Por la velocidad y la hora, pero sobre todo por lo infrecuente. Los efectivos que custodian a menudo la zona de barrio Patricios, en el noreste de la ciudad de Córdoba, nunca habían visto por la zona aquel Citroën Air Cross blanco, y menos que circulara raudamente en la oscuridad. El alerta y seguimiento del auto terminó, a finales de 2022, con el hallazgo de cocaína oculta que llevaba una pareja.
En un reciente juicio abreviado, el Tribunal Oral Federal N° 2 de la Capital provincial condenó a Mario Alberto Peralta (45) a cuatro años y tres meses de prisión, como autor de transporte de estupefacientes, y a su pareja, Yohana Soledad Marchesi (34), a tres años (de ejecución condicional) por su participación secundaria en el delito.
Un auto blanco con “blanca”
La madrugada del 29 de diciembre de 2022, los efectivos observaron un auto sospechoso en la colectora hacia la avenida Juan B. Justo, en cercanías de barrio Patricios, de Córdoba capital. El Citroën blanco era algo fuera de lo común en esa zona y en ese horario. Los policías lo siguieron y dieron aviso por la frecuencia interna.
Los ocupantes aceleraron y se introdujeron rápidamente en la villa El Quemadero, muy cerca del sector. Los efectivos no ingresaron, ante los habituales ataques con piedras, pero notificaron en qué dirección circulaba el rodado.
Unos 20 minutos después, a las 3.55, un patrullero del CAP 7 logró interceptar el Citroën en la colectora de Circunvalación y avenida Capdevila, todo en el noroeste de la Capital. Marchesi viajaba como acompañante de Peralta. La mujer, visiblemente nerviosa, comenzó a realizar extraños movimientos con sus piernas, como si empujara u ocultara algo debajo de su asiento.
En total, hallaron casi un kilo y medio, entre cocaína y cloruros en dos bolsas guardadas, a su vez, dentro de otra. La primera, por casi 500 gramos; la segunda, por un kilo. También les secuestraron dos celulares, 7.800 pesos, 200 dólares y 43 mil pesos falsos.
En un juicio abreviado acordado con la Fiscalía General, reconocieron el hecho y su participación. “Ha quedado evidenciado que la conducta atribuida se encuentra dentro de la cadena de comercialización que se materializa entre la producción y la distribución”, dijo el juez Falcucci, quien destacó la cantidad de estupefacientes incautados, la forma en que estaba embalada, la modalidad de traslado (de noche y oculta).
“Resulta propio del tráfico de estupefacientes, presentándose como un ‘ardid hábil’ ideado para burlar los controles policiales; todo lo cual, entiendo, resulta propio del tráfico de estupefacientes, y lo cual autoriza a sostener que el dolo de tráfico estaba presente en la conducta desplegada por Peralta y Marchesi”, afirmó.
La maniobra habría tenido el propósito de introducirla en el circuito negro de la droga para obtener un beneficio económico. El mayor peso de la acusación cayó sobre Peralta, ya que –según indicó el juez- el aporte de la novia no era necesario para que el transporte de la cocaína ocurriera como sucedió.
“La participación de la misma se limitó al acompañamiento de su pareja, seguramente con la intención de ayudarlo a pasar inadvertido ante posibles controles preventivos policiales que se suelen dar en relación con las personas que circulan solas en horas de la madrugada”, concluyó.
Marchesi recibió tres años de ejecución condicional, y Peralta, cuatro años y tres años. No fue su primera pena. En 2004 había sido sentenciado a 14 años como coautor del asesinato de un hombre y el ataque a otros (lesiones gravísimas y lesiones graves reiteradas).
El pasado criminal del “Ronco” Peralta
La noche del 18 de agosto de 2002, Jorge “Mula” Altamirano, su hermano Claudio Martín “Mulita” Altamirano y otras dos o tres personas atacaron a balazos los frentes de varias casas, entre ellas la de los hermanos Luis Gregorio “el Negro” Castro y Rogelio Nery Castro, en barrio Banda Norte, de la ciudad de Río Cuarto. En varias de las viviendas, todas ubicadas frente a una canchita de fútbol improvisada, había mujeres y niños.
Treinta minutos después, alrededor de las 20, los Altamirano, José Luis “Trucha” Bustos, un menor de edad y el propio “Ronco” Peralta se apostaron detrás de un paredón y desde allí balearon a Luis Castro en el pie derecho, como parte de un plan premeditado. Se desplomó y, por la secuencia, comenzó a rodar junto a una canaleta.
Su hermano Rogelio salió con las manos en alto, pidiendo que dejaran de disparar. De nada sirvió: “Mulita” Altamirano le disparó en el pecho y Rogelio cayó de rodillas.
Su hermano, que seguía en el piso, quiso ayudarlo, pero recibió otro balazo (en la pierna izquierda). La “lluvia” de disparos también hirió a Rodolfo Cirilo Rodríguez (tuvieron que amputarlo), un adolescente de 13 años y su hermano, quienes se refugiaron en la casa de los Castro. Tras la brutal balacera, Rogelio murió una hora después en una clínica.
Se probó que Peralta participó de aquella noche criminal (a pesar de que mintió al intentar ubicarse tomando unos tragos con otras personas a la hora del asesinato) y hasta curiosamente se justificó de por qué no asistió al velatorio de Rogelio: adujo que “el resto o toda la gente” lo apuntaban como el autor del crimen por una pelea anterior que había sostenido con el hijo del fallecido. Efectivamente, fue uno de los coautores del homicidio, y recibió 14 años.
Fue el trágico epílogo de un día que comenzó igualmente violento. Horas antes, a la 1 de la madrugada de la misma jornada, “Mulita” Altamirano había sorprendido en la calle y por atrás, a traición, a Diego Sebastián Ferreyra, en la avenida Argentina.
A dos metros de distancia le efectuó dos disparos en la espalda, con la clara intención de asesinarlo. No conforme, y ya con la víctima desplomada en el piso, le disparó varias veces más de frente, para asegurarse de matarlo. Increíblemente, Ferreyra se salvó.
