“Honrarás a tu padre y a tu madre”. “No matarás”. Más allá de toda creencia religiosa y del respeto por el cuarto y el quinto mandamientos, hay actos que violentan toda ética humana. Matar al padre fue demasiado para Irina Lourdes Flehr (22), una adolescente que a sus 19 años terminó envuelta en un tenebroso plan criminal para asesinar a su padre, sin piedad.
Desde aquella reunión en su casa con el resto de los confabulados para el crimen, a fines de diciembre de 2021, hasta este viernes en la Cámara 8ª del Crimen de Córdoba, transcurrieron dos años y ocho meses. El saldo: ella y otros cuatro jóvenes terminaron con condenas severas que los mantendrán en prisión durante décadas.
Por unanimidad, el tribunal popular halló responsables a Irina y a quien era su pareja, Leandro Moscarello (29), como partícipes necesarios del asesinato que cometieron Samuel Moscarello (27) y David Silvestre (25) al matar con crueldad al arquitecto en su propia casa, amarrado de pies y manos a una silla, de dos tiros en el rostro y en el cuello.
Los cuatros fueron declarados responsables de homicidio tres veces calificado: por el vínculo (de padre-hija, que todos conocían), por concurso premeditado de dos o más actores y por alevosía (la indefensión de la víctima y la ausencia de riesgo para el matador). Pero a Irina y a Leandro se les agrega un cuarto calificante: la codicia, prácticamente un pecado capital.
Con relación a la pena que les correspondió, sabido es que el Código Penal castiga con prisión perpetua cuando el que mata con intención de hacerlo tiene sólo un calificante.
Algo más “aliviado” se los notó a David Suárez y a sus defensores Nelly Baigorria y Marcelo Goytea cuando escucharon del presidente del tribunal, Juan Manuel Ugarte, que se lo condenaba a 13 años de prisión como “partícipe secundario” de violación de domicilio y homicidio triplemente calificado.
En los alegatos fue clave una prueba que exhibió el fiscal de cámara Fernando López Villagra que mostró al “chofer” con su Ford Ka con una luz quemada tomado por la cámara de una estación de servicio de Juan B. Justo y Japón, pasadas las 22, casi a la misma hora que Silvestre y Samuel Moscarello ejecutaban al arquitecto. El dato sirve para afirmar que no fue “campana” sino quien los llevó y luego los buscó. Pero la sentencia sostiene que Suárez estaba al tanto de que ambos iban a matar. No a robar, como Suárez confesó.
Plan criminal
Las diferencias entre Reynaldo a Irina se remontan a varios años, pero comenzaron a agudizarse cuando ella a los 12 años perdió a su mamá. La adolescencia estuvo llena de disputas hasta que ella parece haber encontrado a una persona que la ayudó a “resolver” el conflicto.
Leandro Moscarello apareció en la casa de Los Boulevares para el período de pandemia, donde terminó instalándose pese a las restricciones sanitarias. Ella, en su momento, dijo sentirse querida y contenida, algo que le servía para afirmarse y despegar del padre.
Poco tiempo después, los jóvenes terminaron echando a Reynaldo, que dormía en el auto o finalmente optó por mudarse a la casa que estaba también sobre avenida La Voz del Interior al 8000.
La joven pareja ya tenía una hijita que Reynaldo no podía ver como abuelo. Esa niña es la que Irina dice anhelar más que nada y que temía perder junto con su libertad.
La hermana de Reynaldo, Daniela Rosa Flehr, comentó este viernes tras la sentencia que Irina siempre tuvo problemas con su padre, pero “con Moscarello encontró el ejecutor que ella necesitaba, el socio para hacer la acción que ella quería”.
En el debate, se apreció a Leandro, como el acusado de carácter dominante, muy probablemente manipulador. Fue el mismo que repudiaba a sus defensores porque pretendía que lo asistiera un abogado preso.
Irina y su padre venían salvando diferencias por el cuantioso patrimonio de inmuebles que había dejado su madre (esposa de Reynaldo), haciendo una partición de ese legado en un 50 por ciento para cada uno, según lo indican las leyes civiles.
Pero, como dijo en su alegato final Marcelo Touriño -querellante por la mamá del arquitecto, Rosa Ramona Rochier de Flehr-, si Irina venía haciendo reclamos a su padre, de repente hubo una señal que sonó como alarma para ella y su pareja: Reynaldo apareció en una visita con un anillo de compromiso en su dedo anular izquierdo.
Reynaldo tenía una pareja que lo había levantado de muchos sinsabores y se sentía querido por una mujer que lo atendía y lo ayudaba a cuidarse, con su ropa y todo aquello que le hacía bien.
Pero el anillo tenía un significado terrible para quien pretende, a la corta o a la larga, heredar todo el patrimonio de sus padres. Si Reynaldo se casaba, el 50 por ciento a que aspiraba Irina no se agotaba con la vida del arquitecto. Por eso, esta hipótesis sostiene que un eventual matrimonio fue el móvil de este crimen: había que apresurar la muerte del padre de Irina.
El día anterior al crimen hubo una prolongada reunión de los cinco condenados en la casa de Irina. Según trascendió en torno a las acciones del juicio, los ejecutores fueron a la casa de Reynaldo la noche anterior (27 de diciembre) pero no lo encontraron porque esa noche no volvió a dormir.
Crimen y castigo
Hasta los propios familiares directos de la víctima, que sostienen que están satisfechos con la respuesta de la Justicia, entienden que esta historia tiene también final infeliz. Sienten que perdieron a otra integrante del grupo de afectos, aquella que nunca pudieron integrar por su rebeldía y rechazo a ellos.
Para los Flehr y también para los demás, este drama termina con el triste saldo de Irina y otros cuatro jóvenes encerrados durante los mejores años de su vida. Ella, Leandro, Samuel y David Silvestre estarán presos 25, 35 o 50 años, según la interpretación que se haga hoy o cuando les toque pedir una flexibilización del régimen de encierro. No les será sencillo con una condena por homicidio con múltiples calificaciones.
Mientras el vocal Ugarte leía el punto 5 del veredicto, que la condenaba a prisión perpetua, Irina se ocultó el rostro con su mano derecha y no se movió por un par de minutos. Nadie puede saber en qué pensaba durante esos ácidos momentos que le dictaba la voz del juez, pero al final de este largo recorrido tal vez ella entienda que por lo que hizo se quedó sin dinero, sin los bienes de su madre, sin su padre y también sin su hijita de 3 años.
