”, describió Falcucci al condenarlos.
