Utilizada durante el Imperio Romano, la gladius hispaniensis fue la eficaz espada de la que los legionarios se valieron frente al enemigo. Su doble filo la hacía muy peligrosa para los oponentes, no menos de cuidado para los soldados.
En tiempos modernos, WhatsApp se ha transformado en un arma de doble filo para los integrantes de bandas dedicadas al narcotráfico: un medio para comunicarse que, al mismo tiempo, deja “huellas” de toda ilegalidad.
“Las comunicaciones telefónicas se constituyen como un medio sumamente idóneo para llevar a cabo el negocio, pero también son un serio riesgo para quienes las utilizan, en razón de las posibilidades de intercepción de esas comunicaciones que la moderna tecnología ofrece”, indicó el juez federal N° 1 de Córdoba capital (subrogante), Alejandro Sánchez Freyes.
El magistrado envió a juicio recientemente al peruano Luis Eduardo “Peruca” o “Gato” Delgado Rodríguez (50), el último imputado en la causa del clan Zurita, el jefe narco que junto con su madre y abuela se dedicaban al comercio de estupefacientes en Córdoba.
La banda fue desarticulada y condenada tras una larga investigación de los fiscales federales Enrique Senestrari y Maximiliano Hairabedian, en conjunto con el exjuez de ese fuero Ricardo Bustos Fierro y con el propio Sánchez Freytes.
Sin embargo, Delgado Rodríguez no formó parte del juicio abreviado celebrado en 2022, debido a que se encontraba prófugo. Con su detención, fue procesado y la causa, elevada a juicio en los últimos días.
WhatsApp “delator”
En 2018, el Juzgado Federal Nº 3 de Mendoza abrió una investigación en contra de una organización dedicada al narcotráfico interprovincial que operaba en esa provincia y en San Juan. La detención de Cristian Sebastián Romero en este último distrito, con posesión de droga, abrió la puerta a sus posibles conexiones delictivas.
En su celular aún conservaba diferentes mensajes de WhatsApp sobre la venta y el abastecimiento de estupefacientes y sobre los probables implicados en las operatorias. Los investigadores pudieron establecer que Romero mantenía conversaciones con Delgado Rodríguez.
Las sospechas ubicaron a “Peruca” como un presunto proveedor de droga que enviaba las sustancias desde Córdoba hasta Mendoza mediante encomiendas, una muy frecuente vía subrepticia presente en diversas causas federales. Por las escuchas, “Peruca” le habría comprado estupefacientes a “Maritza”, una mujer peruana que, a su vez, mantenía comunicaciones con “Charo”.
En uno de los diálogos, “Maritza” le solicitó a “Charo” que le diera “más tiempo para juntar la plata”, es decir, para recaudar los fondos de la venta de drogas. Eso evidenció la existencia de distribución de estupefacientes y la necesaria preponderancia de diferentes actores en una estructura criminal.
Tiempo después, un segundo sospechoso cayó detenido en San Juan con una “narcoencomienda”. A los pesquisas no les pasó inadvertido que en la etiqueta tenía como remitente a “Luis Delgado”. Un mes más tarde, fue arrestado en la misma provincia un tercer hombre a quien “Peruca” le habría vendido estupefacientes. Le secuestraron dos paquetes con cocaína y 69 dosis de LSD.
Desde otra línea telefónica, de las seis que Delgado Rodríguez utilizaba, “Peruca” le envió un nuevo mensaje a “Maritza” que pareció aludir a un intercambio ilícito: “Te mando el viejo del auto R9 bordó. Separalo; los cinco de 10, de 10″. La mujer le preguntó si “el viejo” era de su confianza y le precisó: “Tengo el original. Tengo 100. Para un muchacho le guardé 50. Y para ti, 50″.
El clan Zurita y los 75 kilos de cocaína
La reconstrucción de nombres, de líneas telefónicas y de suspicaces transacciones permitió a los investigadores ir ensamblando las piezas de la banda narco, desde sus cimientos hasta la cúspide.
Así, “Charo” entregaba droga a “Maritza”, quien a su vez se la habría dado a “Peruca”. Con un lenguaje encriptado alusivo a “telas” o a “dólares”, “Charo” era la encargada de brindar información sobre precios y cantidad de droga.
Sin embargo, la figura de Manuel Humberto Zurita Escalante emergió como el líder de la banda, a cargo de la organización de la distribución, de la posterior comercialización de la droga y del manejo de las ganancias. Adquiría los estupefacientes en el norte del país y los hacía trasladar a Córdoba.
El hombre daba las órdenes a su madre, Marianella Escalante Ramos, y a la abuela, María del Rosario “Charo” Ramos, sobre la distribución y venta.
Incluso, comercializaban la droga en su propia casa de barrio Villa Martínez, en Córdoba capital. Más abajo en la estructura, “Maritza” fue identificada como Maritza Auccaise Loayza, quien también participaba en la distribución.
El líder de la banda y otro de sus integrantes, José Humberto Escalante Valeriano, se encargaban de estirar (en la prensa ubicada en la casa del suegro de este, Santos Hipólito Briceño Bailón), de fraccionar, de acondicionar y de trasladar la droga. José Humberto además la almacenaba y luego la distribuía a los familiares que la comercializaban.
En varios allanamientos, se secuestraron 75 kilos de cocaína en la casa de Diana Briceño Pizán, en barrio Bajo Palermo, también en Córdoba capital. La mujer era quien almacenaba la droga en diversos domicilios para evitar cualquier suspicacia.
Al jefe narco le encontraron $ 2 millones, U$S 35 mil y una gran cantidad de armas, de vehículos, de aparatos electrónicos y de herramientas utilizadas para el acondicionamiento de la droga, entre ellas, una prensa hidráulica.
El clan Zurita y el resto de los imputados fueron condenados en 2022, con excepción de “Peruca” Delgado Rodríguez, quien logró darse a la fuga y mantenerse prófugo por más de tres años y medio. Sin embargo, tras ser detenido en abril de este año, fue procesado en junio.
“Habría integrado la organización desempeñando las funciones de colaborador y de distribuidor, y formando parte de la cadena de comercialización de la sustancia”, sostuvo Sánchez Freytes al enviarlo a juicio.
