La imagen estremece. Completamente entregado y sin chances de nada, el vecino yace sobre el suelo. El asalto a la verdulería ya estaba llegando a su fin. A él lo habían confundido con el duelo del local y, tras maltratarlo, le exigían el dinero. Ahí yacía, sobre el piso del local, a la espera de que el robo de una buena vez concluyera.
Fue entonces que uno de los delincuentes remontó la pistola 9 milímetros y, desde 30 centímetros, le disparó al cuello. El asaltante ya le había dicho instantes antes que ambos habían sido compañeros de escuela.
El balazo se incrustó en el cuello de Félix Lallana y lo atravesó.
Pero aquel 21 de mayo de 2023 no era su día para morir. Por el contrario, fue su nuevo nacimiento.
Tras permanecer internado varias semanas en el Hospital de Urgencias, y tras el invalorable trabajo del cuerpo médico, el hombre sobrevivió y pudo volver a su casa. Eso sí, con serias secuelas.
Dieciocho meses después de aquel alevoso asalto ocurrido en barrio Matienzo de Córdoba Capital y que, por esas cuestiones del destino, no terminó en otro brutal homicidio por la inseguridad en Córdoba, llegó el turno de la Justicia penal.
Tres hombres comenzaron a ser juzgados. Y en la Cámara 3ª del Crimen de Córdoba serán condenados.
Por consejos de sus defensores, los tres ya levantaron la mano, aceptaron haber integrado la banda de delincuentes y recibirán condenas que oscilan entre los 7 y los 16 años.
Todo será en el marco de un juicio abreviado.
Asalto, violencia y alevosía
Todo sucedió el domingo 21 de mayo de 2023 en barrio Matienzo, en la zona sudoeste de la Capital.
Eran poco más de las 8 cuando la banda salió a buscar víctimas al voleo. Iban divididos en una moto Rouser negra y en un Volkswagen Gol gris de la esposa de uno de ellos. La mujer se había quedado en casa.
Ellos iban armados.
En esa recorrida, se toparon con una verdulería en calle Reconquista al 4100. Quizá pensaron que se iban a encontrar con una fortuna dentro de un simple negocio de barrio.
Así las cosas, frenaron y, como si ya lo hubieran hecho varias veces antes, se dividieron con roles asignados.
Mario Díaz se quedó dentro del auto. Su cómplice Franco Moroni Segovia hizo lo propio en la moto haciendo de “campana”.
En tanto, Walter Reartes y otro cómplice que nunca fue identificado cargaron las pistolas y encararon hacia el negocio. Sin embargo, Reartes se frenó antes y abordó a un hombre que justo se acababa de bajar de un utilitario y entraba a la verdulería.
Era Félix Alberto Lallana, un humilde trabajador de la barriada que justo iba a hacer unas compras.
Sin embargo, el delincuente pensó que era el dueño del comercio, le puso la pistola en el pecho y entró con él. “A vos te conozco. Fuimos juntos a la primaria en barrio Suárez… ¿Te acordás?”, alcanzó a decir el jefe de la banda delictiva.
Ya con el rehén encañonado, los dos asaltantes entraron a los gritos a la verdulería. En instantes, coparon todo y comenzaron a exigir el dinero.
Reartes tardó en darse cuenta de que su víctima no era el propietario. “¿Dónde está la plata?”, comenzó a repetir de manera insistente.
El rehén fue obligado a tirarse al piso boca abajo y quedarse callado.
Su captor quedó a sus espaldas..
El otro delincuente, en tanto, saltó a la caja del negocio, manoteó $ 3.000 y dos celulares. Era todo.
Mientras tanto, como Lallana no regresaba al coche, su pareja decidió entrar a ver qué estaba pasando.
Fue entonces que los delincuentes que estaban en la puerta entendieron que había que abortar el plan y huir.
Balazo a quemarropa
En ese momento, el asalto devino en una ejecución.
Según la fiscalía de instrucción y así lo mantuvo el fiscal de Cámara, Marcelo Hidalgo, Reartes habría querido matar a su rehén porque lo conocía desde la escuela.
Decidido, el delincuente remontó la 9 milímetros y, con su víctima indefensa y boca abajo, le disparó desde corta distancia. El balazo atravesó el cuello de la víctima.
La banda escapó en distintas direcciones y a todo velocidad.
Un poco por filmaciones, otro poco por datos de los propios vecinos, otro poco por la conmoción social y el reclamo barrial, los policías no tardaron mucho en atrapar a tres de los cuatro asaltantes.
A todo esto, Félix Alberto Lallana fue llevado al Hospital de Urgencias, donde lo devolvieron a la vida.
Semanas después pudo volver a su casa. Quedó con secuelas.
Como si fuera poco, vive con su pareja en un humilde hogar y haciendo changas.
Confesión y condenas
A 18 meses de aquel salvaje asalto, arrancó el juicio en la Cámara 3ª.
En días se dictarán las condenas pactadas con tres de los delincuentes que participaron del golpe.
Todo se da en el marco de un “abreviado”. Este tipo de juicio, cada vez más repetido en Córdoba, implica un acuerdo (legal por cierto) entre los defensores y la fiscalía, el cual debe ser avalado por el tribunal.
Para un abreviado, los acusados confiesan todo, se muestran arrepentidos y se llega a un acuerdo por un monto de condena menor al que correspondería en un juicio común.
Desde la fiscalía se destaca que se ha hecho justicia con los asaltantes y se resalta que se han añadido más agravantes a los cargos originales.
Los delitos impuestos son: robo calificado por el uso de arma y en poblado y en banda para los tres acusados; y, tentativa de homicidio calificado por alevosía y criminis causae para dos de ellos.
El principal acusado es Walter Agustín Reartes. Sería sentenciado a 15 años y medio de cárcel.
Por su parte, Franco Alejandro Moroni Segovia recibiría 14 años, mientras que Mario Fernández Díaz tendría una pena de 7 años y medio.
Un homicidio en ocasión de robo tiene una pena de entre 8 y 25 años.
Fuentes judiciales señalaron que los propios familiares de los acusados, según trascendió, quedaron paralizados al haber visto la violencia desplegada en el asalto a aquella verdulería del barrio Matienzo.
“Yo sólo quiero trabajar”, supo decirle Lallana a La Voz el año pasado. El hombre esquivó la muerte y sigue pugnando por sobrevivir.
