Este martes, a las 9, la Justicia de Córdoba comienza el debate oral y público por el crimen de Lidia del Valle Cabrera (65). La mujer fue brutalmente asesinada en la calle y por el hecho está acusado un expolicía y su hijo, también expolicía, quienes vivían frente a su domicilio.
El juicio será en el Palacio de Tribunales II. El debate se realizará frente a los integrantes de la Cámara 12a del Crimen, Gabriela Bella, Ana María Lucero Offredi y Gustavo Reinaldi. Sin embargo, quienes dirán si Roque Antonio Bonaldi (58) y su hijo Leonel (26) son culpables o inocentes serán los ocho jurados populares que participarán de este juicio.
La querella, que representa a los familiares de Lidia y de su hija, Yanina, la sobreviviente del hecho, no está de acuerdo con la imputación que propuso el fiscal de Instrucción Fernando López Villagra, quien acusa a ambos hombres de coautores de homicidio simple, tentativa de homicidio simple, amenazas y daño.
“Están dadas las condiciones y los elementos para que la imputación cambie y se reconozca el agravante de la alevosía. Esto cambiaría la escala penal, y de enfrentarnos a la posible pena de 10 a 25 años de prisión, pasaríamos entonces a una única sanción posible que es atemporal, la prisión perpetua”, indicó el abogado Carlos Nayi.
Malos vecinos
Lidia Cabrera (65) y su hija Yanina Moreno (42) vivían en barrio Yofre Sud, sobre la calle Chachapoyas al 1400.
A diario batallaban contra una familia de vecinos con los que muchos en la cuadra tenían problemas, los Bonaldi. Música fuerte, actitudes violentas e incluso amenazas con armas son algunas de las conductas que los vecinos habían denunciado en la comisaría del barrio, en el Polo de la Mujer y en distintas dependencias de Tribunales II. Incluso llegaron a denunciar amenazas de muerte, pero nunca se tomaron las medidas que permitieran que Lidia, Yanina, y el resto de los vecinos pudieran sentirse seguros.
Eran expolicías y los vecinos relataron que a menudo se los veía con armas.
Al momento del hecho, Roque Bonaldi trabajaba como remisero, mientras que su hijo Leonel era dueño de una vinería sobre calle Rancagua. En distintas oportunidades, los patrulleros llegaban a su vivienda por denuncias al 101.
En uno de los episodios de los que se los acusa en el expediente, ocurrido en diciembre de 2019, un año antes del asesinato, según la acusación estos hombres atacaron la casa de Lidia Cabrera a cascotazos y la hija de Bonaldi (en aquel entonces policía en actividad), habría proferido amenazas con un arma.
Ultraviolencia
En la madrugada del 6 de diciembre de 2020, Roque llegó a su casa alcoholizado. Venía de una fiesta y al pasar por una estación de servicios se había estacionado en el lugar para personas con discapacidad. Alguien le había reclamado la actitud y terminó peleando con dos remiseros. Su hijo fue a buscarlo cuando le avisaron que estaba borracho y buscando pelea.
Al llegar a la cuadra, y por motivos que deberá determinar este juicio, Bonaldi atacó a cascotazos y patadas la puerta de la casa de Lidia.
Lidia alcanzó a llamar a la Policía, pero Roque logró ingresar sin autorización, tras derribar la puerta, y tomó a Lidia de los pelos, mientras la golpeaba con un trozo de baldosa en la cabeza. Así la arrastró hasta la calle, se sentó sobre ella, que ya se encontraba semiinconsciente, y continuó golpeándola en la cabeza hasta que le destrozó el cráneo.
Su hijo, en tanto, le quitó el celular a Yanina, que intentaba filmar lo que sucedía, como le habían indicado las asistentes del Polo de la Mujer. “Vos filmá todo” le habían sugeruido en caso de agresión, y así lo hizo hasta que Leonel le quitó el teléfono.
Yanina también relata haber sido arrastrada al exterior de la vivienda, pero que cuando era atacada por Leonel en la calle, la llegada de un vecino y su intervención hizo que el joven se detuviera.
“Iban a matarme también. Fue algo espantoso, tremendo. A mi mamá la mataron en la vereda. Recuerdo que cuando salió el sol, pude tomar dimensión de lo que le habían hecho en la cabeza”, supo contarle la mujer a La Voz.
Fuga y entrega
Minutos después del ataque, el cuadro de Lidia, con el cráneo destruído en la calle, desató la furia de algunos vecinos que habrían intentado linchar a Leonel, pero la Policía lo salvó.
Roque llegó a escapar del lugar, pero horas más tarde se entregó.
En su testimonio dijo que estaba borracho y que no sabía lo que hacía y pidió disculpas a la familia de la mujer que asesinó destrozándole la cabeza con un trozo de cemento. “No era mi intención matar”, dijo. También intentó responsabilizar a la víctima argumentando que la mujer le había gritado algo que lo enfureció.
Su hijo Leonel niega haber actuado de acuerdo con su padre y afirma que solo quiso separar a las mujeres de la agresión de su papá, que –según testimonió– también lo había golpeado.
Para el fiscal López Villagra, padre e hijo se pusieron de acuerdo en ir a matar a ambas mujeres.
Rocío Bonaldi, hija de Roque, también está imputada en la causa por amenazas calificadas, denuncia que, desde 2019 la mantiene en situación pasiva de la Policía. La mujer niega esa acusación.
