La jueza Susana Blanc Gerzicich de Scapellato, de la Cámara 5ª del Crimen, condenó este jueves a un hombre y a su hijastro a penas elevadas de prisión en el juicio que se les seguía por haber herido de gravedad a una mujer durante un tiroteo.
El violento episodio por una aparente disputa territorial entre bandas de narcotraficantes, ocurrió durante todo el domingo 4 de setiembre de 2022 en torno a la canchita de fútbol del Oeste, en barrio El Pueblito (Las Violetas), en el extremo oeste de la capital provincial.
Los dos acusados, Gustavo Sebastián “Rata” Miranda (43) y a su hijastro Gabriel Alexander “Chuky” Bengolea (23), mantuvieron durante esa jornada dos enfrentamientos diurnos con miembros de otra “banda” que no están identificados. Por la noche, estaba claro que volverían a chocar.
El lugar del enfrentamiento fue en la canchita que está rodeada de casas y allí está la vivienda donde residen los dos acusados. Desde el techo, guarecidos tras el tanque de agua y a oscuras, efectuaron disparos contra dos o tres hombres que quedaron en el medio de la cancha, iluminados y sin posibilidad de escape.
Dentro de su casa, fue alcanzada -por una esquirla que impactó en una casa vecina- la joven Karen Mariel Monje (27) quien estaba embarazada de 21 semanas y tenía en sus brazos a un bebé. El proyectil ingresó por el maxilar inferior y quedó alojado a centímetros de las vértebras cervicales. Ella quedó al borde de la muerte, con el rostro y el cuello desfigurados y en su momento necesitó de más de un mes de rehabilitación.
Además de las heridas físicas definitivas, la mujer arrastra dolencias psicológicas difíciles de revertir, según pudo apreciarse cuando se presentó a declarar en el juicio.
Entre los hechos, hay que consignar que, pocos meses antes, Bengolea y Miranda habían sido imputados por delitos de narcotráfico, que en abril de 2023 les valieron una condena de tres años de prisión, por la declaración de inconstitucionalidad que impide condenar al mínimo de cuatro años, según la ley respectiva.
En esa oportunidad, Bengolea recibió tres años de prisión en suspenso y Miranda ese mismo monto de cárcel, pero efectiva. Luego, quedaron presos por el episodio de la canchita.
La mujer que al recibir el disparo estaba embarazada y tenía un bebé en brazos, sufrió severas heridas en el cuello y el rostro, quedando el proyectil muy cerca de sus vértebras cervicales. Su vida corrió peligro, estuvo más de un mes para rehabilitarse y quedó con profundas secuelas estéticas y psicológicas.
Al declarar en el juicio, ella se quebró cuando recordó que “Chuky” Bengolea era muy buena persona cuando era niño, porque se criaron juntos. En su declaración quedó flotando la idea de que el joven cambió mucho cuando “Rata” Miranda llegó a su casa.
A su vez, Miranda había “escapado” de Villa Martínez, donde también había tenido enfrentamientos con elementos que participaban del narcotráfico, según surgió en el debate.
El juicio
En su alegato del miércoles, el fiscal Marcelo Fenoll había solicitado que se declarara responsables a ambos acusados de “tentativa de homicidio agravado por el uso de arma de fuego” en concurso real con “lesiones graves calificadas”, según la calificación legal que había utilizado el instructor Juan Pablo Klinger.
El defensor Francisco Sesto pidió para ambos la absolución por no acreditarse su participación o, subsidiariamente, se los culpe de abuso de arma.
La jueza Blanc Gerzicich de Scapellato los responsabilizó de “abuso de arma” más “las lesiones graves calificadas”, si bien de todos modos les impuso penas altas. A “Rata” Miranda, lo condenó a seis años y seis meses de prisión, que unificados con la condena anterior terminaron en ocho años de prisión. A “Chuky” Bengolea, le aplicó la pena de seis años de prisión por este juicio, al que se le unifica la condena anterior en siete años y medio de encierro.
Además, se pidió investigar por falso testimonio al abuelo de Bengolea, Raúl Cortés; a su madre y esposa de Miranda, Cintia Ivana Cortés; y a Alexis Basualdo, un amigo de “Chuky” que dijo que estaba con él en otro lugar de la casa y sin armas.
A pesar de no conseguir la condena por tentativa de homicidio, Fenoll mostró la “satisfacción del Ministerio Público” por las “penas consistentes”, que “aseguran la protección ciudadana por varios años”.
Sobre la figura que la jueza no aplicó, el fiscal reconoció que le faltaban dos elementos que obraron a favor de los acusados: no se identificaron las otras personas a quienes dispararon Miranda y Bengolea, ni tampoco se reportaron heridos.
Violencia naturalizada
Fenoll reflexionó sobre el fenómeno de los tiroteos entre grupos de vecinos con el empleo de muchas armas que, lejos de usarse para efectuar disparos intimidatorios, se emplean para plasmar enfrentamientos violentos entre facciones.
El fiscal mostró su preocupación por naturalizar este fenómeno y sostuvo que es preciso que la Justicia no sea indiferente a eso.
Tal como lo mencionó, en la zona de Las Violetas y Villa Martínez se registra una preocupante seguidillas de choques con balaceras, desde la muerte de Cristian Díaz (19) en 2001 hasta el más reciente, hace dos semanas, con el deceso de Miguel Alejandro Cuello (32).
Los dos, fueron víctimas ocasionales que no formaban parte de las bandas que se tiroteaban y quedaron encerrados en medio del fuego. Al igual que Karen Monje.
