Triste fue el saldo de la tragedia vial de Villa Warcalde, ocurrida en el camino Intercountries durante la madrugada del 3 de febrero de 2019. Como consecuencia de una prueba de velocidad libre no autorizada en plena zona urbana, fallecieron dos jóvenes que viajaban en uno de los vehículos, María Grazia Costanzo (19) y Federico Agustín Cairola (22).
Los responsables de esos crímenes viales fueron el conductor del Volkswagen Vento, Francisco Catalano, y quien conducía el Peugeot 208, Álvaro Sánchez Pulgar. Ambos tenían 24 años.
En el asiento de atrás del Vento viajaban Costanzo y Cairola. Salieron despedidos cuando el bólido chocó con dos postes y luego volcó varias veces. Murieron en el acto.
El 208 de Sánchez Pulgar llevaba la delantera y siguió su carrera. El conductor huyó y simuló no estar al tanto de la colisión del Vento, de su resultado y de haber corrido una picada. Luego viajó a México y finalmente tuvo que entregarse.
La Justicia llevó al banquillo de los acusados y terminaron condenados –en juicio abreviado– a penas de tres años y ocho meses de prisión –Catalano– y de tres años y dos meses de prisión –Sánchez Pulgar–, ambas en suspenso.
Esta semana, otro par de jóvenes relacionados con ese siniestro vial volvieron a ser noticia en el ámbito judicial. Dos de los amigos de Sánchez Pulgar debieron comparecer ante el juez del Crimen Eugenio Pérez Moreno por haber prestado falso testimonio para beneficiar al conductor del 208. Mintieron y ocultaron lo que sabían para refirmar la declaración de que el conductor no había huido y que estaba desentendido de lo que pasó con el Vento.
Por pedido del fiscal de Cámara Hugo Almirón, se impusieron penas de dos años y 10 meses de prisión y de dos años y medio de prisión, este por acordar juicio abreviado, con reconocimiento de culpa.
Sin entender que las mentiras tienen patas más cortas en un proceso judicial, fueron a declarar a la instrucción y mintieron o dijeron no saber nada sobre lo sucedido. Sus comunicaciones telefónicas los desmintieron y pusieron en evidencia que quisieron “beneficiar” a un amigo que no quería hacerse cargo de la muerte de dos jóvenes.
La mentira y callar la verdad ocultaba aspectos reprochables del accionar de los conductores: uno de ellos –el que se estrelló– tenía 0,76 gramos de alcohol en sangre cuando le hicieron el análisis forense. El máximo permitido en las legislaciones más benignas es 0,40. Al otro conductor, que fugó, nunca pudieron hacerle el dosaje.
Según los peritajes viales, los autos alcanzaron una velocidad de hasta 140 kilómetros por hora en una ruta provincial por la que a esa hora –7 de la mañana– circulaban otros vehículos. Una de las jóvenes que viajaban en el Vento pedía a gritos a Catalano que se detuviera, pero este continuó persiguiendo al 208, que le cerraba el paso cuando quería sobrepasarlo.
La “prueba de velocidad” se extendió a lo largo de unos dos kilómetros y fue providencial que no se registraran más incidentes trágicos. La lista de infracciones y otras irregularidades reñidas con las leyes viales es mucho más extensa.
Los condenados esta semana pretendieron burlar a la Justicia ocultando que Sánchez Pulgar tuviera participación en la picada o conocimiento de su consecuencia fatal.
La investigación del fiscal Juan Pablo Klinger desnudó en detalle las falsedades. Utilizando esa pieza acusatoria, el fiscal de cámara remarcó tres cuestiones fundamentales: la reticencia a colaborar con la investigación, el desprecio por la averiguación de la verdad y la falta de empatía con los familiares de las dos víctimas fatales.
La amistad mal entendida, defender a dos homicidas y olvidarse de las víctimas y de la investigación que procuraba alcanzar la verdad les valió un duro reproche en los tribunales.
Como reflexión final, algo que se aprecia con asiduidad en los estrados cordobeses. Algunos procesos abreviados están bajando los mínimos de las penas a niveles que cuesta hallar proporcionalidad entre hechos bien diferentes: los dos autores de los dos homicidios recibieron condenas apenas por encima de los tres años de prisión, a pesar de despreciar todas las leyes viales y con al menos una víctima que rogaba que se detuvieran. Los que trataron de “ayudar” a los amigos a aliviar su situación recibieron una sanción apenas inferior.
