Una banda que se dedicaba al secuestro y a la tortura, parapetada en un recóndito rincón de la zona noreste de la ciudad de Córdoba, pero que podría haber actuado en múltiples puntos de la urbe, tocó fondo el pasado miércoles cuando un fuerte procedimiento policial detuvo a cuatro de sus integrantes.
Los delincuentes eran perseguidos desde la liberación de su última víctima, un chico que tuvieron encerrado por largas horas el pasado 28 de julio y a quien sometieron, “molieron a palos” y echaron nafta para que devolviera una motocicleta que había sido robada días antes de su secuestro.
Se cree que el grupo ofrecía sus “servicios” a los damnificados de otros delitos contra la propiedad.
A cambio de un monto de dinero aún no especificado en la causa, pero que podría no ser tan abultado, la banda salía a la calle a “cazar a sus presas” para recuperar objetos robados por encargo.
Esta vez les habían encomendado traer de vuelta con sus dueños una motocicleta para nada ostentosa, según consta en los expedientes. La patota actuó con rapidez. Pero levantaron al hombre equivocado, alguien pagó un rescate y luego la víctima fue dada en libertad.
La motocicleta nunca apareció. Los secuestradores habrían cobrado por partida doble, se cree.
La denuncia del secuestro, clave para la actuación de la fiscalía
Luego de vivir semejante calvario, la víctima tuvo la valentía de presentarse ante una Unidad Judicial y de hacer una denuncia. El resultado positivo del operativo fue el corolario de una investigación que llevó su tiempo y que se condujo con extremo cuidado.
La organización de las pesquisas comenzó en el despacho del fiscal Andrés Godoy, a cargo de la causa, cuando le llegó la mencionada denuncia por la privación ilegítima de la libertad a un chico de 17 años.
La investigación contó con el apoyo de comisionados y ayudantes fiscales de la Unidad Judicial 12.
Godoy y su equipo tuvieron que actuar con cautela, dicen los que siguieron de cerca los pasos del fiscal, ante un hallazgo que surgió al comienzo de las averiguaciones: “Antes del secuestro hubo un primer aviso, una especie de advertencia para que el chico dijera dónde tenía la motocicleta. Todo ocurrió cuando lo había detenido un control policial”, comenzaron a detallar los investigadores.
Y continuaron: “Ante la mirada de dos oficiales de la Policía que estaban controlando al chico, unos tipos se bajaron de una motocicleta, le pegaron una trompada en la boca y le preguntaron por la moto. Ahí mismo le dijeron que lo iban a buscar en breve”.
Cuando los policías vieron que al chico le habían pegado en la cara hicieron caso omiso a la agresión y dejaron que todo suceda, revelaron las fuentes.
Por este motivo, ambos agentes quedaron sujetos a investigación en el marco de la causa. No están detenidos.
Por su parte, hay cuatro presuntos responsables del secuestro que permanecen detenidos y a disposición de la Justicia. Otros dos potenciales integrantes de la banda continúan siendo buscados.
También hay una adolescente de 17 años que estaría involucrada con la patota y que fue imputada. Está en libertad.
Todos fueron imputados por secuestro coactivo calificado por la edad de la víctima y por la cantidad de personas intervinientes.
Así fueron las horas del horror durante el secuestro
Juanjo (no se usa su verdadero nombre para preservar su identidad) es un adolescente que ahora vive entre las sombras del terror. Sale a la calle y echa la cabeza para atrás a cada tranco, porque aún no puede creer el dramático momento que tuvo que pasar.
El último viernes de julio, cuando iba a encontrarse con unas personas conocidas, fue abordado por los ocupantes de un automóvil a metros del predio social que el club Belgrano tiene en la zona noreste de la ciudad. Le pegaron un fuerte golpe y sin mediar mayores explicaciones lo metieron en un auto.
El coche hizo un trayecto corto hasta perderse por las “callecitas” del barrio Ciudad de los Cuartetos, ubicado a metros del lugar de la captura. Todo ocurrió a plena luz del día. Según consta en la causa, el secuestro fue presenciado por dos oficiales de la Policía que no actuaron, por lo cual están bajo investigación.
“Alguien les pagó para que lo agarren y lo hagan ‘bosta’. Querían que dijera dónde habían llevado una ‘motito’ bajo amenaza de asesinarlo a golpes. Lo torturaron igual que le dan a los presos cuando hay una venganza dentro de la cárcel”, dijo una fuente allegada a Juanjo que se amparó en el anonimato.
El chico estuvo encerrado unas seis horas. Lo rociaron con nafta. Le quebraron un dedo. En medio de los gritos de dolor del joven alguien pagó un dinero. “Acá las cosas se resuelven así. Nadie va a la Policía porque es peor. Entonces vas y buscás a la gente que te puede devolver las cosas”, dijeron los vecinos de Juanjo.
Como este modo de actuar sería conocido, al menos en esta zona de la ciudad, allegados al adolescente acudieron ante la banda y pagaron un monto de dinero.
“Les entregaron el mismo monto que tiene en el mercado una motocicleta estilo Honda Biz”, dijeron fuentes de la investigación.
No está claro qué pasó con esa cifra: puede que la hayan atesorado los delincuentes o que se la hayan entregado a los dueños del rodado.
Juanjo salió abrumado de la casilla donde había sido apresado. Hizo algunos pasos y se desplomó. Alguien lo ayudó a seguir y luego de unas horas tomó la decisión de presentarse ante la Justicia.
El entorno de Godoy reconoció que el modo de actuar de Juanjo permitió actuar rápido y consolidar la investigación.
El hecho trae a la memoria otro caso reciente en el cual estuvo involucrado un grupo de uniformados y dos civiles que “allanaron” una casa de barrio IPV Argüello, secuestraron a un adolescente, lo pasearon en un patrullero y lo amenazaron para que “confiese” por el robo de una motocicleta.
