“El día de mi detención, yo me quedé a dormir en la casa de... Me pidió si le podía recibir unas encomiendas. Obviamente que no sabía el contenido. Encontraron droga”. El inverosímil relato de Christopher Anthony Castillo Cerna sobre el desconocimiento absoluto de que dormía con cocaína a su lado chocó de bruces con la investigación federal que ahora terminó en su procesamiento.
El joven sospechoso, de 25 años y de nacionalidad peruana, y la cordobesa Teresa del Valle Córdoba (64), fueron procesados por el juez federal Nº 1 de Córdoba capital, Alejandro Sánchez Freytes, a raíz de la investigación del fiscal Nº 3, Maximiliano Hairabedian.
Una narcoencomienda
Los investigadores pudieron establecer que, a principios de noviembre del año pasado, “Cholo” Castillo Cerna habría acordado con otras personas, no identificadas aún, el envío de 7,3 kilos de cocaína desde Orán, en Salta, hacia Córdoba.
Uno de los datos clave, como en las causas de entrega vigilada de estupefacientes, fue la destinataria, ya que muchas veces puede seguirse la pista de nuevos sospechosos y la “trazabilidad” de la droga.
El 3 de noviembre, los gendarmes del puesto de control de Sinsacate realizaron en la ruta nacional 9 un registro con escáner y con la ayuda del perro antinarcóticos Cóndor. Así detectaron que las cuatro encomiendas a nombre de Córdoba como destinataria tenían en su interior siete “panes” de cocaína.
El juez ordenó la entrega vigilada de la droga para dar con el o los receptores en Córdoba. Al día siguiente, la mujer se presentó en el centro de distribución de la empresa de transporte con dos menores de edad. Retiró las encomiendas con la droga y se marchó.
Los efectivos la siguieron hasta una casa ubicada en Chubut al 250, en barrio Alto Alberdi, donde entregó la cocaína a Castillo Cerna. Cuando allanaron el domicilio, el sospechoso tenía más droga debajo de un placard de una de las habitaciones: 676 gramos de la misma sustancia.
También se encontró una balanza de precisión, una licuadora portátil con restos de sustancia blanca, una notebook, un disco externo, nueve celulares, un pendrive y tres cédulas de identificación del automotor a nombre de Castillo Cerna y otros dos hombres (uno de ellos, prófugo en la causa), además de $ 142.600 y de U$S 5.100.
“El día de mi detención, yo me quedé a dormir en casa (del prófugo). Él me levantó a la mañana y me pidió si le podía recibir unas encomiendas. Obviamente que yo no sabía el contenido de las encomiendas. Él me dijo que contenían ropa”, declaró Castillo Cerna.
“Comenzaron a revisar toda la casa y encontraron celulares, los cuales yo desconocía. Posterior a eso, encontraron droga en la habitación donde me quedé a dormir la noche anterior. También encontraron balanzas, una licuadora, objetos que yo desconocía”, agregó.
“Nunca tuve comunicación con la señora Córdoba. Nunca la vi ni la conocí. Las encomiendas estaban a nombre de ella, y ella debía entregárselas (al prófugo)”, agregó, y adujo que los dólares eran de ese sospechoso.
La mujer negó el hecho y se abstuvo de seguir declarando.
Más sospechas
Los investigadores ahondaron en la pesquisa y concluyeron que Córdoba tenía un rol asignado y habitual: retirar las encomiendas que regularmente habrían sido enviadas con drogas desde el norte del país hacia la Docta.
En su celular, encontraron varios mensajes del prófugo, que le pedía que retirara las cuatro encomiendas. “Estos mensajes denotan el pleno conocimiento de la maniobra para transportar material estupefaciente y la voluntad de Córdoba de participar en el hecho, como así también que no se trataría de un hecho aislado, sino de una repetición en el accionar”, sostuvo el juez al procesarla.
Una vez que los estupefacientes tocaban suelo cordobés, Castillo Cerna habría sido el responsable de recibir la droga para luego fraccionar una parte para su venta dentro de la ciudad de Córdoba y otra para su posterior remisión a Buenos Aires.
Las constancias de transferencias bancarias en cuentas a su nombre, los mensajes de audios y otros elementos denotarían la participación del peruano en los hechos que se le achacan.
A pesar de que negó conocer a Córdoba, la mujer tenía agendado un contacto: “Antoni”. Los pesquisas creen que sería Castillo Cerna, quien a su vez intercambiaba mensajes con el prófugo.
“Castillo Cerna no sólo tenía conocimiento de la estrategia de transporte de estupefacientes, sino que participaba de forma activa, inclusive estando a la espera del arribo de Córdoba al domicilio para hacer recepción de las encomiendas”, indicó Sánchez Freytes.
Para el juez, está claro que la finalidad de Castillo Cerna era la comercialización y la distribución de la droga, a la luz de los elementos que se encontraron en la casa allanada y que son típicos de las maniobras (licuadora, balanza, etcétera).
El magistrado dictó el procesamiento de Córdoba (sin prisión preventiva, con domiciliaria) y Castillo Cerna (con preventiva).
