El sargento Leonardo Cisnerosntenciado a 10 años de prisión efectiva por tentativa de homicidio doblemente agravado por el uso de arma de fuego y por su condición de policía, en un juicio abreviado por un caso de “gatillo fácil” ocurrido en 2015 en la ciudad de Córdoba.
El caso fue el de Ezequiel Reinoso, quien tenía 22 años y fue herido de bala por la espalda en barrio Guiñazú.
En tanto, el oficial Sebastián Stopello, recibió tres años y tres meses por encubrimiento agravado y falso testimonio.
El fallo fue emitido por la Cámara 6ª del Crimen de Córdoba, que tenía previsto llevar a cabo un procedimiento con jurado popular. Sin embargo, ante el pedido de los acusados, se accedió a realizar una instancia abreviada.
El fiscal de la causa, Fernando Palma, aceptó la confesión de los imputados y agravó la acusación. El juicio, que había comenzado con vistas a finalizar en marzo, concluyó el 26 de febrero con una resolución consensuada.
En la sala de audiencias se volvieron a ver las caras la víctima con los uniformados. Y a pesar de que se optó por el procedimiento consensuado, también estuvieron presentes los integrantes del jurado popular.
El hecho juzgado ocurrió el 14 de febrero de 2015 a la altura de la avenida Juan B. Justo al 9000. Según la versión policial inicial, Reinoso había evadido un control vehicular y viajaba con un acompañante armado. Ese testimonio fue completamente desmontado por la investigación judicial.
Ezequiel, quien primero pasó días de recuperación en la terapia intensiva del hospital de Urgencias, se repuso de las heridas, no sin secuelas: le extirparon el bazo, debe prestar sumo cuidado a su riñón y siente limitaciones producto del trauma que debió padecer.
Pero gracias a que sobrevivió, pudo dar testimonio de aquella tarde, cuando había salido de su vivienda paterna para juntarse a jugar a la pelota con unos amigos. Les había escrito a dos de ellos e iba a su encuentro, a bordo de su motocicleta, cuando sintió como un mordisco por detrás.
Al tocarse la espalda, su mano estaba enchastrada con sangre. La respiración, cuenta, se puso espesa. Se le cerraban los ojos. Pero con sus últimas fuerzas logró llamar a uno de sus amigos.
“Venía a buscarme que me pasó algo”, fueron sus últimas palabras antes de perder del todo el aliento. El amigo lo recogió en la calle y desde lejos podía escuchar a los policías que le decían a los demás si “alguien tenía algo para decir”, en tono amenazante, según testimonió durante la causa.
Con el chico convaleciente, el amigo llamó al padre, que llegó en un automóvil, lo cargó en su vehículo y pidió en la comisaría de la zona que lo escoltaran hasta el hospital. Presuntamente, hasta ese momento, la fuerza nunca tuvo registros del procedimiento que había acabado con un herido de bala.
Sobre lo que sufrió hace 10 años, el joven que en mayo cumplirá 33 dijo que nunca había visto señalización alguna sobre algún control policial antes de llegar al lugar. Se dio cuenta de que algo pasaba cuando otra motocicleta, que circulaba delante de él, fue detenida.
“Como no recibí señas, seguí mi camino. Pero Cisneros me disparó. La bala me ingresó por la espalda y quedó alojada entre dos costillas, a pocos centímetros del corazón. Aún sigue ahí. Fui internado en grave estado”, recordó con angustia.
A las 23 del mismo día, el otro efectivo involucrado declaró que Reinoso iba acompañado y que su acompañante había disparado contra ellos. A partir de ese momento, se intentó montar una escena que finalmente se descubrió falsa.
Los policías (aún resta investigar si lo hicieron en complicidad con otros) buscaron un arma, la dejaron en una vivienda cercana al control y convocaron a una mujer para que declarara como testigo del supuesto enfrentamiento.
La causa se movió lentamente. Reinoso fue imputado por portación ilegal y resistencia a la autoridad. Recién dos años y medio después, fue sobreseído cuando la Justicia tuvo elementos suficientes para determinar que el chico iba desarmado.
Mientras tanto, los policías continuaron en funciones. Cisneros estuvo en situación pasiva solo ocho meses y luego fue reubicado en tareas administrativas, hasta su jubilación, hace cinco años. Stopello, por su parte, siguió en tareas operativas tras cuatro meses de pasiva.
El juicio demoró más de lo previsto porque pasó de ser ordinario a tener jurado popular. Reinoso esperó más de 10 años para escuchar la sentencia. “Esperé 10 años para que en un solo día te digan ‘ya está’”, expresó con alivio y confusión a la vez, a días de haber concluido la audiencia.
“Valoro más las cosas”
Con 32 años, Ezequiel asegura que desde aquel día su vida cambió. “Trato de sacar lo bueno. Valoro más las cosas. A la hora de buscar otro trabajo, me siento muy limitado físicamente. Y según el médico, tengo 55% de incapacidad. No obstante, doy las gracias porque todavía estoy vivo”, comentó en diálogo con La Voz.
Pese a las secuelas físicas y psicológicas, conserva la capacidad de trabajar y jugar al fútbol, aunque con limitaciones.
Más allá de las lesiones, Ezequiel destaca el apoyo de su familia, sus amigos y de Parque Norte, la pequeña localidad ubicada en la salida norte de la Capital donde se crio y que horas después del hecho violento salió a marchar a las puertas de la comisaría para que se investigara el caso.
“Soy un poquito de ellos. Esta gente me apoyó aún sin conocerme, porque sabían cómo era y cómo era mi familia. Me criaron buenas personas”, asegura cortando el relato con un sollozo producto de la emoción.
También construyó lazos nuevos, como el de una vecina que perdió a su hijo y que, cada vez que lo ve, le pide un abrazo porque le recuerda a él: “Vos te salvaste y ahora se hizo Justicia”, conversan a menudo.
Sin embargo, Ezequiel cree que aún queda camino por delante y que no todo está resuelto.
Durante la lectura del fallo, el fiscal Palma pidió al tribunal que se continuara la investigación por el “plantado” del arma.
“Seguramente, hay más involucrados”, sostuvo. El pedido apunta a que se determine quién montó la escena falsa, quién autorizó la manipulación de pruebas y si hubo superiores implicados.
Reinoso comparte ese reclamo. “Me encantaría que sigan investigando. Mi enojo con los policías se me pasó, pero no quiero que esto quede ahí”, declaró.
Los imputados pidieron disculpas durante el juicio. Uno de ellos, condenado por el delito de encubrimiento, incluso le pidió un abrazo. “Me miró a los ojos y tenía lágrimas. Le dije que por supuesto, y me nació darle un abrazo”, contó Reinoso.
Comparaciones inevitables: el caso Blas Correas
El caso guarda similitudes con el de Valentino Blas Correas, el joven asesinado en Córdoba por policías en 2020.
En ambos hechos, se intentó falsear la escena para encubrir el accionar de los uniformados. En los dos casos, se afirmó que las víctimas portaban armas o dispararon. La versión oficial fue desmentida por la investigación ambas veces.
La diferencia clave es que Ezequiel sobrevivió. “Se cae toda la mentira porque sobreviví y pude contar que iba solo. Muchos de los testigos eran compañeros de mi equipo de fútbol o rivales. Siempre les digo que fueron mis ángeles”, dijo en referencia a quienes lo ayudaron ese día y que también declararon en el juicio.
A pesar de las deudas que Ezequiel aún siente, para él se cerró una etapa. “El 26 de febrero, en la sala de audiencias del primer piso, se dictó la sentencia. Participaron los jueces, los camaristas, el jurado popular, y estábamos todos. Mi mamá estaba presente y estaba contenta. Fue un día raro. No sabría si sentirme conforme o no. Pero ahí terminó algo que cargué muchos años”, expresó.
A casi una década, el sobreviviente de aquel hecho sigue intentando reconstruir su vida.
“Gracias a Dios, me puedo levantar todos los días, ir a trabajar, seguir practicando fútbol”, comentó. Aunque sabe que las secuelas serán para siempre.