El trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (Eaaf) fue fundamental para conocer la identidad de Diego Fernández Lima (16), un joven desaparecido hace 41 años atrás.
El caso tomó relevancia y estado público desde el martes 20 de mayo, cuando la rutina de una obra de excavación en una vivienda de la familia Graf, ubicada en Congreso 3742, del barrio Coghlan, en Buenos Aires, se transformó en una escena de terror al encontrar huesos humanos en una casa lindera a la que había sido alquilada por el músico Gustavo Cerati.
El encargado de la obra, Daniel Scarfo, relató que uno de los trabajadores, mientras paleaba, “vio que se abría un hueco y empezaron a caer restos hacia la obra”. De inmediato llamó a la Policía.
Entre los restos, Scarfo se sorprendió al ver un reloj Casio, un detalle que ayudó a datar la época del hecho, indicando “del ‘84 más o menos”.

Para conocer a quién pertenecían esos restos, la Fiscalía de Martín López Perrando convocó al Eaaf, cuyo trabajo fue clave para determinar la identidad, algo que se hizo en el laboratorio de Córdoba.
Mariella Fumagalli, directora Programática para Argentina del EAAF contó a La Voz en Vivo que la participación del organismo fue en diferentes instancias: primero en la recuperación de los restos en la vivienda donde aparecieron, luego en el análisis antropológico, y después en el cotejo genético para la búsqueda de la identidad.

En esta última etapa —la antropóloga—indicó que el trabajo se hizo en el Laboratorio de Genética Forense de la ciudad de Córdoba.
Allí, se hicieron las pruebas genéticas de los extractos óseos que se tomaron en el laboratorio de antropología y se los comparó con las muestras de sangre extraídas a la familia.
“Se hizo un matcheo de las dos muestras y se determinó que esa persona era Diego”, contó Fumagalli.
Cómo se hace el matcheo
En el caso de Diego, Fumagalli sostuvo que la identificación se produjo de manera muy rápida porque hubo muchos actores participando que hicieron el trabajo como correspondía.
Desde los albañiles que encontraron los restos, las personas del obrador que se comunicaron con la Fiscalía, y cómo intervino la Justicia. “Hablamos de un resultado positivo porque la Justicia, la sociedad, y la ciencia actuaron mancomunadamente para que esto suceda”, afirmó.

Además, remarcó que el trabajo del Equipo es aportar toda la información que les brindan los restos óseos: la conformación de un perfil biológico como el sexo de la persona, la edad estimada al momento de la muerte, sus características ontológicas y el patrón de lesiones que pudo tener durante su vida y en el momento de la muerte.
“Cuando la información antropológica se consolidó a la familia les llamó muchísimo la atención el rango etario: se trataba de una persona de entre 16 y 19 años, y Diego tenía 16 años al momento de desaparecer en 1984″, indicó.

Además, les hizo ruido la información que circulaba de los elementos asociados a los restos (media, reloj Casio que se usaba en esa época), la edad y la zona geográfica donde había desaparecido.
Entonces, “se presentó el sobrino de Diego, de 35 años, y que es periodista. Tomó contacto con nosotros y con la Fiscalía y donó una muestra voluntaria de sangre”, aportó la especialista.

“Después se hizo el cotejo genético y se contrastó la información obtenida del ADN familiar con el extracto óseo que se analizó en el laboratorio de Córdoba”, dijo la antropóloga.
Y agregó: “Se procesaron las dos muestras; se extrajo la información genética contenidas en una y otra muestra, y se lo identificó”.
La familia está en shock
Fumagalli manifestó que la familia de Diego está en en shock, hace 41 años que estaban sin respuestas.
“No es que Diego no quiso volver a la casa sino que no pudo. Por qué y en qué circunstancias es lo que le toca averiguar a la Justicia”, destaco.
Y afirmó que al EAAF les toca acompañar a la familia cuando sus restos sean restituidos, y elijan qué destino darles. “De alguna manera, ellos entienden que Diego volvió a casa”, expresó.

También describió que las lesiones encontradas en los huesos, “hablan” de signos de una conducta violenta por una lesión cortopunzante al nivel de la cuarta costilla derecha. Lo que podría ser la causa de la muerte de Diego.
Y hay otros cortes al nivel de los muslos inferiores y superiores que pueden haber tenido que ver con la manipulación del cadáver o el intento de desmembramiento.
“No podemos establecer por qué se sucedieron esos cortes, pero sí son evidentes y podemos reflejar que están en los restos”, explicó.
Desaparecidos en Democracia
Consultada sobre si es habitual que los convoquen a este tipo de casos, Fumagalli aclaró que el EAAF trabaja con casos de victimas de lesa humanidad, sobre todo para identificar a las personas desaparecidas en la última dictadura militar.
Aunque en los últimos diez años, el Equipo comenzó a involucrarse en otras problemáticas como peritos de la Justicia, para restos que no tienen identidad y a realizar los cotejos genéticos para su identificación. “Los casos ayudan a visibilizar otras problemáticas”, destacó.
Y agregó: “Diego es uno entre miles. Es muy difícil cuantificar cuántas personas desaparecidas hay en democracia. No hay registros”.

Si bien el Eaaf cuenta con el banco genético más grande de la Argentina para casos de lesa humanidad, el problema es que no hay políticas públicas para la búsqueda de personas desaparecidas en Democracia.
“Tendríamos que tener es un banco nacional de datos forenses que recopilen los datos genéticos de las personas que buscan con los cuerpos hallados. Ese es el desafío”, sumó.
Otro de los inconvenientes es que en los 80 y 90, las denuncias por desaparición de las personas se las tomaban como fuga de hogar.
“En el caso de Diego, Fumagalli argumentó que llegó a la luz porque la familia se comunicó con nosotros, por la difusión en los medios y porque apareció al lado de una casa donde vivió Gustavo Cerati.
“La causalidad y casualidad hizo que fuera un caso exitoso. No es una noticia feliz pero es una respuesta”, destacó.