En el primer día del invierno, cerca de las 8.30, el termómetro marcaba 2 grados. Era la temperatura mínima de la jornada en la capital cordobesa. Fue a esa hora que un vecino llamó a la Policía alertando sobre una densa columna de humo y llamaradas que crecían rápidamente desde el corazón de un precario asentamiento escondido entre el río Suquía y barrio General Paz.
Villa La Tabla, un asentamiento ubicado en las inmediaciones del puente Sarmiento y la Costanera, se incendiaba. En pocos minutos, el fuego se extendió por las precarias viviendas. Cuando la Policía y los bomberos llegaron, las llamas ya medían ya 16 metros de alto y la preocupación se centraba en dos niños desaparecidos: dos primos de 13 y 16 años.
Minutos después, el menor apareció. Alguien descubrió que había pasado la noche en otra vivienda.
Con el paso de los minutos se pulverizaron las esperanzas de encontrar con vida al mayor de ambos. Lautaro no aparecía.
La abuela de ambos debió ser auxiliada por un principio de intoxicación con el humo. Fue derivada al Hospital de Urgencias. Allí, la atendieron y compensaron en la guardia.
En minutos, el fuego devoró todo. Entre seis y ocho viviendas quedaron reducidas a cenizas.
Tras una hora y media de luchar contra las llamas, los bomberos encontraron el cuerpo de Lautaro. Para entonces, todo ya era un pandemonio.
Las imágenes del fuego con el humo, y el Centro Cívico de fondo, se repetían en las pantallas.
Precariedad, frío y muerte
Lautaro tenía 16 años, había dejado el colegio, pero trabajaba junto a un primo en la esquina del puente Sarmiento, frente al Hospital de Urgencias. Limpiaba vidrios de los autos.
El lunes a la noche, había estaba reunido con un amigo y luego se durmió en la precaria casilla que habitaba.
Tras algunos peritajes iniciales, los bomberos determinaron las causas del incendio, pero informaron que los detalles del suceso estaban resguardados bajo secreto de sumario.
El cuerpo de Lautaro fue retirado por una camioneta del Ministerio Público Fiscal.
Patricia García Ramírez es la fiscal que investiga el caso. No hay imputados.
Varios vecinos comentaron que, para resguardarse del frío, el joven habría utilizado un peligroso mecanismo consistente en un ladrillo con una resistencia. Los materiales altamente combustibles de la vivienda hicieron el resto.
De las 20 familias que viven en La Tabla, al menos seis perdieron todo y debieron ser alojadas en un hotel. Otras 13 familias sufrieron pérdidas materiales. Las autoridades resolvieron el corte del suministro eléctrico en las viviendas. “Las conexiones son muy irregulares, y no queremos que nadie se electrocute tratando de recuperar sus pertenencias”, alertó un bombero.
Novena muerte
Lautaro se convirtió en la novena víctima del fuego en Córdoba en lo que va de 2022.
Las causas de estas tragedias domiciliarias son variadas. Algunas veces son imprudencias, como cigarrillos en la cama. Sin embargo, y como reconocen los bomberos, lo más preocupante es que en estos últimos tiempos no frenan las tragedias causadas directamente por la pobreza. Esa pobreza que se traduce en prácticas peligrosas para afrontar el frío como el uso de braseros, ladrillos o elásticos con resistencias o con artefactos enchufados con conexiones precarias.
En la villa se percibe olor a humo mezclado con barro. El paisaje es catastrófico. Los familiares de Lautaro se abrazan y lloran, en medio de una escena de tristeza y bronca.
El lugar, como un tiradero de tarimas de madera quemada, chapas y lonas de plástico, está invadido de bomberos, policías, funcionarios, periodistas y curiosos. Varios vecinos guardan prudente silencio.
Los habitantes del asentamiento advierten que no es el primer incendio. Hace dos meses hubo otro que devoró dos casas y el baño de otra vivienda. “Este es el tercer incendio en el año”, alertó una vecina.
Los rostros de sorpresa de algunos curiosos que parecen haber descubierto el asentamiento, contrastan con la mirada de resignación de sus habitantes, que ya vieron la escena varias veces.
“Vivimos entre el frío y el fuego”, sostuvo una mujer, mientras miraba lo que sucedía desde prudente distancia. Tuvo que dejar su casa, junto a su pequeño hijo, por precaución y para que los bomberos pudieran desarrollar su tarea.
La villa tiene 16 años y no es la única en la ciudad. Enclavada en Costanera y puente Sarmiento, el asentamiento no deja de crecer a pocas cuadras del Centro Cívico, la Legislatura, la terminal de ómnibus, decenas de edificios y más alla la plaza San Martín.
A pesar de ello, muchos vecinos de La Tabla enfatizan que sobreviven “sin ser vistos”. Temen también que, en un par de días, nadie se acordará de ellos.
