Hace siete meses, cuando regresaba de transmitir una misa por redes sociales, el sacerdote Jorge Domingo Vaudagna (59) fue asesinado a balazos. Estaba entrando la camioneta en la cochera, al lado del salón parroquial de Vicuña Mackenna. Eran poco después de las 20.40 del 27 de octubre último. No hallaron indicios de robo. En el pueblo todo fue conmoción. Vaudagna era un cura de fuerte personalidad, fue impulsor de la creación del colegio secundario en la localidad y tuvo una destacada trayectoria en su Sampacho natal.
En medio de un clima de indignación popular, horas después la Policía detuvo a dos personas: Guillermo Nicolás Arias (23) y un adolescente menor de 18 años que es su pariente. La familia de los detenidos siempre argumentó que el mayor sólo estuvo cerca del lugar del hecho porque fue a comprar cigarrillos a un quiosco cercano (circunstancia de la que darían cuenta testimonios y cámaras del pueblo). La defensa asegura que esa noche, como era habitual, Arias se fue a trabajar a un campo del norte, en compañía del adolescente. Pero no pudo llegar porque se le rompió la moto, y terminó yendo a un tambo de la zona sur, donde vivía su hermana.
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Para el fiscal Daniel Miralles, los movimientos son sospechosos. Cree probable que Arias y el adolescente hayan ido al salón parroquial a apoderarse de efectos y valores que la víctima tendría a su disposición. Interpreta que, ante la resistencia del sacerdote, quien los podría haber reconocido, le habrían dado muerte para asegurar su impunidad.
Mientras que al adolescente se le permitió volver con su familia, Arias está detenido desde noviembre, imputado de “robo calificado por uso de arma de fuego, en grado de tentativa, agravado por la participación de un menor, y homicidio criminis causae”.
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Fueron los gritos de Vaudagna los que en su momento alertaron a los vecinos. Cuando llegó la Policía, halló al sacerdote muerto, golpeado, atado de manos con una tela blanca y con dos balazos en la parte superior del tórax.
En el lugar del crimen (cochera de calle 9 de Julio al 553), secuestraron un arma de fuego calibre 22, dos casquillos de bala y hasta un barbijo que se supuso habría perdido uno de los autores. Ahora, el peritaje genético revela que el ADN determinado en el tapaboca no pertenece ni al adolescente ni al mayor detenido.
Defensa y nulidades
Paulo Espamer, abogado defensor de Arias, confirmó que el barbijo es el único elemento secuestrado en el que se halló un ADN completo diferente al del cura Vaudagna. Y enfatizó que, al cotejarse ese perfil con el de los acusados, dio negativo.
“Cuando dictó la prisión preventiva, la fiscalía presumió que el arma y el barbijo eran de Arias y que él había disparado, pero ninguna de esas cuestiones fue confirmada. El peritaje balístico dio negativo. El dermotest de su cuerpo y ropa dio negativo. Ahora el ADN del barbijo da negativo y, además, los testigos lo ubican a Arias en otro lugar. En toda la ropa que les secuestraron a mi defendido y al menor, no hallaron ni una mancha de sangre. No hay ningún elemento que nos haga suponer que fueron los autores del hecho”, subrayó Espamer.
El abogado admitió que hay un testigo que dijo haber visto a Arias en las cercanías del salón parroquial, pero enfatizó que a su juicio la rueda de reconocimiento es nula. “Este testigo, cuando declara, dice que ve a una persona robusta, de tez oscura y pelo negro, alguien desconocido en el pueblo. Y después dice reconocer al defendido, que no pesa no más de 60 kilos, es rubio y de tez blanca y siempre vivió en Mackenna”, explicó el letrado.
El abogado Espamer insistió en que Arias debe ser sobreseído porque es inocente. Lo sindicó como “un perejil” y recordó que en el argot criminal se identifica a quien “es colocado en el centro de la escena sólo para contener ánimos sociales adversos”, como “la herbácea que se utiliza en verdulerías para tapar el mal olor de otras frutas y vegetales en descomposición”.
