Fernanda Guardia tiene 34 años y es productora audiovisual. Hace ocho meses, junto a su pareja y un amigo, sufrió una tragedia vial al ser atropellados por un conductor que manejaba alcoholizado. Sólo ella sobrevivió, con graves lesiones. Hoy sigue en proceso de recuperación de su cuerpo, pero la vida que tenía hasta el día en la que la atropellaron nunca volverá a ser la misma, como tampoco volverán su novia y su amigo.
Llegar a su casa no es fácil. A pesar de que vive en pleno centro de Río Ceballos, subir a su hogar implica una cuadra y medio de un ascenso vertical como casi no se ve en una calle de Córdoba. Al llegar a su casa, se advierte otra dificultad, una escalera larga y angosta que corona en la puerta de una casa totalmente modificada, con rampas y elementos situados a la altura accesible para una silla de ruedas. Allí nos recibe Fernanda, saludando con el puño, brindándonos un vaso de agua para afrontar el calor sofocante del verano.
Repasar, otra vez, lo que fue la tragedia que le cambió la vida para siempre, no es fácil para ella. Con enojo, tristeza y a veces ahogada, cuenta cómo fue el día más doloroso de toda su vida.
Fer, Sol y Agus eran amigos y también colegas. Compartían trabajos de producción audiovisual. Sol también estaba realizando un documental que serviría para su doctorado en Antropología y para la licenciatura de Fer.
Ese lunes 17 de mayo tenían que ir a Córdoba a realizar una entrevista para el documental. Podrían no haber ido, Fernanda pensaba que el compromiso se podía pasar para el miércoles, pero Sol, que era muy responsable, la convenció. Cuando volvían de hacer la entrevista, por Circunvalación, el auto comenzó a fallar y decidieron moverse a la banquina y esperar a la grúa. Algunos minutos después llegó Agustín, auxiliando a las jóvenes para que no se quedaran solas en la ruta, fundamentalmente por el equipamiento costoso que llevaban en el vehículo. Los dos autos estaban entre la banquina y el pasto, mientras ellos conversaban y esperaban a la grúa que nunca llegó.
El momento trágico
“Lo último que recuerdo es que Sol le preguntó a Agus ´¿cuántos años tenés?´, Agus le dijo ´31´, y ahí sucedió todo. Fue como un estruendo y una extraña distorsión del tiempo. Una enorme polvareda. Imagino que el auto nos atropelló y nos hizo girar. Giré y vi la imagen del Agus volando, luego lo vi tirado ahí. A Solcito no la vi. Lo veía a Agus tirado y pensaba ‘está muerto’. Tenía mucho dolor físico, entonces respiraba para concentrarme y no desmayarme, porque sentía que si me desmayaba los dejaba solos”.
“Me acuerdo de ese primer momento. Los autos empezaron a frenar y la gente hacía caras como horrorizadas. Yo gritaba del dolor, tenía las piernas quebradas y desarmadas. Me arrastraba tratando de buscar a Sol, pero parece que yo volé cuatro o cinco metros, Agus voló 15 metros y Sol unos 20. De repente me cayó la ficha de que tenía que avisar, y ahí lo llamé a mi viejo. me llevaron al hospital, me hicieron una tomografía, me hisoparon y me sedaron. Al otro día al mediodía mi mamá me fue a visitar y me dijo que venía del velatorio de Sol”, relató.
El saldo fue terrible. “Fue un quiebre muy amplio en mi vida, en todas las aristas para mí. Perdí a mi pareja, mi amigo, mi trabajo y mi cuerpo. Hay gente que dice que tengo que estar agradecida por estar viva, pero al principio me costaba mucho ´agradecer´. Creo que en realidad estamos acostumbrados a estar vivos, y no lo agradecemos. Esto también fue un aprendizaje para mí, sobre la vida y la muerte, sobre quiénes somos y para qué queremos estar en la vida”, reflexionó.
“Ahora de repente tengo menos dolores, me puedo empezar a parar y me pregunto ‘¿para qué me paro? ¿para qué caminamos, para qué queremos caminar?’”.
“Es muy injusto. Unos días atrás tuve una reunión con abogados, y pensaba, ¿yo les tengo que pagar también? Nunca me había dado cuenta de lo mal que está armado el sistema ese. Cómo es que una persona que no dimensiona y no respeta la vida puede arrollarme así, pasarme por encima, y encima ponerme la tarea a mí de tener que pagar abogados, presentar papeles, etcétera”, se quejó.
La Justicia
“A ninguno de nosotros nos interesa que (Alan Amoedo) vaya muchos años preso. Los chicos ya están muertos. Genera bronca pero yo trato de no quedarme en la bronca porque me hace mal a mí. Pero hay días en que me supera, que pienso si la Justicia por lo menos no me hiciera renegar con lo legal. Pero no, tengo que estar pensando cuál va a ser la siguiente campaña”, advirtió.
Así hilvanó reflexiones:
- “Por unos días ni se me ocurrió preguntar quién nos había chocado. Hasta que me dijeron que había sido un chico de 27 años, borracho. Ahí pensé ¡qué bronca, qué falta de respeto hacia la vida! Qué poco corazón para meterte por Circunvalación en ese estado”.
- “Encima, después la Justicia y el Estado avalan ese comportamiento. Como si no fuera tan grave, no pasa nada. Bueno, tres a seis años. ni siquiera me está pagando todos los gastos. por lo menos que labure 10 años para pagarme los gastos. Toda la vida que me sacó. Porque también me mató una parte. A mí me encantaba correr, andar en bici, jugar al fútbol. ¿Y cuándo voy a poder volver a hacer eso? Cuando sea una persona mayor, tengo 34, ¿a los 40? ¿voy a poder volver a jugar un partido de fútbol? Por eso me siento más presa que él, y no entiendo por qué el Estado y la Justicia avalan eso”.
- “Yo sé que soy en cierto modo privilegiada. La mamá de Sol es abogada, y hay dos abogados penalistas buenos que están trabajando sin cobrar nada hasta que se resuelva algo. Pero hay muchas familias que les pasa y hay una impunidad terrible. ¿Cómo, si yo soy la víctima, el fiscal tiene que estar bajando la pena? ¿En qué mundo quiere vivir ese fiscal?”.
- “Hoy estoy en proceso de acostumbrarme a un nuevo cuerpo, aceptar mi nuevo cuerpo. Ahora tengo una infección y probablemente me tengan que volver a abrir, sacar el clavo. Todavía me duele la rodilla de la primera operación y ya están pensando en abrirme de vuelta porque tengo una infección, y es difícil. Se suma a esto también que siento una obligación de defender el derecho a vivir que tenían Sol y Agus. Alguien los tiene que defender, pero me gustaría no tener que ser yo. Como que ya tengo una tarea para mí, como para tener que ir a tribunales, tener que exponerme. Es feo andar en silla de ruedas, ser la “sobreviviente”.
Su presente es ese: seguir recuperándose y dar testimonio en la Justicia.
“Hoy mis actividades son médico, médico y tribunales. Tampoco tengo ganas de estar con gente. Llevo ocho meses en un submundo de pastillas, gotas, fisio tristeza, carteles. Mi vida ha cambiado para siempre, todo, desde cómo me lavo los dientes de costado, duermo boca arriba, todo. La gente de a poco va retomando su vida, volviendo a sus actividades. Y yo soy la única colgada, que estoy acá, dependiendo”, resumió.
