Sebastián Moro, juez de competencia múltiple en Laboulaye recibió este martes a los padres de Joaquín Speroni (14), el adolescente que fue encontrado muerto el domingo y habría sido asesinado por su amigo, el pasado jueves. En la localidad del sur provincial, se respira dolor, impotencia e indignación, por cómo el autor del hecho habría logrado engañar a todos.
El terrible hallazgo del cuerpo de Joaquín se produjo el domingo, a 100 metros de la escuela donde había sido visto por última vez. Hay un último registro fílmico de una casa cercana donde se lo ve, sonriente, junto a quien en las últimas horas confesó el hecho: L. su amigo de 14 años.
Todo parece indicar que Joaquín llegó al Ipem 278 Malvinas Argentinas, cerca de las 15, dejó su bicicleta, y se fue con su compañero a una casa abandonada cercana. Allí L habría matado a su amigo a golpes (con un hierro y trozos de mampostería). Se están investigando si son correctos los horarios de las cámaras. Pero se presume que en menos de 10 minutos L. volvió solo a la escuela. Nadie advirtió que estuviera alterado o que tuviera manchas de sangre.
Cuando los familiares de Joaquín denunciaron su desaparición, L dio una versión que los desorientó totalmente. Primero, se escudó en que no quería “buchonear” a su amigo. Luego sostuvo que Joaquín estaba cansado por cómo lo trataban en su casa, donde serían “muy estrictos”, y que se había ido a vivir “con otra familia”. Finalmente, dio una pista falsa sobre la dirección que habría tomado el joven, con lo que le hizo perder mucho tiempo a la pesquisa.
L. fue entrevistado intensamente por una psicóloga. Mientras, en la ciudad de poco más de 21 mil habitantes, se organizaban cada vez más marchas para pedir por la aparición de Joaquín, crecía el movimiento policial y comenzaban a llegar medios nacionales.
Los investigadores decían no dejar de lado ninguna hipótesis pero parecían basarse más en las pistas falsas sembradas por el adolescente: un presunto maltrato en la casa y bulling en la escuela (hay actas y hasta un informe de una psicopedagoga sobre problemas producidos en años anteriores).
Pistas falsas y erradas en la búsqueda de Joaquín en Laboulaye
El sábado, cuando buscaban a Joaquín en la zona del matadero, surgió un testigo. Era un hombre mayor con presuntos signos de alcoholismo. Primero se resistía a ir a la Comisaría, finalmente lograron tomarle declaración y dijo haber visto a Joaquín con una mujer rubia en la garita de un transporte interprovincial, cercana a la ruta.
A los investigadores les llevó tiempo corroborar, con las cámaras, que lo que decía el hombre era verdad, pero el niño no era el que buscaban.
La coartada de L. recién se empezó a romper cuando, en uno de los registros fílmicos de las casas del pueblo se ve que se le cae un teléfono. Sus propios familiares habían declarado que él no tenía celular. Pero el joven inventó que su amigo le había dejado el celular al irse, para no ser ubicado.
Luego se advirtió que L. había pintado la funda protectora del aparato y se acrecentaron las sospechas contra él. La Justicia ordenó un allanamiento en la madrugada en el campo de la familia del amigo. Por esas horas, también, con un perro especializado en búsqueda de personas vivas, hicieron un rastrillaje en la zona del cementerio. Versiones daban cuenta de que los jóvenes solían juntarse en el lugar por retos de la red social Tik Tok. Todo tuvo resultado negativo.
Cómo encontraron a Joaquín
El domingo se produjo el más terrible desenlace. L., con sus padres, había estado en la departamental de Policía desde las 15 hasta las 23 del sábado. Toda la localidad estaba revolucionada con la presencia de un inusitado número de policías y bomberos.
En medio de la desesperación, por no tener noticias, vecinos y familiares, se ofrecieron a colaborar con la Policía. “Medio que nos ningunearon, nos dijeron que repartamos panfletos nomás, que si queríamos fuéramos casa por casa. No lo podían creer cuando lo encontramos nosotros, fue muy duro, fue horrible”, reveló un vecino.
La indignación popular está latente por el tiempo transcurrido hasta que el cuerpo de Joaquín fue hallado, a metros de la escuela, en inmediaciones del punto cero de búsqueda. Fuentes policiales aseguran que se trabajó a destajo, sin escatimar esfuerzos. Dejan entrever que siempre lo buscaron vivo y Joaquín habría sido ultimado apenas desapareció.
El domingo, frente a la psicóloga y a su propio padre, L reconoció el crimen: Yo lo maté. Las reducidas dimensiones de la Departamental de Policía permitieron que el papá de Joaquín escuche la confesión. Todas las ilusiones de derrumbaron a partir de ese momento.
Al grupo de amigos y familiares que deambulaban por el pueblo, con folletos de Joaquín, los paró un vecino. “¿Se fijaron ahí? Ahí se saben juntar los chicos”, les dijo, apuntándole a la vieja casona de Sarmiento al 480. Los adultos no sabían que por el baldío del lado se podía entrar al patio de la vivienda abandonada. Está a la vuelta del colegio. Una prima de Joaquín fue la primera en entrar y descubrir el peor final. En la marcha de silencio por Justicia, llevaba dos velas en sus pequeñas manos, y la mirada perdida por el espanto.
