La situación de inseguridad en el barrio de Nueva Córdoba ha sido definida por sus habitantes como “crítica” desde hace largo tiempo. Pero los hechos delictivos ahora golpean hasta en la puerta de la “casa de Dios” de este conglomerado céntrico, con una gravedad tal que en un templo las misas se celebran ante la presencia de un oficial de la Policía de Córdoba apostado dentro del salón.
El fenómeno se registra en la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, más conocida como la Iglesia de los Capuchinos, un punto de referencia tanto arquitectónico como religioso de la Capital provincial.
Los creyentes que asisten a estas celebraciones religiosas aseguraron a La Voz que durante las últimas misas de los domingos identificaron robos de objetos de valor que quedan dentro de los autos estacionados a la entrada de la impactante edificación.
Y dicen que eso no es todo: “A menudo, entraban tres personas que con el tiempo llegamos a identificar. Aprovechaban el momento de oración para llevarse carteras, billeteras y celulares de los ‘hermanos’”, aseguraron desde el entorno eclesiástico.
La seguidilla de actos delictivos obligó a la Policía a custodiar el lugar durante el horario de cada convocatoria que se realizaba desde la iglesia.
“Mientras adentro pedíamos por la seguridad de los cordobeses, para que se acaben de una vez por todas los robos y los crímenes, adentro nos quitaban las carteras. Cuando empezaron a ver al policía, siguieron por el lado de afuera, robando las cosas que quedaban en los autos”, aseguró una mujer que asiste con asiduidad a las actividades organizadas en Los Capuchinos.
Las fuentes consultadas por este medio apuntaron contra un grupo de personas que, según sus dichos, conocerían el movimiento habitual de la zona próxima al Paseo Buen Pastor.
“Todos saben quiénes son, solo que nadie hace lo que tiene que hacer. Ni los damnificados hacen las denuncias, ni la Policía controla, ni tampoco avanzan las pocas denuncias que sí se realizan”, dijo una persona que aseguró haber sido víctima de un robo durante una misa.
Hechos por doquier y una iglesia que debe cerrar sus puertas para no sufrir el delito
Una fuente ligada al sostenimiento de las actividades de la iglesia confirmó a este medio que los robos dentro del edificio han sido “totalmente evitados”.
“Tenemos una vigilancia policial para impedir que ocurran estos hechos. Pero esto implica que, como ahora, la iglesia esté cerrada, ya que no tenemos dinero suficiente para pagar a un policía que cuide el lugar a la mañana y a la tarde. Entonces sólo abrimos por la tarde”, explicó a este medio.
En tanto, aseguró que durante los horarios en que las puertas están abiertas y se puede ingresar y circular por las instalaciones, siempre hay un uniformado que vigila.
“Tuvimos que poner una vigilancia porque no nos quedaba otra salida. La gente estaba rezando y de repente desaparecía su cartera. Pero aparte sabemos quiénes eran. Los conocemos”, lamentaron desde la icónica iglesia.
Según los relatos de estas mismas fuentes, quienes atacaban reiteradamente a los feligreses que se encontraban rezando en el edificio eran personas que llegaban a la zona a cometer este tipo de delitos.
“Eran tres hombres, uno de los cuales vive en barrio Pueyrredón. De hecho, sabemos que siguen en la zona porque hay gente que se retira a la tarde y se los encuentra afuera, dando vueltas por la avenida Yrigoyen”, aseguraron quienes se ampararon en el anonimato por temor a una represalia.
También destacaron que los ataques siempre se produjeron contra pertenencias personales, salvo una sola vez que un grupo de personas que buscaba “agua bendita” dejó entrar a un desconocido. El hombre se llevó un parlante portátil y micrófonos.
“Parecía una película de terror porque en la filmación se veía que la gente de la iglesia entraba a la oficina, cerraba con llave y se iba. Pero el intruso estaba escondido en la última salita y manoteaba las cosas, pero nunca se dio cuenta de la presencia de las cámaras de seguridad. Acá también se maneja dinero y todo es muy peligroso”, comentaron.
El año pasado, agregaron, prestaron a un damnificado una filmación que dejó registrado el robo de un auto estacionado allí. Pero fuera de este hecho que calificaron como “extraño”, la iglesia no tomó medidas por hechos ocurridos afuera del edificio.
El robo más reciente que trajo preocupación entre los feligreses
C. (se reserva su identidad) usó sus redes sociales para poner al descubierto un padecimiento que, según las fuentes de la zona consultadas, es cada vez más generalizado. El domingo 30 de julio había asistido a misa junto a su mamá, como cada fin de semana. Al salir, le habían abierto el automóvil que habían dejado estacionado en la puerta.
“Tenemos mucho miedo porque nos sacaron todas las llaves de casa y el carnet de conducir. Cada noche que pasa estamos atemorizadas. No sabemos cuándo, pero estamos seguras de que en cualquier momento pueden venir por nosotras”, dijo la joven que vive junto a su madre.
Por su parte, la mamá también manifestó preocupación: “Cuando me voy a trabajar mis hijas pasan tiempo solas en la casa. Y si bien ya hablé con la Policía, no sé qué puede llegar a ocurrir”, lamentó.
C. aseguró en su testimonio que ese día, al bajar del coche, activaron la alarma del vehículo, escucharon el pitido de activación y comprobaron que las puertas habían quedado cerradas.
“Ahora usan unos inhibidores que se quedan con el código del sistema de la alarma del
auto. Vos cerrás, pero ellos pueden abrir las puertas más luego”, especularon.
Lo que no se explican es la impunidad que rodeó al caso: “La gente del lugar nos vio bajar. Luego tienen que haber entrado otras personas, pero nadie vio nada. No quieren hablar porque es gente que siempre está en la zona”, opinó la adulta.
“A la vuelta del sitio donde habíamos dejado el automóvil hay un control policial. Parece un chiste, pero vivimos así”, lamentaron ambas.
