Se llama Franco Nicolás Cabrera Guevara, tiene 20 años y está preso por un grave episodio vial: al volante de un vehículo robado, condujo de manera enajenada en un barrio, chocó numerosos autos y finalmente atropelló a un motociclista, a quien le causó la muerte.
La víctima de esta historia fue Gonzalo Uliana, quien tenía 29 años.
Aquella tragedia ocurrió en la tarde de aquel 8 de marzo de 2022.
Poco después de un año, hay novedades judiciales de importancia: el Juzgado de Control ratificó que Cabrera Guevara vaya finalmente a juicio oral por el supuesto delito de homicidio simple con dolo eventual.
De esta manera, el juez Carlos Lezcano ratificó lo que había resuelto el fiscal de instrucción Andrés Godoy, quien había descartado que el hecho encuadre en un mero homicidio culposo, donde obran la imprudencia o negligencia.
La discusión no es menor: un homicidio culposo agravado por la conducción de un vehículo automotor puede tener una pena de 3 a 6 años de cárcel.
Un homicidio simple contempla una pena mucho mayor: 8 a 25 años de prisión.
Hasta 2022 no era común en Córdoba que los crímenes viales fueran condenados con la figura de homicidio simple. Sin embargo, el caso de “la tragedia de la Circunvalación” cambió el paradigma judicial cordobés.
Alan Amoedo, el conductor que provocó la muerte de dos persnas y graves heridas tras manejar fuerte y con alcohol y con cocaína en sangre, fue condenado a la pena de 9 años de cárcel efectiva por homicidio simple con dolo eventual.
“Me perseguía el diablo”
Todo sucedió en la tarde del 8 de marzo de 2022.
Eran poco más de las 18, cuando Cabrera Guevara, que por entonces tenía 19 años, hurtó una camioneta Jeep Grand Cherokee del taller de cerrajería del automotor de su padre, en barrio Ayacucho de Córdoba.
Con la camioneta, que pertenecía a una clienta de su papá, el joven comenzó a manejar de manera temeraria por calles y avenidas del barrio General Bustos en un horario pico.
En ese raid chocó contra varios autos detenidos y en movimiento. Finalmente, en una esquina, atropelló y mató al motociclista Gonzalo Ullúa.
Tras frenar, Cabrera Guevara intentó escapar, pero fue detenido por vecinos. El joven no paraba de gritar: “Me perseguía el diablo. Y lo maté, lo maté”.
Tras su detención, familiares y amigos declararon que el joven tenía padecimientos de salud mental y adicciones a las drogas, e incluso su madre presentó certificaciones de que había recibido atención en un centro psiquiátrico de la ciudad de Córdoba.
La estrategia defensiva de Cabrera Guevara se centró en que sea declarado inimputable.
Drogas, alcohol y velocidad
Al momento de la detención, los policías indicaron que no estaba ebrio, pero las pericias constataron que había rastros de marihuana y cocaína en su sangre y orina. Otro de los elementos centrales arrojados por las pericias tiene que ver con que el vehículo habría circulado a una velocidad mínima de 112 kilómetros por hora, en medio de un barrio.
En paralelo, los peritajes determinaron que era imputable y que comprendía la criminalidad de los actos.
Con todo, la fiscalía lo mandó a juicio por homicidio con dolo eventual. En las últimas horas se conoció una resolución del juez de Control Lezcano que ratificó la resolución fiscal.
El imputado presentaba trastornos mentales y de personalidad, al momento del hecho sus capacidades para comprender y dirigir sus acciones se encontraban “disminuidas”, pero no anuladas.
Sostiene el expediente que, al momento de chocar a su primera víctima, el conductor del Renault 19, debería haberse representado el peligro de colisionar con vehículos detenidos o personas situadas en el lugar y causar un resultado mortal.
Satisfacción
El abogado Carlos Nayi, quien representa a la familia de la víctima, se mostró satisfecho con la resolución judicial, sobre todo en torno a la figura del dolo eventual.
