El 10 de julio de este año se empezó a descascarar una maraña de abusos y encubrimientos policiales que rodearon la muerte de Jonatan Romo (35) en una comisaría de La Falda, una localidad del Valle de Punilla.
El hecho no sólo decapitó a la comisaría local, sino que también estremeció a la cúpula de la Policía de Córdoba y provocó una intervención sin precedentes del gobernador Juan Schiaretti.
Por la muerte de Romo estaban detenidos e imputados seis uniformados. Ahora, por una resolución del fiscal Raúl Ramírez, se determinó el cese de la prisión preventiva. No obstante, los policías recuperarán la libertad pero seguirán imputados.
Los policías sospechados por la muerte del joven de La Falda son el sargento Miguel Ángel Aguilera; el cabo Juan Pablo Zunino; el cabo Hernán Suárez y el sargento Walter Geri, todos imputados por homicidio calificado. Además, el subcomisario Pablo Antonio Zárate y el agente Lucas Giménez acusados por encubrimiento agravado.
Las últimas horas de Jonatan en La Falda
El sábado 9 de julio, Jonatan se comunicó con su madre para decirle que lo querían matar, que quería ir a su casa o irse a un hotel, pero que no quería quedarse en su casa. Su madre accedió y Jonatan se fue en un remise desde su casa, en el centro de La Falda, hasta su vivienda paterna, en barrio Río Grande, al oeste de la ciudad.
Al llegar, el hombre estaba muy angustiado y sobresaltado. Ingresó, cerró todo y le pidió a su madre “que no lo deje entrar porque lo querían matar”, refiriéndose a la persona que creía que lo estaba persiguiendo.
Según el relato de Hernán, hermano del joven asesinado, Jonatan estuvo sobresaltado hasta que finalmente pudo dormirse unas pocas horas. Al otro día desayunó con su madre y se volvió a su departamento, donde estuvo unas horas con su actual pareja y su beba. Horas después regresó al barrio de sus padres.
En el camino pasó por la casa de varios vecinos pidiendo auxilio y diciendo que lo estaban persiguiendo para matarlo. Entonces llegó a la despensa, en calle Italia y Vélez Sarsfield, donde gritó, frente a algunos testigos, que la persona que lo perseguía estaba adentro de ese local.
Al ingresar al negocio, revolvió las cosas, produciendo algunos daños en la mercadería y objetos. En medio del caos, una persona llamó a la Policía. Pocos minutos después los efectivos llegaron al lugar, lo redujeron y quedó detenido.
Los familiares fueron avisados de la detención por un vecino. “Nadie de la Policía nos llamó para decirnos qué había detenido a Joni”, dijo su hermano.
