Hace más de 12 años, Osvaldo Enrique Miranda (55), un conocido enlazador de animales del sur provincial, murió tras ser arrastrado más de 18 metros por un toro pampa.
Su socio, Javier Antonio Gallo (54), siempre dijo que había sido un accidente. Que él había podido ver cómo Miranda, sin querer, había enganchado su propia cabeza en el lazo con el que había atado a un toro, para caparlo.
Pero los allegados a la víctima nunca creyeron su versión. ”Cómo lo va a matar un toro. No puede ser; él era extraordinario enlazando vacunos. Es imposible”, testimoniaron.
Señalaron que quien enlaza un animal puede quedar con una pierna o un brazo atrapado y hasta recibir un latigazo en el rostro, pero no resultar con su propia cabeza atrapada.
El intrincado hecho ocurrió el 6 de noviembre del 2012 en establecimiento rural San Javier, ubicado a unos 10 kilómetros al Norte de la comuna de Ranqueles, en el extremo sur de Córdoba (departamento General Roca).
Crimen despiadado
La autopsia determinó que la causa de la muerte fue asfixia por estrangulamiento a lazo, además de mencionar excoriaciones, hematoma en hemicara izquierda, infiltrados hemáticos en el cuero cabelludo, sin fractura de cráneo.
Allegados a Miranda fueron los primeros en desconfiar de la versión de Gallo.
Advirtieron que ese día “hacía demasiado calor para capar animales, podían embicharse”. Señalaron que el lazo que Miranda usaba siempre, estaba en su camioneta, sin desenrollar. Y remarcaron que Gallo “ni siquiera fue al velorio” de su socio.

La instrucción de la causa estuvo a cargo del fiscal Marcelo Saragusti quien consideró probable que Gallo, “motivado por cuestiones económicas”, le haya propinado un golpe a Miranda en la cabeza con un palo “tipo poste de madera” y que, “desvanecido, pudo haberlo enlazado por el cuello al cogote de un toro pampa, para que el animal de más de 300 kilos, lo arrastrara por el campo y terminara con su vida”.
El juicio contra Gallo se hizo en marzo de 2021.
Allí quedó claro que, Miranda, oriundo de Realicó, La Pampa, tenía un acuerdo comercial para que sus animales pastorearan en el campo de Gallo. En el 2012 Miranda llegó a sospechar que le faltaba ganado. La investigación precisó un faltante de 27 animales.
El tribunal interpretó que Gallo planificó el asesinato y actuó sobre seguro.
Asesinato en el campo
Procuró que Miranda estuviera solo y cerró la tranquera con candando. Lo golpeó de atrás, para que perdiera la conciencia, y luego enlazó su cuello con un toro pampa, al que incentivó para que emprenda el galope y arrastre a Miranda, hasta quitarle la vida.
El lazo, de seis tientos, había sido pasado por una presilla, lo que descartaría un enlace accidental. Según la acusación, Gallo también profirió algunos cortes al toro y al lazo para simular un intento de salvar a la víctima. El toro fue encontrado recién al día siguiente, había roto un alambrado y pasado a un campo vecino.
Un testigo relató que el 5 de noviembre, un día antes del crimen, Miranda había ido a revisar la hacienda encomendada a Gallo, pero éste le salió al cruce. Le dijo que se sentía mal, si lo podía llevar a su casa. Así, evitó que contara el ganado. El testigo consideró “peligroso” al acusado y dijo haberle sugerido a Miranda no volver. “No vayas porque te va a hacer cagar”, recordó haberle dicho. Al día siguiente, Miranda resultó muerto. Gallo siempre se abstuvo de declarar.
Por el precedente González, Gallo fue a prisión.

Juicio y condena
Hace cuatro años en la Cámara del Crimen número 1, conformada con jurado popular, se condenó a Gallo a prisión perpetua por “homicidio calificado por alevosía”. Pero se determinó que continuaría en libertad hasta que el fallo estuviera firme.
En las últimas horas, el Superior Tribunal de Justicia confirmó la condena de Gallo a prisión perpetua. A puertas cerradas, este jueves se leyó la resolución en los Tribunales de Río Cuarto. Si bien a la defensa aún le queda el recurso extraordinario ante la Corte Suprema, el fiscal de Cámara, Julio Rivero, pidió que Gallo fuera inmediatamente detenido.
A más de 12 años del crimen y a cuatro de su condena, Gallo fue finalmente conducido a prisión.
Se aplicó en este caso el llamado “precedente González”.
Desde el año pasado, en la Justicia de Córdoba cambió el criterio con respecto a las personas que llegan en libertad a juicio, son condenadas a penas graves, pero logran casar los fallos y esperan pronunciamientos de instancias superiores.
Según explicaron fuentes tribunalicias, en estos casos la Cámara convoca a una audiencia en la que el fiscal, bajo su responsabilidad personal y funcional, debe decidir si el condenado mantiene la libertad (con fianzas y cauciones) o queda detenido, aunque el fallo no esté firme.
Por lo general, en los casos con pronóstico punitivo severo presumen riesgo de fuga y piden la detención. Así sucedió este jueves con Javier Gallo, el productor del sur cordobés condenado por utilizar la fuerza de un toro para cometer un brutal homicidio.